La Iglesia católica pide salvar la vida de Timothy McVeigh

Campaña de oración lanzada por el arzobispo de Indianápolis

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NUEVA YORK, 16 mayo 2001 (ZENIT.org).- Numerosos movimientos y organizaciones cristianas han adherido al llamamiento del arzobispo de Indianápolis, monseñor Daniel Buechlein, quien ha presidido una jornada de oración por Timothy McVeigh, quien hoy debería haber sido ejecutado.

La semana pasada el secretario de Justicia, John Ashcroft, retrasó del 16 de mayo al 11 de junio la ejecución de McVeigh, después de que la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) entregara a los abogados del reo más de 3.100 páginas de documentos que no les suministró durante el juicio.

McVeigh, ex «boina verde» de la Guerra del Golfo, de 33 años, fue condenado a muerte en 1997 como autor del ataque con explosivos de abril de 1995 en Oklahoma City, en el que murieron 168 personas y cientos resultaron heridas.

El joven prisionero en el corredor de la muerte reconoció los hechos, por los que no ha expresado ningún remordimiento, y pidió ser ejecutado. Ahora, según informa la agencia AP, está reconsiderando esta decisión y quiere saber cuáles son las nuevas posibilidades legales aportadas por su abogados.

Cruel e innecesaria
El arzobispo Buechlein, que es también presidente de la Conferencia Episcopal de Indianápolis y miembro de la Comisión Episcopal pro vida de EE.UU, afirmó este martes en una vigilia de oración: «Cualquier decisión de no acabar con una vida humana es una buena decisión, incluso si sólo es un aplazamiento. El retraso de la ejecución de Timothy McVeigh no cambia en ningún modo la posición de la Iglesia sobre la pena de muerte. La pena de muerte por delitos capitales, aunque es un derecho del Estado, no es ya el único camino para que la sociedad pueda protegerse de los delincuentes. El Papa Juan Pablo II ha dicho que la pena de muerte «es cruel e innecesaria»».

«No tenemos evidencia –añadió el arzobispo de Indianápolis– de que la pena de muerte actúe como método disuasor. Lo que hace es devaluar la vida humana e ignorar la sacralidad de la vida. Tampoco contribuye al progreso de la sociedad sino que más bien la arrastra hacia abajo. No honra a las víctimas, ni alivia la ira y aflicción de las familias y seres queridos de las víctimas. Sólo el perdón puede realizar esto. A menudo tiene más que ver con la venganza que con la justicia. Y contribuye a continuar el ciclo de la violencia».

El arzobispo dijo también que la causa del aplazamiento de la ejecución es otro ejemplo de la posibilidad de que haya errores humanos durante el proceso. Aunque el condenado ha reconocido esta vez su culpabilidad, en otros casos, recordó el prelado, los sospechosos resultaron luego inocentes.

El arzobispo rezó por el joven condenado, sus 168 víctimas y sus familias, así como por todas aquellas persas que causan o son víctimas de la violencia.

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ZENIT Staff

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