La mentalidad anti-religiosa amenaza la libertad, dice el Papa

Al recibir al nuevo embajador de los Países Bajos ante la Santa Sede

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes 21 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- La libertad se ve amenazada en el mundo tanto por limitaciones legales como por la mentalidad anti-religiosa que existe en el interior de algunas sociedades, afirmó Benedicto XVI este viernes al recibir al nuevo embajador de Holanda ante la Santa Sede.

En su discurso con motivo de la presentación de las cartas credenciales del embajador Joseph Weterings, el Papa se mostró alentado por la intención del Gobierno holandés de promover la libertad de religión, “un tema de particular preocupación para la Santa Sede en la actualidad”.

“La libertad está amenazada en algunas partes del mundo por las limitaciones legales, pero también por la mentalidad anti-religiosa en el interior de algunas sociedades, incluso donde la libertad religiosa disfruta de la protección de la ley”, afirmó.

“Por lo tanto -continuó- es de esperar que su Gobierno esté vigilante de manera que la libertad de religión y de culto continúe siendo protegida y promovida, tanto en su país como en el extranjero”.

El Pontífice también se mostró “alentado por los pasos que el Gobierno holandés ha realizado para evitar el abuso de drogas y prostitución”.

“Mientras que su nación ha defendido siempre la libertad de los individuos a tomar sus propias decisiones, sin embargo las decisiones que pueden hacer que se dañen a sí mismos o a otras personas deben ser desalentadas por el bien de los individuos y de la sociedad en su conjunto”, declaró.

El Obispo de Roma señaló que “el magisterio social de la Iglesia, como sabe, pone mucho énfasis en el bien común, así como en el bien integral de los individuos, y en la atención necesaria siempre para discernir si los derechos percibidos están verdaderamente de acuerdo con los principios naturales”.

En su discurso, el Papa también destacó que “la Santa Sede no es un poder económico o militar”, y que “su voz moral ejerce una considerable influencia en todo el mundo”.

“La posición moral de la Santa Sede no se ve afectada por los intereses políticos o económicos de una nación-Estado o las preocupaciones electorales de un partido político”, indicó.

“Su contribución a la diplomacia internacional consiste en articular ampliamente los principios éticos que deben apuntalar el orden social y político, y llamar la atención sobre la necesidad de actuar para remediar las violaciones de tales principios”, continuó.

“Evidentemente -añadió- lo hace desde la perspectiva de la fe cristiana, pero como observé en mi reciente discurso al Parlamento alemán, el cristianismo ha señalado siempre la razón y la naturaleza de las fuentes de las leyes sobre las que debe construirse un Estado de derecho”.

“Por lo tanto el diálogo diplomático al que la Santa Sede se compromete no se lleva a cabo por razones confesionales o pragmáticas sino en la base de los principios universalmente aplicables que son tan reales como los elementos físicos del entorno natural”, agregó.

El Pontífice indicó en este sentido que “al actuar como voz de los que no la tienen y defendiendo los derechos de los débiles, incluyendo los pobres, los enfermos, los no nacidos, los ancianos y los miembros de grupos minoritarios que sufren injusta discriminación, la Iglesia pretende promover siempre la justicia natural así como su derecho y deber de hacerlo”.

“Mientras reconoce con humildad que sus propios miembros no siempre viven en los altos niveles que ella plantea, la Iglesia no puede hacer otra cosa que continuar instando a todo el mundo, sus propios miembros inclusive, a buscar qué se puede hacer de acuerdo con la justicia y la recta razón y oponiéndose a lo que le es contrario”, subrayó.

Como áreas de preocupación común entre la Santa Sede y los Países Bajos, Benedicto XVI citó algunas nombradas por el mismo embajador en el acto de hoy, como “la necesidad de promover la paz global a través de la resolución de conflictos y a través de la oposición a la proliferación de armas de destrucción masiva”.

También “la necesidad de fomentar el desarrollo y de promover la autosuficiencia de los países emergentes”, la respuesta humanitaria generosa cuando se necesita ayuda humanitaria en todo el mundo y “la necesidad de defender la dignidad humana”.

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ZENIT Staff

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