La Iglesia en Brasil está «muy preocupada» ante el proyecto de legalización del aborto

Entrevista al secretario general del episcopado brasileño

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BRASILIA, lunes, 28 noviembre 2005 (ZENIT.org).- «Estoy muy preocupado». Esta es la confesión que hace el secretario general de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB) y obispo auxiliar de Sao Paolo, monseñor Odilo Pedro Scherer, ante el proyecto de ley de despenalización del aborto en Brasil.

Publicamos la entrevista que concedió el prelado el pasado martes.

–La Cámara de los Diputados estudia el proyecto de ley número 1.135/91, cuya ponente es la diputada federal Jandira Feghali, en la que se prevé una amplia legalización de la práctica del aborto en Brasil. ¿Cómo considera este diseño de ley?

–Monseñor Scherer: Estoy muy preocupado. No se puede decir otra cosa cuando está en juego la vida o la muerte de seres humanos.

–¿Qué prevé específicamente este proyecto de ley?

–Monseñor Scherer: Propone modificar la legislación brasileña para que la práctica del aborto deje de ser un delito y se convierta en un derecho de la mujer que el Estado brasileño debe asegurar y promover.

–Actualmente, la ley sólo considera que el aborto no es un delito en dos casos: si el embarazo es consecuencia de un estupro y si hay grave riesgo para la vida de la madre. El proyecto de ley que estudia el Congreso, ¿prevé otros casos?

–Monseñor Scherer: Quienes promueven el diseño de ley 1.135/91 quieren legalizar, sin restricciones, la práctica del aborto en Brasil, afirmando que se trata de «un derecho de toda mujer». Basta que lo quiera. Los niños sacrificados no gozan de ninguna consideración en este diseño de ley. Como si no existieran o fueran nada.

–Concretamente, ¿en qué condiciones la práctica del aborto estaría tutelada por el sistema sanitario público?

–Monseñor Scherer: El proyecto de ley de la diputada federal Jandira Feghali prevé que el aborto sea financiado por el Sistema Único de Salud (SUS) hasta los tres meses de gestación sin restricciones, hasta cinco meses de gestación, cuando el embarazo sea el resultado de un «delito contra la libertad sexual», y sin restricciones incluso cuando el embarazo represente un «grave riesgo para la salud de la gestante» o en caso de «malformación congénita incompatible con la vida, o de enfermedad fetal grave e incurable». No olvidemos, sin embargo, que la práctica del aborto quedaría legalizada para cualquier otro caso de gestación, sin límite de tiempo. Incluso hasta el momento del nacimiento. Basta que la mujer lo quiera.

–¿Cuáles son las motivaciones aportadas por los defensores de este proyecto de ley?

–Monseñor Scherer: Dicen que hay muchos abortos clandestinos en Brasil y que, en muchos casos, hay complicaciones para la madre e incluso numerosos casos de muerte materna; afirman que los abortos clandestinos representan un problema de salud pública.

–¿Qué pensar de estos argumentos?

–Monseñor Scherer: Lamentablemente, los abortos clandestinos son numerosos y puede decirse que son un problema de salud pública, pero las estadísticas deben ser analizadas con cautela porque no hay datos plenamente fiables sobre la cuestión. De todos modos, la verdadera y justa solución de este problema no puede ser la legalización de la práctica del aborto. Sería una solución falsa, simplista y cruel. El problema de la «salud pública», en el caso de los abortos clandestinos, debe ser afrontado de otro modo, y no mediante la supresión de la vida de miles (¡o millones!) de seres humanos cada año. ¡Que se busquen las soluciones adecuadas que no supongan la muerte de tantos seres humanos!

–¿Cuáles podrían ser algunas de las soluciones adecuadas para resolver el problema de los abortos clandestinos?

–Monseñor Scherer: En primer lugar, la educación en el respeto de la persona y de la vida de los semejantes, la educación para llevar una vida sexual sana, respetuosa y responsable, el respeto por la mujer y su dignidad, la superación de toda instrumentalización de su persona y de su cuerpo, la represión de las clínicas clandestinas que realizan abortos, la tutela eficaz de la mujer gestante en dificultad, incentivar la investigación sobre enfermedades genéticas y hereditarias.

–Con este proyecto de ley se pretende que el aborto sea reconocido como «un derecho de la mujer». ¿Cómo considera esta propuesta?

–Monseñor Scherer: Estoy convencido de que se trata de una afirmación completamente impropia; no se puede ignorar el hecho de que el feto o el niño que la madre lleva en su seno no es parte de su cuerpo, sino otro ser humano, que ya es sujeto de derechos, sobre todo del derecho a la vida. El presunto «derecho» a la libertad para practicar el aborto lesiona y niega el derecho fundamental del hijo a la vida, que es el primer y principal derecho de cada ser humano. La mujer es la persona que la misma naturaleza llama a tutelar, en primer lugar, este derecho del nascituro.

–A menudo, se afirma también que la legalización del aborto es una conquista de las sociedades modernas.

–Monseñor Scherer: Es un grave engaño. El reconocimiento y la defensa del derecho de cualquier ser humano a la vida son una conquista de siglos de lucha y han sido consagrados por la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, después de tristes experiencias de vilipendio de la persona humana. No puedo concebir como «conquista» apreciable por la sociedad una práctica que lesiona la dignidad humana en el derecho más fundamental de los seres humanos, el derecho a la vida. No es signo de progreso de la cultura y de la civilización. Es un signo de una preocupante crisis ética y de fragilidad de la cultura.

–El derecho al aborto, ¿es una conquista de la mujer?

–Monseñor Scherer: Este es otro argumento inaceptable. No logro comprender que la práctica del aborto dé dignidad a la mujer. ¿Cómo se puede contraponer la madre a su hijo, o crear conflicto entre los derechos del hijo y de la madre? La naturaleza, sabiamente, prepara a la mujer para que sea custodia del hijo, sobre todo antes del nacimiento; la práctica voluntaria del aborto es una violencia contra la mujer y contra su hijo.

La Iglesia no aprueba la práctica del aborto y los pronunciamientos del Magisterio sobre la cuestión han sido firmes e irrevocables.

–¿Cuáles son los motivos principales de la posición de la Iglesia?

–Monseñor Scherer: La Iglesia parte de la convicción de que el niño, a partir de la concepción, es ya un ser humano, independientemente del estadio de su desarrollo, de sus condiciones de salud y del beneficio que su nacimiento puede aportarle a él, a su madre o a toda la sociedad. Esta convicción de la Iglesia es firme y bien fundada en datos científicos. No se puede negar a no ser que se haga con argumentos falsos. Y dado que el niño, antes de nacer, es ya un ser humano, tiene derecho a la vida como cualquier otro ser humano, y también derecho a la protección por parte de la sociedad y del Estado.

La legalización del aborto es la negación del derecho de los seres humanos a la vida, de seres humanos inocentes e indefensos. Si alguien osara matar a un niño recién nacido, atraería sobre sí la vehemente reprobación de toda la sociedad. Y con toda razón. ¿Por qué, entonces, sería un crimen menos horrendo, y no sería ni siquiera un crimen, matar al mismo niño algún día o algún mes antes de que nazca?

–¿Sería por tanto importante que el aborto siguiera siendo considerado un delito por la ley brasileña?

–Monseñor Scherer: Concentrar esta discusión sobre la penalización o despenalización del aborto desvía la atención del punto principal de la cuestión. Quien es contrario al aborto no está preocupado por la pena que debe aplicarse a quien lo comete, sino que le preocupa la vida de los niños que son eliminados con el aborto. La cuestión no e
s la pena para quien lo practica: el verdadero problema es la pena de muerte aplicada a niños, y esto se olvida completamente en este debate. Por otra parte, si la práctica del aborto fuera «despenalizada», sería de hecho legalizada. La pena garantiza la eficacia de la ley.

–La posición de la Iglesia, contraria al aborto, ¿se basa en motivos religiosos?

–Monseñor Scherer: Afirmar que el niño, antes de nacer, es ya un ser humano no es una argumentación religiosa sino una cuestión de sentido común y de honestidad científica e intelectual. Todas las personas, incluso quienes no profesan una religión, pueden estar de acuerdo sobre este asunto. El hecho de que el niño, antes de nacer, tenga derecho a la inviolabilidad de su frágil vida es una cosa ya consagrada por la Constitución brasileña, y esto no es en primer lugar un argumento religioso sino un derecho natural reconocido por las sociedades desarrolladas, tras muchas guerras y atrocidades cometidas contra los propios semejantes.

–Pero, existe también el mandamiento de la ley de Dios, «no matarás»…

–Monseñor Scherer: Sí, el quinto mandamiento parte de la premisa de que la vida es un don de Dios y sólo Él es señor de la vida y de la muerte. Aún siendo un argumento religioso, tiene un altísimo valor social, cultural y civilizador. ¿Se imagina qué sucedería si la ley brasileña afirmase lo contrario? ¿Si estableciese que el semejante puede ser asesinado? ¿No sería el fin de la convivencia social? ¡Volveremos a la ley de la jungla, en la que los más fuertes imponen su voluntad y sus institutos sobre los más débiles e indefensos! El precepto divino y religioso «no matarás» es perfectamente aceptable por parte de todos aquellos que no tienen religión pero que desean ser respetado en su derecho a vivir.

–Los preceptos religiosos, ¿deben ser respetados por un estado laico?

–Monseñor Scherer: Por estado laico se entiende el estado que no realiza una elección religiosa sino que reconoce a los ciudadanos el derecho a la libertad religiosa y defiende este derecho. El estado laico respeta la religión de los ciudadanos y los ciudadanos tienen el derecho de manifestar las propias opiniones, también religiosas, de divulgarlas y de tratar de convencer a otros para que las compartan. Este derecho está asegurado por la Constitución brasileña. Impedir la manifestación de convicciones religiosas en un debate público sería intolerancia y discriminación religiosa. Y esto lo prohíbe la Constitución brasileña.

–¿Qué espera la Conferencia Episcopal de este debate sobre la despenalización del aborto en Brasil?

–Monseñor Scherer: Se espera que todos reflexionen bien sobre lo que está en juego; legalizar el aborto quiere decir abrir la puerta a la posibilidad de eliminar «legalmente» la vida de muchos seres humanos. ¡Y esto sería una tragedia! La Conferencia Episcopal espera que los derechos legítimos y la dignidad de la mujer sean reconocidos y afirmados de otro modo, ¡sin contraponer los derechos de la mujer a la vida de seres humanos! La Conferencia hace un llamamiento a la conciencia y a la grave responsabilidad de los legisladores para que impidan que este proyecto de ley sea aprobado.

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ZENIT Staff

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