La Iglesia del delantal

El sentir del superior general de los Hermanos Maristas

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¿Qué hacía el Papa hablando sobre la ternura al inicio de su pontificado? ¿Es que no había otros temas más importantes y urgentes de los que hablar?

La verdad es que a mí me recordó a otro Papa, Juan XXIII, quien, justamente el día de la inauguración del Concilio Vaticano II por la noche, como si no hubiera otras cosas de las que hablar, se dirigió desde su ventana a los miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro: “Fijaos qué hermosa está la luna esta noche: se diría que se ha apresurado para contemplar este espectáculo que ni tan siquiera la Basílica de S. Pedro, que tiene cuatro siglos de historia ha podido contemplar. Mi persona no cuenta para nada; es un hermano que os habla… Cuando lleguéis a casa, encontraréis a los niños: dadles una caricia, y decidles que es la caricia del Papa. Encontraréis algunas lágrimas que enjugar, decid: el Papa está con nosotros, especialmente en las horas de tristeza y de amargura…”

Tanto el Papa Juan como el Papa Francisco nos recuerdan que no hay nada más urgente e imprescindible para los hombres y mujeres de hoy que la ternura, esa sensibilidad que permite “custodiar la belleza de la creación”, así como “custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón”.

Por otra parte, mientras escuchaba la homilía del Papa, he recordado frecuentemente al obispo Tonino Bello (1935-1993), el mismo que soñaba con una Iglesia que fuera “la Iglesia del delantal” porque, decía, ese es el único ornamento sacro que podemos atribuir a Jesús: “El Señor ‘se levantó de la mesa, se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó’: he ahí la Iglesia del delantal”.

Me he imaginado a Tonino Bello sonriente, satisfecho de que su sueño fuese proclamado en la Plaza de San Pedro nada menos que por un Papa: “El verdadero poder es el servicio… un servicio humilde, concreto, rico de fe”.

La iglesia del delantal, la iglesia de la ternura. Miles de personas en todo el mundo han sentido, de manera intuitiva, aunque no supieran explicarlo mucho, que ese es el camino. Su corazón se lo está diciendo.

Ojalá seamos capaces de estar a la altura de estos hermosos ideales, que nuestro hermano Francisco ha sido capaz de despertar de nuevo en nuestro interior.

Hermano Emili Turú, FMS
Superior General de los Hermanos Maristas

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ZENIT Staff

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