ESTAMBUL, jueves, 31 julio 2008 (ZENIT.org).- «No hay alternativas a la democracia». Es lo que declaró monseñor Luigi Padovese, vicario apostólico de Anatolia y presidente de la Conferencia Episcopal Turca, al día siguiente de la masacre (diecisiete muertos) que tuvo lugar el domingo pasado en Estambul, tras la explosión de dos bombas.
En declaraciones publicadas por el diario vaticano «L’Osservatore Romano», el obispo habla de «sentimientos de aprensión» y recuerda que el Tribunal Constitucional turco se reunió para decidir la prohibición del partido del gobierno, AKP, acusado de querer introducir la ley islámica en el país laico de mayoría musulmana.
«Estamos a la espera de la sentencia del Tribunal Constitucional para saber su decisión -afirmó el prelado–. Estas bombas tiene un carácter muy evidente, el de desestabilizar una situación que ya es bastante inquieta. Está claro que un día antes de la sentencia, esto se interpreta así».
«El llamamiento que podemos lanzar nosotros vale menos que nada. Incluso porque no somos una realidad tan representativa. El llamamiento de todos modos es el de dejar prevalecer la democracia dentro de este país», reconoció.
Según monseñor Padovese, los problemas que hay «están ligados a posiciones de poder. Existe la necesidad de salvaguardar la laicidad y al mismo tiempo el derecho a dar a esta laicidad una expresión democrática. Una democracia representa siempre riesgos pero no hay alternativas a la democracia».
«Hasta ahora la situación de Turquía ha permanecido en esta inmovilidad precisamente por las fuerzas de poder que se oponen -concluyó–. Es un poco como un tirar de la cuerda en la que ni uno ni otro logra nunca prevalecer y se permanece siempre a mitad de camino».
Después que tuvieran lugar las declaraciones de monseñor Padovese, este miércoles se hizo pública la decisión del Tribunal Constitucional de Turquía de no ilegalizar al partido del gobierno, aunque lo ha penalizado con la retirada de las ayudas públicas.
