La imposición del "reino del dinero" pone en peligro África, denuncia el Papa

Al presidir la misa en el estadio de Yaundé

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YAUNDÉ, jueves, 19 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- La imposición del «reino del dinero» puede poner en peligro a África, denunció Benedicto XVI este jueves, en la multitudinaria misa que presidió en Yaundé, en el tercer día de su visita a Camerún.

En la celebración eucarística, en la que entregó el «Instrumentum laboris» (documento de trabajo) del segundo sínodo de los obispos de África, que se celebrará en Roma en octubre, el Papa ofreció la clave para el respeto de la cultura africana: «cada ser humano, incluso el más pobre y pequeño, está creado ‘a imagen y semejanza de Dios'».

«En una época en que tantas personas sin escrúpulos quieren imponer el reino del dinero despreciando a los más pobres, tenéis que estar atentos», advirtió el Papa en la homilía ante las 50 mil personas que llenaban el estadio Amadou Ahidjo.

«África, en general, y Camerún en particular, ¡están en peligro si no reconocen al verdadero autor de la Vida!», aseguró.

Dirigiéndose a los «hermanos y hermanas en Camerún y en África», les dijo: «¡habéis recibido de Dios muchas virtudes humanas, cuidad de vuestras almas! No os dejéis fascinar por falsas glorias e ideales falsos. ¡Tened fe!»

«Sí –aseguró–. Seguid creyendo en Dios –Padre, Hijo, y Espíritu Santo–, el único que os ama como vosotros deseáis ser amados, el único que puede satisfaceros, que puede dar estabilidad a vuestras vidas. Sólo Cristo es el camino de la Vida».

Al igual que en otros continentes, siguió diciendo, «la familia –en vuestro país y en África– atraviesa un período difícil, pero la fidelidad a Dios será de ayuda para superarlo».

De hecho, explicó, «algunos valores de la vida tradicional se han trastocado. Las relaciones entre las generaciones se han modificado de una forma que no favorece como antes la transmisión de los conocimientos antiguos y de la sabiduría heredada de los antepasados».

«Con demasiada frecuencia somos testigos de un éxodo rural, pero no como el que se ha conocido en muchos períodos de la historia. La calidad de los lazos familiares queda profundamente afectada».

«Desarraigados y frágiles, los miembros de las generaciones jóvenes, a menudo sin trabajo –por desgracia–, buscan remedios para el mal de vivir refugiándose en paraísos importados, efímeros y artificiales, que –como sabemos– nunca garantizarán al ser humano una felicidad profunda y duradera».

En este contexto, constató, «a veces los africanos se ven obligados a huir de sí mismos y a abandonar todo lo que constituía su riqueza interior».

«Frente al fenómeno de una urbanización galopante, abandonan su tierra, física y moralmente, no como Abraham para responder a la llamada del Señor, sino por una especie de exilio interior que les aleja de su mismo ser, de sus hermanos y hermanas de sangre, del mismo Dios».

«¿Hay una fatalidad, una evolución inevitable?», se preguntó el Papa. «Ciertamente no», reconoció y ofreció la clave para humanizar toda cultura: «cada ser humano, incluso el más pobre y pequeño, está creado ‘a imagen y semejanza de Dios’. ¡Toda persona debe vivir! ¡La muerte no debe prevalecer sobre la vida! ¡La muerte nunca tendrá la última palabra!».

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ZENIT Staff

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