La Iglesia y la educación sexual: Mucho más que sólo decir no

Visiones parciales de la enseñanza católica impiden conocer su auténtico punto de vista

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GLASGOW, sábado, 13 marzo 2004 (ZENIT.org).- Se ataca con frecuencia a la Iglesia católica por sus supuestas opiniones poco científicas y represivas sobre salud y educación sexual. Un ejemplo típico ha sido el comentario de Nicholas Kristof en la página editorial del New York Times del pasado 26 de noviembre.

Kristof acusaba al Vaticano de ser «reaccionario» y de estar «cada vez más fuera de tono» con respecto a los temas sexuales en el mundo en desarrollo. La política del Vaticano sobre condones y educación sobre el sexo seguro, acusaba Kristof, está «a la par con la Iglesia del Papa Urbano VIII que puso a Galileo bajo arresto domiciliario – excepto que ésta tendrá resultado más mortales».

Un fallo frecuente en este tipo de críticas es el centrarse en algunos puntos críticos –no a los preservativos, no a las relaciones prematrimoniales, etc…– mientras se deja de lado el contexto más amplio de las enseñanzas de la Iglesia. De hecho, sus enseñanzas sobre temas sexuales se encuentran dentro del contexto mucho más amplio de la antropología de la persona humana y de la naturaleza profunda de la relación de amor entre un hombre y una mujer.

La Iglesia intentó hace poco explicar sus argumentos, en un comunicado al gobierno escocés como reacción a las recomendaciones hechas el año pasado por un grupo de expertos de política de salud sexual.

Los expertos, que fueron convocados por las autoridades públicas, hicieron más de cien recomendaciones, informó el 13 de noviembre el periódico Scotsman. En su documento, «Enhancing Sexual Well-being in Scotland» (Aumentar el Bienestar Sexual en Escocia), defendían cambios como un acceso más rápido al aborto y condones libres y el establecimiento de centros de salud sexual en los colegios. A consecuencia de la publicación del informe se abrió un proceso de consulta, que ha tenido lugar hasta finales de febrero.

El 1 de marzo, el arzobispo de Glasgow, monseñor Mario Conti, publicaba el texto del comunicado de la Iglesia. La nota de prensa que lo acompañaba hacía notar que las propuestas de noviembre «son una amenaza real y grave a los derechos de los padres, a la labor de los colegios católicos y a la moralidad de la sociedad».
Mucho más que médico

En su introducción al comunicado de la Iglesia, monseñor Conti afirmaba que la principal debilidad del informe de noviembre al Ejecutivo Escocés «es su casi total ‘medicalización’ del problema».

Observaba que un informe del Scottish Medical Advisory Committee de hacía 60 años referente a las enfermedades venéreas insistía en tratar el problema no sólo desde el punto de vista médico, sino también con remedios morales.

Los profundos cambios culturales en la sociedad en las últimas seis décadas significan ahora que muchas personas simplemente ignoran el aspecto moral de la cuestión, observaba el arzobispo. Sin embargo, cambiar el foco de atención al aspecto puramente médico no ha llevado a un mejor estado de la salud sexual, afirmaba. Más bien, las cosas han empeorado.

Un ejemplo es la recomendación del informe de noviembre de que se proporcione a los niños servicios médicos sin conocimiento de sus padres. Una política así, advierte el arzobispo, podría minar «la misma noción de unidad familiar y responsabilidad comunitaria».

El texto del comunicado de la Iglesia fue preparado con ayuda de expertos en derecho, ética, filosofía y educación. «Nuestro principio guía», establecía el comunicado, «es intentar presentar conclusiones que sean plenamente respetuosas con la persona humana y su dignidad inherente».

Definir valores
De entrada, el comunicado desafía los valores que subyacen tras el informe de noviembre. Éste último utiliza términos como «respeto, igualdad, accesibilidad a los servicios clínicos, aprender a lo largo de la vida y bienestar sexual», pero nunca los definen, llevando así a una debilidad de pensamiento, dice el comunicado de la Iglesia.

La Iglesia también apoya conceptos como respeto e igualdad. Pero, esto «no significa que todo aspecto de las elecciones vitales de un individuo tenga igual valor y respeto», dice el texto de la Iglesia. Asimismo, el «concepto de igualdad no puede extenderse a ideas y prácticas que son contrarias al bien común».

Otro concepto borroso en el informe de noviembre es la «inclusión». No queda claro, explica el comunicado de la Iglesia, si esto significa que no se debe excluir a nadie de la ciudadanía o de la parte justa de recursos. No queda claro si significa que todos los puntos de vista filosóficos, políticos y religiosos son considerados en igual lugar en la política del gobierno, incluso si éstos resultan ofensivos para la mayoría de ciudadanos, como son la circuncisión de niñas o la promoción de la homosexualidad.

El papel de la familia
El comunicado de la Iglesia también toca el papel de la familia. Observa que le informe de noviembre reconoce la necesidad de comunicación entre padres e hijos sobre temas sexuales. Sin embargo, el informe presentaba una moralidad negativa subyacente, que la crítica católica parafraseaba como «nadie tiene el derecho a desaprobar el comportamiento sexual de los demás, ni debería hacer comentarios al respecto, o enseñar a sus hijos a hacer juicio sobre esta área de la vida». En otras palabras, el informe de noviembre quita a los padres el derecho a enseñar a sus hijos.

El documento de la Iglesia también insistía en la importancia de las familias para el bienestar de la sociedad. Y la estabilidad familiar, a su vez, depende del apoyo a la institución del matrimonio, afirmaba el texto de la Iglesia. Así defendía que el Estado tiene la responsabilidad de apoyar el matrimonio y no amenazarlo como si fuera sólo otra alternativa de forma de vida.

«Sexo seguro»
El documento eclesial insiste en que es un error ver las relaciones sexuales a través de un prisma meramente médico. La defensa del «sexo seguro», observa, «es en realidad la promoción de la idea de que la promiscuidad es una actividad libre de riesgos».

A parte del aumento de enfermedades sexuales que resulta de la promiscuidad, la Iglesia observa que hay otras razones más profundas para la abstinencia del sexo fuera del matrimonio. «Están conectadas con la integridad personal y el genuino respeto por los demás; incluso en el contexto de la promoción de la salud este comportamiento considerado debería promoverse positivamente».

La Iglesia citaba cierto número de estudios que muestran con abrumadora evidencia, desde varios campos, los beneficios de practicar la abstinencia hasta el matrimonio, no sólo para el marido y la mujer sino también para los niños que crecerán en un ambiente familiar estable. «Es incumbencia del Estado el promover lo que es bueno y positivo, mientras que debe tratar con sensibilidad lo que es dañino», defendía el comunicado.

Tal política es compatible con el respeto por aquellos que escogen vivir de forma diferente, afirmaba la Iglesia, porque la tolerancia hacia su comportamiento es compatible con la elección de una política de sanidad pública que promueva el modelo de relaciones humanas que mejor sirve a los individuos y a la sociedad.

Asimismo, defendía el comunicado, «no resulta discriminatoriamente injusto contra algunos individuos que se haga notar que algunos comportamientos no llevan a la salud sexual, mientras que otros comportamientos la aseguran». Tal política no es una cuestión de imposición de una moralidad, sino una realidad objetiva. La promiscuidad, la homosexualidad y el sexo practicado con menos de 16 años tienen riesgos, observaba la Iglesia.

El comunicado deja claro que las relaciones sexuales implican una serie amplia de consideraciones sobre la persona y la sociedad. Sin esta visión plena, las políticas corren el riesgo de sólo poner vendas a los síntomas.

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ZENIT Staff

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