La Ley sobre Fecundación Artificial aprobada en Italia no es «católica»

Advierte el vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida

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ROMA, 15 diciembre 2003 (ZENIT.org).- Una ley que admite la fecundación «in vitro» no es lícita desde el punto de vista de la moral católica, constató monseñor Elio Sgreccia, vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida, respecto a la Ley sobre Fecundación Artificial que aprobó el Senado italiano el jueves pasado.

Con 169 votos a favor, 92 en contra y 5 abstenciones, la nueva norma prohíbe el recurso a la fecundación heteróloga –con gametos que no pertenezcan a los progenitores– y limita el acceso a estas técnicas a parejas de mayores de edad, de sexo distinto, casados o con convivencia estable, en edad potencialmente fértil y ambos vivos.

Además, el texto prohíbe las pruebas genéticas preventivas, la experimentación en cualquier embrión humano, su congelación y su clonación, sin olvidar duras sanciones para los médicos que se salten estas restricciones.

A causa de estas restricciones, la norma ha sido calificada por muchos detractores en la prensa como «católica», un «primer equívoco que hay que aclarar» porque la ley «no refleja la moral católica», advirtió monseñor Sgreccia ante los micrófonos de Radio Vaticana.

«Todos saben –y es bueno que se repita–, que para la visión católica de la vida y de la procreación» el hijo debe ser concebido «dentro de un acto de amor conyugal», explicó el prelado.

De ahí que «una ley que admite una concepción en probeta nunca sea considerada lícita», aclaró.

«Aquellos que han promovido esta ley, la han llevado adelante con insistencia y valor, católicos y no católicos –recalcó el obispo Sgreccia–: han trabajado como ciudadanos preocupados por los daños que pueden venir no sólo del “salvaje lejano oeste” que existía hasta [el jueves], sino por la procreación artificial en sus distintas tecnologías, que se multiplican cada vez más».

En su opinión, «han intentado reducir el perjuicio en puntos importantes: por ejemplo, evitar la congelación de embriones», de «criaturas humanas» en un «infierno de hielo que este siglo, armado de tantas posibilidades científicas, ha puesto por obra por un utilitarismo despiadado, para hacer de estas criaturas víctimas de experimentaciones, en cualquier caso destinadas a la supresión».

La nueva ley limita «las posibilidades de la procreación artificial al menos dentro de la familia, de forma que el hijo que nazca pueda reconocer a un padre y a una madre».

Ello constituye «una ventaja muy importante para la educación, para la identidad, para el crecimiento psicológico y moral del hijo», observó.

«No es una broma lo que se ha conseguido», constató monseñor Sgreccia. Pero «con todo, no podemos decir que la ley se ajuste a la moral católica o que sea perfecta en todos sus puntos», subrayó.

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ZENIT Staff

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