La Iglesia perfila su estrategia a favor de la «cultura de la vida»

Asamblea de la Academia Pontificia para la Vida en el Vaticano

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CIUDAD DEL VATICANO, 1 mar 2001 (ZENIT.org).- Ha comenzado hoy en el Vaticano la asamblea general de la Academia Pontificia para la Vida, una reunión en la que intelectuales católicos y pastores de la Iglesia están perfilando estrategias para promover de manera más convincente la «cultura de la vida».

El Consejo directivo de esta Academia, presidida por el catedrático chileno Juan de Dios Vial Correa, ha querido de este modo que el encuentro, que concluirá el próximo 4 de marzo, sirva para encontrar medios y métodos positivos para promover en toda su belleza el respeto del derecho humano más fundamental.

La asamblea continúa con el trabajo realizado por la Academia en su reunión del año pasado, que sirvió para hacer un balance a nivel social y jurídico sobre el estado del derecho a la vida, en especial en los últimos cinco años del siglo pasado (es decir, a partir de la publicación de la encíclica de Juan Pablo II «Evangelium Vitae», 25 de marzo de 1995). Las conclusiones de aquel encuentro ahora se encuentran recogidas en el volumen «»Evangelium Vitae»: Five Years of Confrontation with the Society».

La Academia fue fundada por Juan Pablo II en 1994 con el objetivo de que sirva para «estudiar, informar y formar sobre los principales problemas de biomedicina y de derecho, relativos a la promoción y a la defensa de la vida, sobre todo en la relación directa que éstos tienen con la moral cristiana y las directivas del Magisterio de la Iglesia».

Pertenecen a la Academia 70 Miembros –nombrados por el Papa–, que representan las distintas ramas de las ciencias biomédicas y aquellas que están estrechamente relacionadas con los problemas concernientes a la promoción y defensa de la vida. También hay 3 Miembros «ad honorem» y Miembros por correspondencia que trabajan en Institutos y centros de estudio sobre la cultura de la vida.

El obispo Elio Sgreccia, vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida y director del Instituto de Bioética de la Universidad del Sagrado Corazón de Roma, en declaraciones concedidas a los micrófonos de «Radio Vaticano» (http://www.radiovaticano.org), explica de dónde proceden hoy los desafíos a la «cultura de la vida».

«Tienen orígenes diferentes –aclara–. Por un lado, son de carácter científico: la ciencia propone recursos, técnicas de intervención sobre la vida humana, como por ejemplo la utilización de embriones humanos como recurso terapéutico o la «píldora del día después», por citar dos casos concretos de actualidad. Se trata de técnicas que pueden destruir vidas humanas o que acaban haciendo del hombre un simple instrumento».

«Existen otros desafíos que pueden ser planteados por la ley –añade monseñor Sgreccia–: se trata de propuestas de ley que hoy existen en el mundo, por ejemplo, sobre eutanasia, aborto o procreación artificial».

Por último, sigue explicando el prelado, «Hay atentados a la vida que son debidos a comportamientos desviados. Pongamos, por ejemplo, el caso del consumo de droga o el contagio de enfermedades infecciosas a causa de una mala expresión de la propia sexualidad».

«De modo que los desafíos a la cultura de la vida proceden de orígenes diferentes, aunque todos surgen de un mismo manantial: la cultura de la muerte –recapitula Sgreccia–. La cultura de la muerte nace de la búsqueda frenética del hedonismo, del placer, de la utilidad del individuo menoscabando otros valores de la persona misma o de otras personas».

El vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida, sin embargo, considera que, a pesar de los desafíos, hay motivos de esperanza: «Los recursos del hombre son prodigiosos cuando son movilizados para el bien de la humanidad y para el bien de las generaciones futuras».

«Y nosotros cristianos, creyentes, en particular –continúa aclarando–, sabemos que podemos contar con la Revelación, con la ayuda de la gracia que regenera continuamente la vida y puede regenerar también la cultura de la vida.

«Obviamente, es necesaria una movilización que no se limite a los individuos, sino que reúna también a grupos y a toda la Iglesia –concluye–. De manera especial, tenemos que dirigirnos a los laicos para que se pongan al servicio de la vida humana, de la familia, de la salud, y propongan una movilización de todas las fuerzas para promover la cultura de la vida».

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ZENIT Staff

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