La Iglesia invita a desarrollar “una auténtica cultura de la acogida”

“Jesucristo murió por cada persona sin distinción alguna”

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

SYDNEY, miércoles 11 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Frente al fenómeno cada vez más difundido de las migraciones, es necesario promover “una auténtica cultura de la acogida”, sostiene el presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de Migrantes e Itinerantes, monseñor Antonio Maria Vegliò.

Hoy miércoles, el prelado afrontó el tema de la movilidad humana dirigiéndose, en Sydney, a los obispos australianos durante su Reunión Plenaria. Monseñor se encuentra en el país para realizar una visita pastoral y animar a la Iglesia católica en la acción pastoral hacia los migrantes y refugiados.

Australia tiene una población de cerca de 21 millones de habitantes, de los que unos 5 millones son trabajadores migrantes, 22.500 refugiados y 2.350 solicitantes de asilo.

“La migración no es una elección fácil”, subrayó el prelado, observando que “incluso la movilidad humana más voluntaria implica un cierto grado de desarraigo”.

Frente a este fenómeno, la Iglesia siempre ha sido solícita, como demuestra la Instrucción Erga migrantes caritas Christi, en la que se ofrecen las respuestas eclesiales “a los retos y a los riesgos que presentan las migraciones actuales”.

“La Iglesia quiere estar allí donde están los migrantes, para compartir con ellos las alegrías y esperanzas, así como el dolor y los sufrimientos de la migración”, indicó el arzobispo.

“La ayuda humanitaria y la solidaridad, la acción social y la defensa, la formación y la formación cristiana, son todas partes del ministerio de la Iglesia entre cuantos están implicados en la movilidad humana”, observó. “No son otra cosa que diversas expresiones de su misión fundamental: la proclamación de la Buena Noticia de que Dios es amor”.

Para monseñor Vegliò, “una auténtica cultura de la acogida acepta los valores realmente humanos de los inmigrantes por encima de toda dificultad provocada por el hecho de vivir junto a personas distintas”, y “no hace ninguna distinción entre migrantes, refugiados u otras personas desplazadas, sea cual sea la nacionalidad, el color y el credo”.

La acogida, de hecho, “se basa en el amor por Cristo, en la certeza de que el bien hecho por amor a Dios a nuestro prójimo, sobre todo al más necesitado, se le hace a Él”.

Larga preparación

La Iglesia, añadió, “está también llamada a acompañar a los potenciales migrantes en su proceso de toma de decisiones y a prepararles para la vida de inmigrantes en el extranjero”.

Cuando una persona comienza a pensar en la emigración, es importante proporcionar “las informaciones correctas sobre los posibles países de destino: las leyes, y no sólo la legislación laboral, las costumbres, las tradiciones religiosas, las condiciones existentes relativas a la libertad y a la democracia…”.

“Visto que las agencias de empleo o incluso parientes y amigos no son siempre fuentes fiables u objetivas de información al respecto, es importante para la Iglesia poder proporcionar, a través de sus redes, datos fiables antes de la partida”.

Cuando una persona decide emigrar o pedir asilo, es también necesario “animarla a contactar a la Iglesia y sus estructuras y organizaciones en el país de destino, donde es posible valerse de asistencia pastoral, incluida la asistencia social y legal, si es necesaria”.

La respuesta de la Iglesia requiere además “cooperación entre las Iglesias locales”. “Si bien es tarea de la Iglesia en el país de destino ofrecer asistencia pastoral a todos los fieles en su territorio”, de hecho, “es importante para los migrantes, refugiados, peticionarios de asilo y otras personas desplazadas ser acompañadas por sacerdotes y/o demás agentes pastorales con un background cultural similar al suyo, o que hayan trabajado como misioneros en su país o área de origen”.

Esta colaboración “ayudará también a los migrantes a convertirse en parte integrante de la Iglesia local, en la que nadie es extranjero y donde todos son bienvenidos, porque Jesucristo murió por todos sin distinción alguna”.

Diálogo

En el mundo de la movilidad humana, afirmó monseñor Vegliò, “el diálogo a varios niveles es un deber” y “el antídoto” ante la tensión provocada en el pasado por la “fusión de culturas, religiones y costumbres como consecuencia de la movilidad humana”.

“El diálogo a todos los niveles” – “diálogo ecuménico e interreligioso, así como diálogo con cuantos no tienen un credo religioso, y dialogo intercultural” – “lleva al reconocimiento de los valores en común y a una actitud de respeto por las diferencias sin perder la propia identidad”.

Según el arzobispo, la forma más común y directa de dialogar es a través del llamado “diálogo de vida”, “con gestos cotidianos sencillos de respeto, solidaridad, fraternidad y amor”.

Esto, explicó, “puede producir un auténtico cambio en las relaciones interpersonales, que es fundamental”.

El prelado recordó también que la Iglesia en Australia está respondiendo de forma muy activa a los retos representados por la inmigración y por las peticiones de asilo, en particular a través del Australian Catholic Migrant and Refugee Office (ACMRO), a quien agradeció “la valiente defensa” de cuantos se encuentran en dificultad.

El arzobispo quiso también dar gracias a Dios y a toda la Iglesia en Australia por la reciente canonización de Mary MacKillop, la primera santa católica australiana.

“Inspirados por el Magisterio del Santo Padre y por el ejemplo de Mary MacKillop – concluyó –, auguro que podamos ser instrumentos para la construcción de la única familia humana, anticipación prefiguradora de la ciudad sin barreras de Dios”.

Por Roberta Sciamplicotti

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación