La importancia de parecer ´gay´

Fino a cinquant´anni fa, l´omosessualità era considerata una
perversione, oggi invece, va proprio di moda, anzi, possiamo assistere alla
nascità di una vera e propria cultura gay. Allo stesso tempo, viviamo in un
periodo, dove la sessualità si è liberata dalla «fatale finalità
riproduttiva». Tutti segni di un cambiamento che va oltre l´ordine
sessuale, scrive l´autore dell´articolo.

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El País 18.05.2000

LA IMPORTANCIA DE PARECER ´GAY´

VICENTE VERDÚ

Ser gay es un distintivo de nuestro siglo XXI. Hace apenas cincuenta años,
la homosexualidad todavía era considerada como una perversión y sus sujetos
sufrían una condena o una desestimación de por vida. Hoy los homosexuales
se exhiben o se declaran como tales, poseen su «orgullo gay», sus barrios,
sus bares, sus publicaciones, sus líderes. Podría parecer que este enjambre
de núcleos gay es todavía una manifestación de guetos, pero basta examinar la moda entre los jóvenes, los tonos en la radio o en la tele, el estilo en la publicidad, las ropas o los diseños gráficos, en general, para concluir
que la homosexualidad es ahora más que un reducto en una sociedad diversa.

Los primeros movimientos de vindicación homosexual comenzaron en los años
sesenta, pero todavía entonces la pugna por la libertad sexual tenía el
acento de lo heterogéneo y la avidez feminista. Hoy, sin embargo, ha
decaído entre los jóvenes el sexo de combate o de afirmación. El sexo no
falta nunca como aventura, pero ha desaparecido la tensión hacia la
revolución sexual, la tonante batalla por el amor libre y la militancia de
los orgasmos clandestinos. Al enérgico orgón de Wilhem Reich ha seguido, en
lo heterosexual, una secuencia de copulaciones sin ideología, más precoces,
habituales y descategorizadas. En cambio, lo nuevo y en auge es la
homosexualidad y vivir naturalmente asociado a una cultura gay sin que sea
preciso, desde luego, serlo. Lo determinante consiste en formar parte de
esa movida, participar de sus estilos, de sus contactos, sus gestos y
algunas de sus preferencias. En las formas de las ropas, en las prendas
ajustadas y cortas que se llevan hoy, en los tejidos elásticos o
semitransparentes, en los pelos teñidos, en la bisutería que luce, impera
la moda gay . No importará si uno es gay, pero la orden tácita es acercarse
a parecerlo, tener amigos homosexuales, declararse a favor de sus derechos,
apoyar la legalidad de sus parejas, flirtear cuando sea oportuno con la
ambigüedad. El homosexual se ha convertido en un icono del estilo del siglo
y no sólo en el orden sexual.

El arte es hoy mestizo, la música es mix, las películas son coproducciones
trasnacionales o interétnicas, las bebidas son combinaciones, los alimentos
son transgénicos, los últimos coches son, ante todo, «híbridos». En esa
producción de ambivalencias, el modelo de la homosexualidad redondea un
tiempo donde la idea de la procreación ha sido sustituida por el universo
de la clonación y el de la creación estética por el de la réplica. Se trata
de un tiempo donde la sexualidad se ha despegado de la fatal finalidad
reproductora de siempre y ahora navega hacia otros posibles destinos.

Todavía en los años sesenta, tras la aparición de la píldora, regía el
imaginario de «máximo de copulación con el mínimo de procreación», pero
ahora se trata de una proclama inversa: «máximo de procreación con el
mínimo de copulación». La sexualidad se ha emancipado de su destino
reproductor y circula como una renovada materia prima por territorios donde
probablemente será reelaborada tanto en sus objetivos como en sus diversas
funciones de placer. La homosexualidad aparece así, en este cruce
histórico, como la opción de una posmodernidad cuya mayor característica es
el amplio proceso de recomposiciones y mixturas. La homosexualidad, en fin,
aparece en la posmodernidad como la sexualidad que ha terminado su
«tradicional» finalidad y que, como ocurre con otras misiones acabadas a
final del XX (la historia, la religión, el arte), se recicla en otros
productos más sutiles. Así, la historia, acabada, se recicla en la figura
del «retro»; la religión, finiquitada, se renueva en la experiencia de los
«sincretismos», y el arte, fenecido, resucita en la ironía del «revival».
Con la ascensión de la homosexualidad hasta el nivel de distintivo
contemporáneo, se cumple además el modelo reivindicativo sobre las
diferencias más sutiles en la biodiversidad, una vez que el discurso más
rudo sobre la manumisión del esclavo pertenece al siglo XIX y el de la
liberación de la mujer tiene su alto desarrollo durante el XX.

© Copyright DIARIO EL PAIS, S.A.

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ZENIT Staff

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