La inmigración, oportunidad para “sentir” la Iglesia universal

Intervención de monseñor Marchetto en un congreso sobre movilidad humana

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BRASILIA, miércoles 16 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- La inmigración, «signo de los tiempos», puede ser una ocasión para experimentar en las iglesias particulares la eclesiología de comunión y misión prevista por la Lumen Gentium en el Concilio Vaticano II.

Así lo manifestó este miércoles monseñor Agostino Marchetto, secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral con Migrantes e Itinerantes, en el III Congreso sobre Pastoral de la Movilidad Humana, que se celebra desde hoy en Brasil.

La pastoral de acogida hacia los migrantes «contribuye a hacer visible la auténtica fisonomía de la Iglesia, y valora la validez ecuménica y dialógico-misionera de las migraciones. También a través de ellas se podrá realizar entre los pueblos el designio de comunión salvífica de Dios», explicó.

Es más, para los inmigrantes católicos se ofrece «la oportunidad privilegiada, aunque dolorosa, de llegar a un mayor sentido de pertenencia a la Iglesia universal, más allá de toda particularidad».

El prelado explicó en primer lugar que, para una lectura acertada del documento basilar de esta pastoral, el Erga migrantes caritas Christi, es fundamental una interpretación correcta de la eclesiología en los documentos del Concilio Vaticano II.

En el Concilio Vaticano II «no se produjo una ruptura con la Tradición», subrayó el prelado, a pesar de que ciertos grupos y corrientes rupturistas «hayan conseguido monopolizar su interpretación».

En la Lumen Gentium, la Constitución sobre la Iglesia, afirma monseñor Marchetto, coexisten la visión de la Iglesia como Cuerpo místico y como Pueblo de Dios, como jerarquía y como comunión, como universal y como particular, sin que haya contradicción, a pesar de ciertas interpretaciones posteriores.

«En efecto, la Iglesia ad intra y ad extra fue el eje fundamental de todo el trabajo conciliar, la respuesta frontal, en Cristo, verdadero hombre y verdadero Dios, a los ‘signos de los tiempos’, el Signo puesto por Dios también entre los migrantes», explicó el prelado.

Por tanto, la pastoral de la Iglesia con los migrantes debe hacerse «en comunión jerárquica con el obispo, el clero, los laicos y los religiosos», y con un concepto de «misión»: «la misión no se realiza sólo en los llamados territorios misioneros, tradicionalmente en Asia o en África, ya que hoy los habitantes de los distintos continentes se trasladan, y con ellos la misión», explicó.

La preocupación, por tanto, de la pastoral con los migrantes debe basarse en la «acogida», el «diálogo» y el «anuncio».

«La Iglesia se hace historia de un pueblo en camino que, partiendo del misterio de Cristo y de las circunstancias de las personas y de los grupos que la componen, está llamada a construir unna nueva historia, don de Dios y fruto de la libertad humana».

«Esta es la trama de la historia que entra en el orden de Dios, en el misterio pascual de muerte y de vida, y también la trama de las alegrías y los dolores de los migrantes, peregrinos en la tierra», concluyó.

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ZENIT Staff

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