La lejanía de Dios es lejanía de uno mismo, explica Benedicto XVI

Al presentar la relación entre fe y razón en san Agustín de Hipona

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 30 enero 2008 (ZENIT.org).- Cuando el ser humano se aleja de Dios se aleja de sí mismo, considera Benedicto XVI.

Lo explicó a los cinco mil peregrinos congregados en el Aula Pablo VI del Vaticano para participar en la audiencia general, en la que por tercera ocasión habló de san Agustín de Hipona, en esta ocasión, en particular sobre el tema fe y razón.

Presentó el «itinerario intelectual y espiritual» del filósofo y teólogo –al que consagró su tesis doctoral el joven Joseph Ratzinger– como «un modelo válido también hoy en la relación entre fe y razón, tema no sólo para hombres creyentes, sino para todo hombre que busca la verdad, tema central para el equilibrio y el destino de todo ser humano».

«Estas dos dimensiones, fe y razón, no deben separarse ni contraponerse, sino que deben estar siempre unidas», aclaró.

Para ilustrar su propuesta, presentó las famosas dos fórmulas con las que Agustín expresó esta síntesis coherente entre fe y razón: «»cree para comprender», creer abre el camino para cruzar la puerta de la verdad; pero también y de manera inseparable, «comprende para creer», escruta la verdad para poder encontrar a Dios y creer».

«La armonía entre fe y razón significa sobre todo que Dios no está lejos –subrayó el Santo Padre–: no está lejos de nuestra razón, de nuestra vida; está cerca de todo ser humano, cerca de nuestro corazón y de nuestra razón, si realmente nos ponemos en camino.

«La presencia de Dios en el hombre es profunda y al mismo tiempo misteriosa, pero puede reconocerse y descubrirse en la propia intimidad», pues como dice el obispo de Hipona: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti».

«La lejanía de Dios equivale, por tanto, a la lejanía de sí mismos», reconoció Benedicto XVI, algo que san Agustín explicaba con estas palabras de sus «Confesiones»: «Tú estabas, ciertamente, delante de mí, mas yo me había apartado de mí mismo y no me encontraba».

«Esto es importante –insistió–: quien está lejos de Dios también está lejos de sí mismo, alienado de sí mismo, y sólo puede encontrarse a sí mismo si se encuentra con Dios. De este modo logra llegar a su verdadero yo, su verdadera identidad».

«Agustín encontró a Dios y durante toda su vida hizo su experiencia hasta el punto de que esta realidad –que es ante todo el encuentro con una Persona, Jesús–cambió su vida, como cambia la de cuantos, hombres y mujeres, en todo tiempo, tienen la gracia de encontrarse con él», concluyó el Papa.

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ZENIT Staff

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