La Jornada de la Juventud de Madrid tendrá un sabor único

Entrevista con el obispo auxiliar de Madrid y coordinador de la organización, monseñor Franco

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MADRID, domingo, 29 de agosto de 2010 (ZENIT.org).- Monseñor César Franco, además de ser uno de los tres obispos auxiliares de Madrid, tiene la tarea de ser el coordinador general de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

A un año de la celebración de este acontecimiento destaca en esta entrevista cuáles serán las características propias de la celebración de la JMJ en Madrid, en agosto de 2011.

-Monseñor, ¿por qué debería asistir un joven a la JMJ?

Monseñor César Franco: Hay muchas razones para asistir: Yo le diría a un joven que con su presencia la Iglesia es más joven y él más Iglesia. Le animaría asistir para que viviera en plenitud el hecho de ser católico, universal. Si es creyente, le invitaría a compartir su fe y su vida con los demás; si es creyente a medias, para salir más fortalecido; si cree poco, porque estoy seguro que Cristo pasará junto a él, le mirará, le amará y aumentará su fe. Y si no cree, para que abra la puerta a Cristo, que no deja de buscarnos.

-¿Por qué una reunión de jóvenes?

Monseñor César Franco: Los jóvenes importan mucho a la Iglesia. Son el futuro en todos los órdenes de la vida. También el futuro de la Iglesia. La Iglesia cree en las posibilidades de los jóvenes, en su capacidad de darse y de amar a Cristo cuando lo encuentran. Estas Jornadas son, además, una ocasión para que los jóvenes del mundo se encuentren, oren, compartan su fe y la celebren gozosamente. Las Jornadas son una manifestación de la juventud de la Iglesia, una fiesta de la fe en torno a Cristo resucitado.

-¿Qué impacto cree que va a tener en la Iglesia en España?

Monseñor César Franco: No soy profeta y no puedo predecir el impacto que tendrá en la Iglesia de España. Aún así, creo que nuestra Iglesia saldrá fortalecida y animada ante el testimonio de los jóvenes, que, a pesar de las dificultades ambientales, siguen a Cristo, se fían de él y procuran serle fieles. En todos los lugares donde se ha celebrado la Jornada Mundial de la Juventud, la Iglesia ha recuperado confianza en sí misma, han renacido las vocaciones para el sacerdocio y la vida consagrada y se ha evaporado el mito de que los jóvenes no quieren saber de Cristo ni de su Iglesia.

-¿Qué aporta cada país a la JMJ? ¿Qué va a aportar España?

Monseñor César Franco: Cada país aporta su propia riqueza, su historia, su tradición. La fe es una, indudablemente, pero cada pueblo aporta a la fe sus propios acentos, su vivencia propia.

En España, por ejemplo, la Semana Santa se vive no sólo en la liturgia de las catedrales, parroquias e iglesias. Se vive también en la calle, con las procesiones. Tenemos un hermoso patrimonio artístico, los llamados pasos, que queremos mostrar en el gran Via Crucis del Viernes Santo que presidirá el Papa.

España es también un país de rica tradición eucarística y mariana. En la Vigilia de jóvenes, será mostrada la Eucaristía en la custodia de Arfe, que generosamente ha puesto a nuestra disposición la diócesis de Toledo.

Son ejemplos para mostrar que España aportará su propio ser, el de una nación de rica y fecunda tradición católica desde los mismos orígenes del cristianismo. Basta mirar a los santos patronos de la JMJ para darse cuenta de lo mucho que ha aportado y puede aportar España.

-La JMJ supone un gran esfuerzo preparatorio tanto económico como en recursos humanos, ¿no sería mejor emplear estos esfuerzos a otras tareas como la construcción de templos o al apoyo a la labor vocacional o proselitista de la Iglesia?

Monseñor César Franco: En la Iglesia hay que hacer de todo. En Madrid, concretamente, no se han dejado de construir templos en estos últimos años y seguiremos haciéndolo siempre que sea necesario.

Trabajamos también en la pastoral vocacional, en la misión evangelizadora fuera y dentro de nuestra diócesis. Impulsamos el trabajo en los medios de comunicación social. Y la tarea que realizamos desde la Cáritas diocesana es inmensa. Y como Madrid, todas las demás diócesis.

Pero estos encuentros son necesarios para la misma misión evangelizadora de la Iglesia y por eso se hacen con la ayuda de todos. De esto es consciente nuestro pueblo y ayuda con mucha generosidad. Todo lo que hace la Iglesia por desarrollar su misión es importante.

-Además del impacto espiritual en los asistentes, ¿afecta también a la sociedad en que se celebra la JMJ? ¿Cómo le gustaría que fuera ese impacto?

Monseñor César Franco: Yo diría que las Jornadas de la Juventud dejan en los lugares donde se han celebrado ‘el buen olor de Cristo’. Es una experiencia común que la gente, aun los que no creen, queda impactada por la alegría de los jóvenes, por su buen hacer.

Los recelos iniciales, al anunciarse una gran multitud de jóvenes, desaparecen pronto y dan paso a una simpatía generalizada. Naturalmente son jóvenes con sus virtudes y defectos, pero vienen como peregrinos en busca de lo que da sentido a la vida del hombre: Dios, Cristo, la vida eterna. Y esto siempre impacta a quienes piensan que esta vida es la definitiva.

La peregrinación siempre mira al más allá, no se detiene ni siquiera en la meta física. Apunta a la meta eterna, que es la casa del Padre. Este es el impacto que me gustaría que dejaran los jóvenes en Madrid, el de una juventud que camina hacia Dios dejando a su paso el buen olor de Cristo.

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ZENIT Staff

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