La Madre Teresa, «una de las más grandes misioneras del siglo XX», según el Papa

Recibe a sus hijos espirituales 24 horas después de la beatificación

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CIUDAD DEL VATICANO, 19 octubre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II presentó este lunes a la Madre Teresa de Calcuta como «una de las más grandes misioneras del siglo XX» al recibir a más de 6.000 peregrinos que habían participado en la beatificación de la religiosa el día anterior.

«Misionera con el lenguaje más universal –aclaró dirigiéndose en particular a los cientos de Misioneras y Misioneros de la Caridad– el de la caridad sin límites ni exclusiones, sin preferencias, con la excepción de los más abandonados».

La lluvia, que en ocasiones a ráfagas se había abatido sobre la plaza de San Pedro del Vaticano no había desalentado a los peregrinos a participar en la misa de acción de gracias por la beatificación de la religiosa de origen albanés celebrada en la mañana por el cardenal portugués José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

A continuación, los que pudieron entrar, se dirigieron a la Sala de las Audiencias Generales del Vaticano para encontrarse con el Papa quien les dirigió un discurso, leído en parte en italiano e inglés por dos sacerdotes.

Juan Pablo II comenzó saludando a sor Nirmala Joshi, la superiora general de las Misioneras de la Caridad y recordó «el día en que la Madre Teresa vino a Roma para presentármela personalmente».

«No hay duda de que la nueva beata ha sido una de las más grandes misioneras del siglo XX –constató–. De esta mujer sencilla, proveniente de una de las zonas más pobres de Europa, el Señor hizo un instrumento elegido para anunciar el Evangelio a todo el mundo, no con la predicación, sino con gestos cotidianos de amor a los más pobres».

«Misionera de Dios que es caridad, que tiene preferencia por los pequeños y humildes, que se inclina sobre el hombre herido en el cuerpo y en el espíritu», fue la definición que utilizó para hablar de Agnes Gonxha Bojaxhiu, a la que elevó a los altares el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND).

«Dios hizo esto en la Persona de su Hijo, hecho hombre, Jesucristo, buen samaritano de la humanidad. Y sigue haciéndolo en la Iglesia, especialmente a través de los santos de la caridad. La Madre Teresa brilla de manera especial entre ellos».

«Dónde encontró la Madre Teresa la fuerza para ponerse completamente al servicio de los demás? », se preguntó el Papa.

«La encontró en la oración y en la contemplación silenciosa de Jesucristo, su Santa Faz, su Sagrado Corazón –respondió–. Ella misma dijo en una ocasión: «El fruto del silencio es la oración; el fruto de la oración es la fe; el fruto de la fe es el amor; el fruto del amor es el servicio; el fruto del servicio es la paz».

«Paz –añadió–, incluso junto a los moribundos, incluso junto a las naciones en guerra, incluso ante los ataques y las críticas hostiles. La oración llenó su corazón con la misma paz de Cristo y le permitió irradiar esa paz a los demás».

«Siempre habló en defensa de la vida humana, incluso cuando su mensaje no era bienvenido –recordó el Papa–. Toda la existencia de la Madre Teresa fue un himno a la vida. Sus encuentros diarios con la muerte, con la lepra, con el sida, y con todo tipo de sufrimiento humano hicieron de ella una convincente testigo del Evangelio de la vida».

«Su misma sonrisa era un «sí» a la vida, un gozoso «sí», nacido de una profunda fe y de un profundo amor, un «sí» purificado por el crisol del sufrimiento. Renovó ese «sí» cada mañana, en unión con María, a los pies de la Cruz de Cristo. La «sed» de Jesús crucificado se convirtió en la sed de la Madre Teresa y la inspiración de su camino de santidad».

«Vosotros, hijos e hijas de la Madre Teresa, sois los signos más elocuentes de esta profética fecundidad –concluyó el Papa ante los numerosos saris que daban color a la Sala de las Audiencias–. Conservad inalterado su carisma y seguid su ejemplo, y ella desde el Cielo no dejará de apoyaros en el camino cotidiano».

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ZENIT Staff

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