La Iglesia sumamente preocupada con la Carta europea de Derechos

El presidente del episcopado italiano denuncia graves lagunas

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TURIN, 19 sep (ZENIT.org).- «La Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea, en fase de elaboración avanzada, causa en el estado actual insatisfacción desde varios puntos de vista». Este es el juicio que ofreció ayer el cardenal Camillo Ruini, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y vicario del Papa para la diócesis de Roma, al inaugurar ayer la reunión del Consejo permanente del organismo que preside.

En esta ocasión, la cumbre del episcopado italiano se ha querido reunir en Turín con motivo de la exposición especial de la Sábana Santa, que tiene lugar estos momentos. El purpurado italiano afrontó temas calientes de la situación religiosa y social en Italia y Europa.

El cardenal no escondió su preocupación ante los motivos de inspiración que están condicionando la redacción del texto europeo que debería ser aprobado en la cumbre de Niza de jefes de Estado europeos programada para el próximo mes de diciembre. Europa se ha dado cuenta de que para ser una auténtica comunidad necesita puntos de referencia y valores comunes. Por este motivo, el Consejo Europeo, reunido en junio de 1999, afirmó: «La evolución actual de la Unión exige la redacción de una Carta de derechos fundamentales que permita poner de manifiesto ante los ciudadanos de la Unión la importancia sobresaliente de los derechos fundamentales y su alcance».

El purpurado constató que el Preámbulo de esta Carta, que en cierto sentido pretende ser la piedra angular de la construcción europea, llama a los pueblos europeos a «compartir un porvenir pacífico» fundado sencillamente «en los valores comunes». «Comunes» y nada más, subrayó. El gran texto que debería garantizar los deberes y derechos inalienables de la persona humana en Europa, con consecuencias no sólo para los países que ya son miembros, sino también para los que se sumarán posteriormente (particularmente los de Europa del Este), se basa en una expresión vacía. ¿Cuáles son estos valores «comunes»?

El texto, como constató Ruini, no menciona la raíces histórico-culturales que han dado vida a Europa (y mucho menos las cristianas). Estas raíces han constituido su «alma» y «pueden inspirar también hoy su identidad y misión», añadió.

¿Se trata de un olvido o de una omisión voluntaria? El cardenal no quiso meterse en esta cuestión. El número 4 del Preámbulo justifica, sin embargo, sus temores: «Con la adopción de la Carta, la Unión pretende… reforzar la protección de los derechos fundamentales a la luz de la evolución de la sociedad, del progreso social y de los desarrollos científicos y tecnológicos». De este modo, el texto no defiende los derechos de la persona, si no que los deja a merced de las circunstancias y de la evolución económica o tecnológica (incluida la clonación, por ejemplo).

En el artículo 9 de la Carta se lee que «el derecho a casarse y el derecho a constituir una familia están garantizados según las leyes nacionales que disciplinan su ejercicio». Los encargados europeos de redactar la carta han explicado el sentido de la expresión: «El artículo ha sido formulado de nuevo para tener en cuenta la evolución de la sociedad, con el objetivo de disciplinar los casos en los que las legislaciones nacionales reconocen maneras diferentes al matrimonio para construir una familia». Una manera de equiparar, por tanto, las uniones homosexuales con el matrimonio, al menos a nivel de concepto.

Pero no es todo, hay otros pasajes que suscitan preocupación. El cardenal Ruini mencionó una cuestión particularmente delicada: «La libertad religiosa es afirmada sin hacer ninguna referencia a las dimensiones institucionales propias de las confesiones religiosas en cuanto tales, mientras que algunos derechos individuales parecen propuestos de manera bastante unilateral, corriendo el riesgo de entrar en conflicto con otros derechos legítimos, entre los que se encuentran precisamente los de las confesiones religiosas».

Los pocos meses que quedan para la cumbre de Niza, según se desprende de la crítica del purpurado italiano, se convierten por tanto en una ocasión decisiva para que los gobierno europeos se preocupen por un documento tan importante. La indiferencia con que se trata el tema, incluso entre la opinión pública del viejo continente, podría entenderse como una prueba preocupante del vacío ético que muchos denuncian en Europa.

Puede encontrarse información sobre el documento en elaboración en la página web del Parlamento Europeo: http://www.europarl.eu.int/charter/es/default.htm.

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ZENIT Staff

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