La Iglesia manifiesta su solidaridad con los refugiados colombianos

Mensaje de los obispos de Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela

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QUITO, 10 marzo 2003 (ZENIT.org ).- Los obispos de Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela, reunidos del 6 al 8 de marzo, han difundido un mensaje para la atención humanitaria a los refugiados colombianos.

Presentamos el texto íntegro de dicho mensaje.

* * *

MENSAJE A LOS HERMANOS VÍCTIMAS DEL CONFLICTO ARMADO COLOMBIANO

1.- Los obispos de las Iglesias que peregrinan en Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela, reunidos en las jornadas de reflexión «Hacia una visión compartida sobre las víctimas del conflicto colombiano en los países vecinos», queremos dirigir un mensaje fraterno a nuestros hermanos refugiados, víctimas del conflicto armado colombiano.

2.- Somos conscientes de que el fenómeno de los refugiados afecta a todos los países fronterizos de Colombia, realidad «que la Iglesia peregrina, al servicio de toda la familia humana, no puede dejar de asumir y afrontar con el espíritu evangélico de caridad universal» (Juan Pablo II, Mensaje para la jornada mundial de los emigrantes y refugiados, 2003).

3.- Sabemos de las dificultades para encontrar soluciones a corto plazo a la violencia estructural y al conflicto armado que están a la base del refugio; soluciones que reconozcan la dignidad de la persona humana y que sean éticamente válidas y evangélicamente aceptables.

Como creyentes en Jesucristo rechazamos enérgicamente toda forma de terrorismo, ya sea como guerra revolucionaria o como estrategia de defensa del Estado; y renovamos nuestra opción por la vida y la libertad, por la democracia y el Estado de derecho, que permiten el pleno desarrollo de la persona y de las comunidades.

4.- Por la gravedad del problema, hacemos un llamado urgente a los gobiernos de nuestros países para que asuman en todos sus postulados, la legislación internacional sobre los refugiados e implementen políticas humanitarias permanentes. A dichos gobiernos así como a las instituciones nacionales e internacionales de ayuda humanitarias, los convocamos a una acción decidida que, desde la perspectiva de la visión integral de la persona humana, pueda desarrollar planes más integrales en bien de los refugiados.

5.- A todos aquellos y aquellas a los que la violencia obligó a abandonar la tierra que les vio nacer y todo lo construido a lo largo de sus vidas, queremos expresarles nuestra fraterna y evangélica solidaridad; la Iglesia, con sus pastores y comunidades en los países de tránsito o de llegada, les seguirá acompañando con amor.

Hermanos refugiados: su dolorosa y dramática situación interpela nuestra misión profética de pastores y nos muestra el rostro concreto de Jesús, al que en ustedes queremos amar y servir.

6.- Agradecemos a nuestros gobiernos, a las instituciones nacionales e internacionales y a las comunidades locales, la acogida fraterna y solidaria que ofrecen a nuestros refugiados, y la ayuda para la inserción en sus nuevas realidades sociales y culturales. Esto no es fácil y sólo se puede realizar desde el amor. En efecto, estamos convencidos como enseña el Papa de que «sólo un amor auténticamente evangélico será suficientemente fuerte para ayudar a las comunidades a pasar de la mera tolerancia en relación con los demás al respeto real de sus diferencias» (Idem, n. 4).

Quito, 8 de Marzo de 2003

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ZENIT Staff

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