La lección de la caída del muro de Berlín: No encerrar la fe

El portavoz vaticano analiza el papel de Juan Pablo II veinte años después

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 8 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Veinte años después de la caída del muro de Berlín, el portavoz de la Santa Sede constata que muchos no han entendido todavía la lección de aquel acontecimiento histórico: la fe no puede ser encerrada en la esfera privada.

El padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha analizado en el editorial del último número de «Octava Dies», semanario del Centro Televisivo Vaticano, el papel que desempeñó Juan Pablo II en aquel acontecimiento que cambió la historia de la humanidad el 9 de noviembre de 1989.

«¡Qué gran fiesta para el pueblo en Berlín!», reconoce el portavoz al recordar el derrumbe del símbolo de la guerra fría. «¡Cuánto estupor y cuánta alegría en toda Europa y en el mundo viendo y volviendo a ver aquellas imágenes increíbles!».

«Durante casi treinta años quien intentaba superarlo huyendo hacia la libertad arriesgaba la vida, decenas y decenas de personas habían muerto ante los ojos horrorizados de los testigos que pasaban. Habían creído que la gran prisión protegida por el muro –y con mayor amplitud por el ‘telón de acero’– iba a resistir todavía por muchos años».

«Sin embargo, las aspiraciones de libertad y las debilidades intrínsecas en los regímenes fundamentados sobre una ideología enemiga de Dios y de la persona humana habían trabajado en profundidad en los pueblos del Este, preparando un derrumbamiento histórico, sin estar acompañado – acontecimiento afortunado y raro – por grandes derramamientos de sangre».

«Sin querer simplificar un proceso histórico extremadamente complejo», el padre Lombardi recuerda «el papel de la elección y la persona de Juan Pablo II, de sus viajes a un Polonia que en gran parte permaneció fielmente católica y de sus consecuencias sobre las aspiraciones y el anhelo de libertad de su pueblo y de los pueblos vecinos».

Cuando después el pontífice, ya anciano, atravesó la puerta de Brandeburgo, en Berlín, reconoce el padre Lombardi, «no solamente Alemania estaba unificada, sino que Europa respiraba con sus dos pulmones, el del Oeste y del Este, y la fe cristiana había demostrado que una vez más había contribuido a la unión y a la civilización del continente, superando la prueba cruel del ateísmo de Estado».

«Es bueno recordarlo, cuando se insiste en reducir esta fe en el ámbito estrictamente privado», , afirma el padre Lombardi, pocos días después de la sentencia del Tribunal europeo de Derechos Humanos que prohíbe los crucifijos en las escuelas.

Ahora bien, concluye, «en el mundo, por desgracia, se han levantado y se levantan otros muros. Continuaremos comprometidos esperando festejar, al final, también su inutilidad y su derrumbe».

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ZENIT Staff

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