La liturgia se comprende con el corazón, aclara el cardenal Danneels

Intervención en el Congreso Internacional de Liturgia

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BARCELONA, lunes, 8 septiembre 2008 (ZENIT.org).- El cardenal belga Godfried Danneels ha aclarado que para comprender la liturgia no es suficiente la razón, hace falta también el corazón.

El purpurado ha hablado en el Congreso Internacional de Liturgia que ha tenido lugar el 4 y 5 de septiembre en Barcelona para celebrar los 50 años del Centro de Pastoral Litúrgica de esta archidiócesis catalana (www.cpl.es). 

Para el presidente de la Conferencia Episcopal de Bélgica, la liturgia es un misterio, con lo cual no todo tiene que ser entendido, pues no necesita una comprensión «puramente cognitiva» sino que se trata de «comprender con el corazón». 

Después de puntualizar que «la renovación litúrgica ha aportado un cambio importante en la relación entre Iglesia y civilización, Iglesia y mundo, Iglesia y cultura», recordó cómo la cultura litúrgica anterior al Concilio Vaticano II estaba marcada por la distancia entre el sacerdote y el pueblo y dijo que «la disposición material del espacio y sobretodo el empleo del latín marcaban muy claramente la distancia»· 

«La participación activa es un regalo del Concilio a la Iglesia», considera el arzobispo de Malines-Bruselas, pero matiza que «tal como cada rayo de sol provoca también sombra, puede nacer una especie de apropiación de la liturgia por la comunidad local o por el celebrante». 

«Es bueno desligar la liturgia de su carácter intocable pero no por ello ésta se convierte en la propiedad de una comunidad local o de un sacerdote individual», advirtió en el congreso litúrgico. 

«El sujeto de la liturgia es Cristo y no la comunidad celebrante. No es preciso por ello poner en práctica unas imposiciones sino un proceso educativo en el que los creyentes aprendan a entrar en un misterio que les supera: una acción de Dios a favor de ellos antes de que sea una acción del hombre a favor de Dios», dijo. 

Poniendo como ejemplo la celebración de la Eucaristía, resaltó que «no somos creadores, somos los guardianes y los servidores de los misterios que nos son dados y que vienen de otra parte y de antes que nosotros». 

«Resulta particularmente difícil en un tiempo de transformaciones y deconstrucciones de inspiración técnica, cultivar la auténtica actitud litúrgica», apuntó el purpurado. 

Constatando que la dimensión contemplativa en las personas ya no es evidente en nuestro tiempo sugirió «aprenderla».  

«Es mérito del Concilio haber hecho la liturgia más comprensible, en particular gracias al uso de la lengua vernácula», afirmó. 

Comprender lo que uno hace es una «exigencia fundamental de la celebración», añadió, pues «la incomprensibilidad de la liturgia, antes del Concilio, no era sólo una consecuencia de la lengua de las celebraciones». 

El cardenal recordó que no todo tiene que traducirse y comprenderse: «Hay términos que pertenecen a la «lengua materna» del cristiano y no pueden traducirse, como «resurrección», «eucaristía», «misericordia», «pecado».  

«Se dice que ciertas imágenes bíblicas ya no serían comprensibles en nuestra cultura: ya no hay pastores ni rebaños para el hombre de las ciudades de hoy. Tales aserciones deben ser puestas seriamente en duda: toda poesía utiliza palabras e imágenes que no existen en la vida cotidiana. No es necesario haber visto un ángel para saber lo que es», sugirió. 

Así, «la eliminación o la abreviación no son una buena respuesta. Un proceso educativo lento y paciente de formación bíblica y litúrgica es mucho mejor», animó.  

Por Miriam Díez i Bosch

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ZENIT Staff

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