La Jornada de la Juventud cambió el corazón de los australianos

Entrevista con María Pineda, misionera de Verbum Dei

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SYDNEY, martes, 9 septiembre 2008 (ZENIT.org).- Australia ya no es la misma. El corazón de los australianos ha sido tocado desde que hace unas semanas más de 223.000 católicos se reunieron en Sydney para celebrar su fe común en el mayor evento celebrado nunca antes Australia, la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

Zenit ha hablado con María Pineda, misionera católica que vive en Sydney, implicada en los preparativos oficiales de la JMJ. Como miembro de la Fraternidad misionera Verbum Dei, María se encarga del cuidado pastoral de los estudiantes en la Universidad Wollongong.

Pineda fue elegida para acompañar al Papa en el barco durante su llegada al puerto de Sydney. Sobre sus sentimientos ante esta experiencia, explica que la noticia le llegó en un momento de su vida en que «necesitaba de nuevo oír la llamada de Jesús y la llamada a saltar a su barca».

«Me sentí –añade– honrada, especial, elegida, privilegiada por esta invitación. Sentí de nuevo la llamada de Jesús».

«El Papa Benedicto representaba para mí Jesús en la barca con sus discípulos, cruzando al otro lado. Y aunque no estreché la mano del Papa ni hablé con él personalmente, sus presencia significó Cristo en mi vida de nuevo». 

María Pineda participó en los preparativos de la Expo de las Vocaciones, uno de los mayores proyectos de la JMJ. Unas doscientas comunidades instalaron stands para exponer su carisma y su misión.

La comunidad de María se implicó de lleno en la Expo. Hicieron turnos para estar día y noche en el stand. Se calculó que al menos cinco mil peregrinos visitaron la Expo cada hora mientras estuvo abierta.

Para María, la Expo de las Vocaciones fue «una ayuda para muchos peregrinos que tenían interrogantes».

«Nosotros empezamos a hacernos preguntas vitales sobre nuestra vida y lo que Dios desea de nosotros, si estamos abiertos a Dios –añade–. La JMJ es un medio excelente para abrir nuestros corazones a Dios, porque a través de la relación con otros peregrinos, abrimos nuestros corazones no sólo a los otros sino a Dios. Cuando una persona se abre a Dios, empiezan las preguntas: ¿A dónde estoy yendo con mi vida? ¿Cómo estoy viviendo? ¿Qué desea Dios de mí?».

«Si alguien tiene un interrogante en su corazón –explica María–, y no hay nadie a quien pueda preguntar, la oportunidad pierde su impulso. La expo de las Vocaciones aprovechó el impulso y nosotros hablamos con jóvenes de todo el mundo -Alemania, Francia, España, Nueva Zelanda, África, EE.UU, Filipinas, Suiza, Holanda y muchos otros países, y por supuesto ¡Australia!–. Cómo proseguirán su vocación no podemos saberlo. La Expo de las Vocaciones ofreció el espacio en el que podían hacer preguntas y encontrar algunas respuestas».

Sobre el impacto de la JMJ en los estudiantes de la Universidad de Wollongong, donde ella trabaja, María indica que el 85% de los peregrinos iban por primera vez. Y esto es verdad también para los estudiantes de esta universidad.

«El impacto permanece, incluso después de cincuenta días. Antes de la JMJ estos estudiantes no estaban interesados en Cristo ni participaban en la vida de la Iglesia. Después de la JMJ se han hecho más despiertos, y buscan modos de guardar y mantener viva esta experiencia, y de participar en la vida de fe del campus. Tenemos Misa en el campus semanalmente, y después de la JMJ la asistencia se ha duplicado. Esto ha sucedido también en muchas parroquias. Los estudiantes después de la JMJ están más entusiasmados con Jesús, y más abiertos a decir que son creyentes».

En este sentido, María Pineda recuerda que la JMJ «no es sólo una semana de actividades, centrada en el Papa y el encuentro entre jóvenes. Consiste también en dos años de preparación, construyendo la vida de las parroquias, de los grupos juveniles, y usando el evento como palanca para dar vida de nuevo a la Iglesia. Y ahora tras la JMJ podemos ver que esta semilla que fue plantada tan diligentemente está creciendo en la vida de la Iglesia Australiana».

Acerca del impacto de la JMJ y de la visita del Papa en la población australiana en general, María comenta que «todos en Australia conocían el evento a través de los medios que le dieron un buen tratamiento».

«La policía –explica– recibió el agradecimiento de los jóvenes por su servicio. Los conductores de autobús fueron acogedores cuando llevaban a los peregrinos. Se ofrecieron voluntariamente a hacer viajes extra por la amabilidad de los peregrinos hacia ellos. Era verdaderamente una celebración de fe que se salía de los límites de los espectadores normales. Fue inevitable para quienes no estaban implicados ser tocados de algún modo por los peregrinos en el transporte público, paseando por las calles, cantando y hablando, y siendo felices. Muchas de las actividades de la JMJ eran en torno al centro de la ciudad, de manera que trabajadores de oficinas, comerciantes y otros transeúntes no pudieron evitar participar en el espíritu contagioso de la JMJ».

«La JMJ fue una implícita declaración de ‘Nosotros creemos’ y sirvió como palanca para entrar en diálogo con no creyentes, con otras confesiones religiosas, católicos no practicantes, otros cristianos comprometidos, etc. Era fácil hablar de Dios, sobre Jesús, sobre la fe, porque todos tuvieron noticia de la JMJ a través de los medios».

Y cita un ejemplo «impactante»: las estaciones del Vía Crucis fueron representadas en el centro de Sydney. «Mientras Jesús caminaba de una estación a otra, toda la ciudad estaba en completo silencio y en actitud de oración y respeto: creyentes y no creyentes. Hubo un clima increíble de oración en medio de un ambiente muy secular».

Para esta misionera, «el Papa impactó a la gente de Australia precisamente por ser la persona que es: el líder de nuestra Iglesia. Su actitud suave y amable caldeó los corazones de los peregrinos en una noche de vigilia muy fría. Y la gente de Australia lo recordará por la revolución que provocó en la ciudad de Sydney en 2008».

«Creo que las próximas JMJ continuarán el impacto no sólo en los países de acogida sino en el mundo. Por tanto, Madrid, España, puede prepararse ¡porque no saben lo que les espera en 2011!», concluye.

Por Angela Reddemann, traducido del inglés por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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