La Iglesia o ortodoxa de Etiopía custodia el Arca de la Alianza

Celebra con la reliquia la fiesta de Temket, bautismo de Jesús

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ROMA, 29 enero 2002 (ZENIT.org).- ¿Donde está el Arca de la Alianza? Harrison Ford podría haberse ahorrado muchos sustos si en vez de buscarla por los estudios de Hollywood se hubiera dirigido directamente a su custodio, la Iglesia ortodoxa de Etiopía.

Al menos es lo que se dice en Addis Abeba todo fiel cristiano, que se considera descendiente del suntuoso reino bíblico de Saba.

En el año 587 a.C. se perdió el rastro del Arca de la Alianza, el cofre sagrado que, según el libro del Éxodo, hizo construir Moisés por encargo de Dios para guardar las tablas de la ley.

La Iglesia ortodoxa de Etiopía, sin embargo, mantiene una centenaria tradición, según la cual, su más preciosa reliquia, una bella caja de madera, recubierta de oro y ornada de querubines, es ni más ni menos que la tan buscada Arca.

La caja, custodiada por sacerdote ortodoxo en una alejada iglesia de Aksum, sería el signo visible de la protección de Dios hacia su pueblo elegido.

El viernes pasado, los 31 millones de cristianos etíopes (más o menos la mitad de la población) celebraron las bondades del Arca en la fiesta de Temket o del bautismo de Jesús.

Según la leyenda, el arca llegó a Etiopía gracias a Menelik, hijo de Salomón y de la reina de Saba, quien, ya adulto, visitó a su padre en Jerusalén. Allí robó el arca y se la llevó a Aksum, donde fundó un reino del que fue primer soberano.

Esa dinastía supuestamente iniciada por Menelik gobernó Etiopía hasta el derrocamiento del emperador Haile Selassie en 1974.

«Esta historia del arca no ha podido ser documentada, aunque muchos lo han intentado», reconoce en declaraciones publicadas por el diario de Barcelona «La Vanguardia», el historiador Richard Pankhurst, fundador del Instituto de Estudios Etíopes de la capital, Addis Abeba.

Se sabe que Etiopía se convirtió al cristianismo en torno al año 330, pero la leyenda del Arca no surge hasta el siglo XII, en un claro intento de la dinastía reinante de reclamarse heredera del rey Salomón.

Pese a las oscuridades históricas, persiste la fe en el arca de Aksum de los ortodoxos etíopes, quienes le atribuyen virtudes salvíficas, entre ellas la propia independencia del país, único en África que no ha sufrido colonización en sentido estricto, pese a haber sido ocupado por la Italia fascista entre 1936 y 1941.

En la fiesta recién celebrada de Temket, los fieles etíopes han sacado en procesión los «tabot», unas tablas de madera que simbolizan el arca y que todas las iglesias poseen.

«El «tabot» se lleva en procesión cubierto por un paño y nadie lo ve –revelaba a «La Vanguardia» desde Addis Abeba el misionero salesiano Alfred Roca–. La gente danza y canta a su alrededor y la celebración continúa toda la noche. Al día siguiente se asperge a los fieles con agua, algunos se la llevan a casa, y los jóvenes y niños suelen bañarse en algún río o piscina».

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ZENIT Staff

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