La Iglesia en Birmania, en oración por la paz del país

Cuyas autoridades reprimen violentamente las protestas pacíficas de monjes budistas

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RANGÚN (YANGON), miércoles, 26 septiembre 2007 (ZENIT.org).- En medio de la tensión por la violenta represión de las manifestaciones pacíficas pro-democracia, la Iglesia en Birmania está en oración por la paz y el desarrollo del país, un compromiso que todas las parroquias ya asumieron el año pasado.

«Especialmente en este difícil momento, todos los católicos están comprometidos en la oración y en el ofrecimiento de misas especiales», confirmó este miércoles a «Radio Vaticana» el arzobispo de Rangún (Yangon) y secretario general de la Conferencia episcopal de Birmania (llamada Myanmar por las autoridades), monseñor Charles Maung Bo.

«En línea con el Código de Derecho Canónico y la Doctrina Social de la Iglesia, los sacerdotes y los religiosos no están involucrados en las actuales protestas ni forman parte de partido político alguno», aclara.

«Los católicos, como ciudadanos, son libres de actuar según su conciencia. Los sacerdotes y los religiosos pueden ofrecer orientaciones apropiadas», recalca el prelado.

Hace nueve días que los monjes budistas birmanos se han echado a las calles de la ex Rangún para manifestarse pacíficamente contra el régimen militar –en el poder desde hace 45 años–. Apoyados por la multitud –decenas de miles de personas–, marchan al grito de «democracia, democracia».

Este miércoles las fuerzas del orden han cargado contra ellos; el resultado, por ahora, es de tres muertos y numerosos heridos entre los monjes. Los detenidos se cuentan por cientos.

Los sesenta días de toque de queda decretados por las autoridades no habían desanimado a los manifestantes pacíficos; la iniciativa ha recibido violencia como respuesta.

La emisora pontificia se hace eco de que de nada sirvió la advertencia que la presidencia de la UE había hecho a las autoridades birmanas respecto a usar «la máxima moderación», bajo pena de sanciones mayores.

La Junta Militar birmana ha cometido «el peor error y más irreparable de la historia», considera el partido disidente encabezado por la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, desde años bajo arresto domiciliario. Pide «la apertura de un diálogo para resolver pacíficamente todos los problemas de la nación».

Los manifestantes siguen formando una cadena humana por las calles de la capital, donde los monjes con sus túnicas rojas marchan por el centro y los ciudadanos comunes, a su lado, «forman una alianza de corazones y mentes», apunta la emisora pontificia. Muchos musulmanes se están sumando al movimiento.

Sacerdote del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME) y experto en la región, el padre Piero Gheddo valora este movimiento civil de manera muy positiva por la entrada en escena de los monjes, y la respuesta de los ciudadanos acompañándoles.

«Pienso que en esta situación tan difícil para ese pueblo de 50 millones de habitantes –¡no es un pueblo que cuente poco!— los gobiernos occidentales deberían hacer mucha más presión (…) Birmania tiene un ejército de 500.000 militares, dicen que es el segundo de Asia. [La manifestación] representará una situación muy positiva si desemboca en la libertad. Negativa si provoca una auténtica represión», advierte en «Radio Vaticana».

El hecho de que sean los monjes los que se han echado a las calles responde a la inexistencia de una fuerza popular. Prescindiendo del ejército y del partido dominante, no hay nada más. «Han abolido partidos, sindicatos, prensa libre, asociaciones, también las que no tenían nada de político –recuerda el padre Gheddo–. Quien gobierna, en Birmania, quien domina la situación es sólo, sólo, sólo el gobierno y quien está con el gobierno».

Aung San Suu Kyi ganó las elecciones de 1989-90 con el 82% de los votos, y el partido socialistas del gobierno obtuvo el 10%. «Así que pienso que todo el pueblo, prácticamente todo el pueblo, se está rebelando porque, recordémoslo, en la última posguerra, en el ’46-’48, cuando llegó la independencia, era el país más desarrollado y más rico en recursos naturales del sueste asiático. Ahora es el último en todos los sentidos», concluye el misionero.

Testimonios recogidos por la agencia del PIME «AsiaNews.it» afirman la existencia de un «miedo palpable» porque aún está viva la profunda herida por las manifestaciones del ’88, que acabaron con la matanza de al menos 3.000 personas.

En el Informe 2006 sobre la Situación de la Libertad Religiosa en el Mundo -redactado por la asociación internacional de Derecho Pontificio «Ayuda a la Iglesia Necesitada»-, Asia aparece como el continente más preocupante en tal derecho fundamental. Se cita a Birmania entre los países con restricciones de diversa gravedad, legales o de hecho, en este campo.

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ZENIT Staff

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