La investigación en células estaminales embrionales podría evitarse

Entrevista con monseñor Anthony Fisher, de la Academia Pontificia para la Vida

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ROMA, martes, 2 marzo 2004 (ZENIT.org).- Aunque los resultados procedentes de las «células adultas» son «mucho más prometedores en términos de terapias y de ingresos financieros» que los de investigaciones en células estaminales embrionales, hay científicos que se esfuerzan por este último camino, constata monseñor Anthony Fisher OP, de la Academia Pontificia para la Vida.

En esta entrevista concedida a Zenit, el obispo auxiliar de la archidiócesis australiana de Sydney explica qué puede estar motivando la investigación en células embrionales y describe el actual panorama bioético y de la familia.

Monseñor Fisher es director y profesor de bioética y teología moral del Instituto Juan Pablo II para los Estudios sobre el Matrimonio y la Familia en Melbourne (Australia).

–¿Cuáles considera que han sido los principales resultados de la Academia Pontificia para la Vida en sus diez años de existencia?

–Monseñor Anthony Fisher: La Academia ha reunido a un autorizado grupo de científicos, profesionales sanitarios, filósofos y teólogos para debatir sobre importantes cuestiones y presentar sus propias publicaciones. Algunas de estas publicaciones –por ejemplo, Reflexiones sobre la Clonación– se han convertido en importantes documentos de enseñanza de la Iglesia.

–Límites jurídicos a una serie de cuestiones bioéticas –como la clonación, la investigación en células estaminales, la eutanasia— siguen cayendo. ¿Es optimista o pesimista en cuanto a la posibilidad de lograr cierto control ético en esos aspectos? ¿Cree en legisladores «santos»?

–Monseñor Anthony Fisher: La situación al respecto está lejos de ser homogénea. En algunos lugares las leyes están mejorando (por ejemplo, la prohibición en los Estados Unidos de los abortos militares y, más recientemente, de los abortos por nacimiento parcial). En otros lugares se están manteniendo firmes contra presiones muy fuertes para quebrantar su protección a la vida (por ejemplo, respecto a la eutanasia en muchos países).

En otros sitios las leyes están empeorando (por ejemplo, la legislación sobre la destrucción de los embriones con fines de investigación, o el despacho de fármacos que procurar el aborto y/o la eutanasia). No tengo dudas sobre los beneficios de la proclamación constante del Evangelio de la Vida por parte del actual Papa y las actividades de entidades como la Academia Pontificia para la Vida y el Consejo Pontificio para la Familia.

Pero para preservar las leyes adecuadas y mejorar las perjudiciales necesitaremos legisladores «santos» en el sentido de estar bien informados, ser valientes, determinados, prudentes y eficaces; legisladores que cuiden la formación de la propia conciencia, que oren, evalúen y actúen.

–¿Qué peso tiene el factor económico en el debate sobre las células estaminales?

–Monseñor Anthony Fisher: Creo que la economía es al mismo tiempo decisiva y sorprendentemente irrelevante en este debate. Me explico. Por un lado, está fuera de duda que tras la voluntad de muchos científicos y de quienes les respaldan (universidades, sociedades farmacéuticas, fundaciones, gobiernos…) existe un crudo pragmatismo: obtén resultados –especialmente terapias populares— y obtendrás reputación y beneficios.

Ciertamente esto casa con una convicción genuina de algunos implicados de que ello será de ayuda a la gente. Pero ya sea por una motivación altruista o egoísta, lo que estos promotores de la investigación en células estaminales embrionales tienen en común es la pragmática voluntad de satisfacer a algunos seres humanos para lograr sus objetivos de investigación.

En el proceso abandonan el principio ético de «primum non nocere» [«ante todo no perjudicar», principio de la medicina que antepone, en la elección de una terapia, el requisito de no causar daño al paciente, ndr] y sitúan la investigación científica en una nueva vía muy peligrosa. Y muchos gobiernos, aterrados por la idea de que las economías rivales puedan obtener ventajas, han admitido prácticas que saben que son éticamente peligrosas o al menos dudosas. Mientras tanto, los esfuerzos para obtener una prohibición universal sobre la clonación se obstaculizan.

Por otro lado, si la apuesta parece estar en las investigación en células estaminales adultas, hay científicos (junto a sus promotores comerciales, académicos y gubernamentales) que ponen todos sus esfuerzos en la investigación en células estaminales embrionales. Esto es francamente irracional. Los resultados procedentes de las «células adultas» son mucho más prometedores y de mayor remuneración en términos de terapias y de ingresos financieros. ¿Entonces qué está ocurriendo? Creo que factores como la ideología, una fascinación del pensamiento sobre el inicio de la vida humana, el deseo de obtener reconocimientos (artículos en la revista «Science», premio Nobel, etc.), un fastidioso sentido de culpa por los bancos de embriones congelados… están pesando más en algunas de estas decisiones que incluso el viejo fin de lucro.

–En su opinión, ¿en qué representa el «matrimonio gay» un producto de la disolución de la familia y una amenaza para la vida familiar?

–Monseñor Anthony Fisher: Estoy convencido de que muchos de los que apoyan el «matrimonio gay» o lo desean para sí mismos lo hacen de buena fe. De hecho, sean conscientes o no, su deseo de «remedar» el matrimonio auténtico con un tipo de compromiso socialmente reconocido y de igual estatus y privilegio demuestra la importancia del verdadero matrimonio. Pero no creo que la mayor parte de los partidarios de estas propuestas entienda que imitando una institución especial como el matrimonio –pretendiendo que cualquier clase de otras relaciones sean la misma cosa, suprimiendo todas las formas en las que el verdadero matrimonio es honrado y privilegiado por encima de cualquier otra relación de amistad– puede de hecho perjudicar al matrimonio mismo.

El matrimonio y la familia fundada en el matrimonio, aún notablemente resistentes, están actualmente bajo una fortísima presión y muchas personas están sufriendo las consecuencias. Lo último que necesitamos ahora son nuevos proyectos de ingeniería social que diluyan más la comprensión por parte de la comunidad de la naturaleza y del significado del matrimonio y de las formas de especial apoyo que merece.

Debemos recuperar el sentido de la natural antropología y sociología del matrimonio y de la filosofía y teología del matrimonio, antes que devaluarlo equiparándolo a cualquier otro tipo de relación.

Debemos también tener la claridad y el valor de decir que no todas las relaciones –aún llenas de amor y de compromiso— son matrimonios y que no todas las personas son idóneas para el matrimonio. Esto no debe ser dicho o interpretado como una ofensa. No todas las distinciones son discriminaciones injustas. Existen otras formas de apoyar a las personas para que vivan relaciones sanas, afectuosas y castas fuera del matrimonio.

–Muchos argumentos de la Iglesia en cuestiones de bioética se basan en un fundamento teológico y filosófico que ya no acepta la sociedad moderna. ¿Cómo puede la Iglesia convencer a un mundo cada vez menos cristiano de la validez de sus argumentos?

–Monseñor Anthony Fisher: Francamente, en la medida en que nuestros fundamentos teológicos y filosóficos son verdaderos, debemos esforzarnos en convencer a la gente para que los comparta. No debemos resignarnos al hecho de tener diferentes puntos de partida y así pensar que no podemos encontrarnos. Debemos trabajan en cambio por encontrarnos, corrigiendo toda falsa presuposición por nuestra parte y convenciendo a las personas a que adopten premisas verdaderas por su parte.

Además, creo que existe aún un buen terreno co
mún, más de lo que pensamos. Ya sea una ley natural compartida o una inconsciente herencia cultural judeo-cristiana, tenemos todavía muchos puntos de partida en común con muchas personas de la sociedad moderna sobre los cuales debemos trabajar a fin de identificarlos y a continuación usarlos de modo constructivo.

Un tercer elemento que subrayaría es que deberíamos ser conscientes de que el contraste entre culturas no es sólo entre «la Iglesia» y «el mundo» en estas cuestiones: a menudo ocurre entre personas que pertenecen a la Iglesia o entre los demás. Frecuentemente encontramos aliados fuera de la Iglesia sobre algunas de estas cuestiones fundamentales, mientras que vemos concepciones rivales dentro de la Iglesia.

–Australia, desde el punto de vista de la bioética, podría considerarse como un fantástico «laboratorio» en el que se puede observar cómo se desarrolla un debate ligado a cuestiones de bioética en un país sin sólidas raíces cristianas. ¿Qué opina de ello?

–Monseñor Anthony Fisher: Ciertamente (algunos) científicos y quienes les respaldan tienen una vida fácil en Australia, sin tantos obstáculos éticos ni tabúes culturales respecto a los de culturas más profundamente cristianas. Es una lástima que haya tan poco desafío real al pragmatismo y a las ideologías e intereses de la biotecnología australiana hoy. Si hubiera tal oposición –en lugar del “laissez-faire” y de la estimulación a prácticas contrarias a la ética, incluso por parte de autoridades supuestamente «conservadoras»–, creo que el laboratorio australiano sería menos engreído y perezoso, y más creativo para obtener resultados tan buenos o incluso mejores dentro de los límites éticos. Pero por el momento hay un escaso incentivo para recorrer el camino ético. Otros países deberían evitar repetir el mal ejemplo de Australia al respecto.

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ZENIT Staff

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