La Iglesia insiste en apoyar a las elecciones en R. D. Congo según prevé la Constitución

Pero el presidente del episcopado pide que se vea intención de ir a las urnas

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KINSHASA, miércoles, 12 enero 2005 (ZENIT.org).- Al término de una jornada de protestas contra el posible aplazamiento de los comicios en la República Democrática del Congo, el presidente del episcopado del país confirmó el lunes que «la postura de la Iglesia es que las elecciones se desarrollen como está previsto en la Constitución».

Pero «se necesita además que cada uno, al propio nivel, adopte decisiones e iniciativas que demuestren realmente la intención de acudir a las urnas», recalcó monseñor Laurent Monsengwo Pasinya, arzobispo de Kisangani, según recogió «Misna».

El viernes pasado, el jefe de la Comisión Electoral Independiente, el padre Apolinaire Malumalu, anunció que las elecciones generales previstas para el próximo mes de junio podrían ser aplazadas varios meses hasta octubre o noviembre.

Prosigue «AP» que el aplazamiento está en línea con un acuerdo de paz firmado por los ex rebeldes en 2002, así como con la Constitución, que garantiza la autoridad del Gobierno para aplazar seis meses las elecciones hasta en dos ocasiones.

Las elecciones deberían poner fin al período de transición previsto por los acuerdos de paz, que han dado vida a un gobierno de unidad nacional en el que están representados todos los partidos políticos y los diversos movimientos de guerrilla que operan en la parte oriental del país.

El descontento por el posible retraso en las elecciones degeneró en la capital congoleña en enfrentamientos con la policía que ocasionaron al menos cuatro víctimas mortales.

Además de «la muerte de algunos compatriotas», «la parroquia de San Bonifacio fue saqueada y sor Elisabeth Kapinga, secretaria general de la Unión de los Superiores Mayores, fue agredida junto a su conductor, y su vehículo incendiado», constató el presidente de los obispos del Congo.

Desde la sede del episcopado, el prelado deploró «todos estos actos de violencia», expresó su «pésame a todas las víctimas inocentes» y condenó además «la explotación de esta situación confusa para llevar al pueblo a una violencia ciega que podría comprometer la firmeza de toda la nación de concurrir a las elecciones».

Igualmente puntualizó que «el presiente de la Comisión Electoral Independiente, el padre Malumalu, aún siendo sacerdote no habla en nombre de la Conferencia Episcopal del Congo, sino de parte de la Comisión que preside», de forma que «lo que el padre Malumalu ha afirmado no es la postura oficial de la Iglesia católica».

«En 2005, tras los pasos del año precedente, la Iglesia continuará en el compromiso y la determinación para preparar al pueblo a las elecciones democráticas, libres y transparentes previstas por la Carta Constitucional», confirmó monseñor Laurent Monsengwo Pasinya.

De ello es expresión la continuación del programa de educación cívica y electoral lanzado hace cinco meses en Kinshasa y en las diócesis en el interior del país. «Que sea un año de paz profunda, de trabajo fructífero, de justicia, de perdón y reconciliación, de desarrollo integral de nuestro amado país», deseó el prelado.

En la mañana de este miércoles, muchos barrios de la ciudad de Mbuji-Mayi –de 4 millones de habitantes, a unos mil kilómetros al sudeste de Kinshasa– se adhirieron a la protesta pacífica «ciudad muerta» contra el posible retraso en las elecciones: algunas zonas del centro, la mayor parte de los colegios, mercados y actividades permanecieron cerradas.

«La gente de Mbuji-Mayi comprende que el padre Malumalu no es responsable de este posible retraso», pero esta eventualidad «ha provocado un fuerte descontento popular hacia el gobierno, criticado sobre todo por su lentitud», explicó a «Misna» una fuente local.

Aire bélico y drama humanitario en el este: el obispo de Butembo-Beni reclama ayuda

La situación del Congo ha sido uno de los puntos discutidos en la cumbre del Consejo de Paz y Seguridad (CPS) de la Unión Africana el lunes en la capital de Gabón, Libreville, recuerda «Fides». Se afrontó en particular la crisis en el este congoleño, donde se enfrentan el ejército regular y los soldados rebeldes apoyados, según Kinshasa, por Ruanda.

Por su parte, Kigali ha amenazado con intervenir en el este del Congo, acusando a Kinshasa de no hacer nada por remediar la presencia en su territorio de ex milicianos Interahamwe y de ex elementos de las Fuerzas armadas ruandesas, responsables del genocidio de 1994 en Ruanda.

Este es el contexto en el que hace pocas semanas (Cf. Zenit, 21 diciembre 2004) monseñor Monsengwo Pasinya constataba «con indignación que cada vez que el Congo avanza hacia la paz, fuerzas visibles e invisibles intentan detener el camino de crecimiento hacia un Estado fuerte y próspero». Y es que el Congo ha sido desde 1998 escenario de una guerra que se ha cobrado 3 millones de vidas; las potencias de la región de los Grandes Lagos se disputan el control de los inmensos recursos naturales del territorio.

Dirigiéndose al país limítrofe, el prelado recomendaba que retirara «sus tropas del territorio congoleño» y comprendiera que «las relaciones de buena vecindad, la paz y el desarrollo son preferibles a una guerra inútil».

En diciembre pasado se daba noticia de que cientos de soldados ruandeses y milicias fieles a Kigali –pero de hecho integradas en el ejército congoleño, como quería el acuerdo de paz— estaban asolando la región fronteriza de Kivu, y el diario «Avvenire» estimaba en centenares las víctimas de los combates y en decenas de miles los civiles en fuga; incluso la ONU confirmó la «invasión».

Igualmente se alertaba de que en Kanyabayonga, en Kivu Norte, llevaban días enfrentándose los soldados regulares congoleños y los ex-rebeldes integrados en las dichas fuerzas armadas congoleñas, opuestas al despliegue de los primeros.

Por su parte, en su reciente reunión, el Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana ha admitido que la presencia de los citados grupos en el este del Congo plantea «un serio problema de seguridad que requiere una acción valiente de la Unión Africana» y ha «decidido una asistencia al Congo para su desarme», esperando «ser apoyados por la comunidad internacional», en particular en el plano logístico.

En su mensaje de año nuevo, el obispo de Butembo-Beni, en Kivu Norte, daba testimonio de la dramática situación que viven las regiones orientales del Congo.

«La situación continúa siendo muy preocupante para 150.000 personas en el sur de la diócesis que no han recibido ninguna asistencia humanitaria desde hace cuatro semanas, a causa de la persistente inseguridad en las zonas afectadas», denunció monseñor Melchisédech Sikuli Paluku.

Una de los pocas organizaciones humanitarias presentes es «Cáritas Congo», «cuyo equipo llegó a Butembo y se puso rápidamente al trabajo», constató.

Confirmó además que tropas rebeldes continúan presentes en muchas localidades de la diócesis y que las tropas gubernativas se encuentran a 30 kilómetros de distancia.

«Las personas que se encuentran en estas ciudades sin vida están visiblemente traumatizadas y minadas por los sufrimientos indescriptibles de los que son víctimas –describió–. Por el día regresan tímidamente para constatar los daños de los saqueos y las destrucciones de sus viviendas. Al caer noche, vuelven a la selva porque sospechan de la MONUC (Misión de las Naciones Unidas en Congo) si no de complicidad con los rebeldes, por lo menos de notoria escasa eficacia para asegurar su protección».

Monseñor Melchisédech Sikuli Paluku concluyó lanzando un mensaje a la comunidad internacional para que se ponga en marcha una nueva misión de la Unión Europea en el Congo, como la misión «Art
emis» (una fuerza de interposición desplegada por la UE de acuerdo con la ONU para proteger a la población civil. Ndr) en Ituri –al noreste del país– en 2003.

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ZENIT Staff

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