"La migración pertenece a la tradición cristiana"

Intervención del cardenal Antonio Maria Vegliò en la XX Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio de la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes

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El cardenal Antonio María Vegliò abrió ayer la sesión de apertura de la XX Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio de la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes inaugurada en Roma, y que finalizará el 24 de mayo.

El cardenal comenzó recordando que «estamos aquí reunidos para retomar nuestro camino hacia una mejor compresión de la migración forzada en relación con nuestra fe y a la solidaridad con quién se ve obligado a dejar su casa, y para individuar respuestas más adecuados».

Explicó el purpurado que «la migración y el modo de entenderla han cambiado. Hace años la diferencia entre migración voluntaria e involuntaria (migrantes por motivos de trabajo y refugiados) ha sido definida más netamente. Actualmente tal diferencia se ha convertido en vaga e indistinta, a veces también controvertido y discutido».

Se refirió también «al tráfico de seres humanos existente en la mayor parte de los países, bajo formas diversas. Se trata personas que han sido engañadas sobre los objetivos del trabajo y por tanto están sujetos a explotación» y recordó que se estima que al menos 100 millones de personas hemos han abandonado sus casas o se encuentran en el exilio.

El cardenal resaltó del mismo modo que son varias las asociaciones que trabajan por los derechos de los inmigrantes. El Alto Comisariado de Naciones Unidas por los Refugiados (ACNUR) está encargado de tratar los diversos aspectos de las personas refugiadas, incluida la búsqueda de soluciones. También está la Agencia de las Naciones Unidas para el Socorro y el Trabajo por los Refugiados Palestinos del Próximo Oriente (UNRWA) que se ocupa de los refugiados palestinos.

A continuación recordó que no obstante los progresos realizados «se puede observar también otra tendencia que contrasta, constituida por la ampliación de los mandatos y de la mayor atención hacia quién se ve obligado a emigrar», por otro lado «la actitud de los países industrializados y en los países del sur ha cambiado en sentido negativo, con el fin de hacer más difícil la vida a los que piden asilo».

La presencia de personas forzosamente desarraigados, continuó, «se ve como un problema y no como un signo de un dilema más profundo. Esto va acompañado con una actitud de rigidez por parte de la opinión pública y está amenazando el espacio de protección».

La protección, dijo, «comprende todas las actividades finalizadas a obtener el pleno respetos de los derecho de la persona en conformidad a la carta y al espíritu de los órganos competentes de la ley. Se compone de derechos civiles y políticos, como también de derechos económicos, sociales, culturales y religiosos. Entre estos derechos están la libertad de movimiento dentro del país, la práctica de la religión y la educación religiosa, el derecho al trabajo y el acceso a la vivienda». Y afirmó «no cumplir estos derechos tiene consecuencias dramáticas».

Sobre el papel de la Iglesia y del cristianismo, el cardenal recordó que «desde sus orígenes siempre ha tenido una actitud abierta al débil y al extranjero. La migración pertenece a la tradición cristiana», ya que «la difusión del Evangelio, cuando los apóstoles y sus sucesores dependían de la acogida y la hospitalidad que les ofrecían, ha hecho que la hospitalidad se convirtiera en marca de fábrica de la Iglesia». La solidaridad, explicó a continuación «está unida a la compresión de que nosotros somos una sola familia humana, sean cuales sean nuestras diferencias nacionales, raciales, étnicas, económicas e ideológicas y dependemos los unos de los otros. La solidaridad es fruto del amor y la justicia puestos en práctica».

En las conclusiones de su intervención, el cardenal Vegliò recordó que «los gobiernos, las organizaciones  no gubernamentales y, en general, todos tienen en deber de sentirse implicados en las cuestiones que tocan las personas desarraigadas a la fuerza. Un responsabilidad particular se recae en la comunidad de Cristo, la Iglesia».  Al igual que Jesús mostraba amor y compasión con los enfermos, extranjeros y personas que sufrían, «también nosotros estamos invitados a dar testimonio de este mensaje de esperanza para todos, la Buena Noticia para cada situación y para la vida entera de todos los seres humanos».

Finalizando recordó las palabras del papa Francisco sobre salir a las periferias y ser pastores con olor a oveja. «Debemos estar preparados a dar de nuevo continuamente nueva forma a nuestros esfuerzos pastorales del momento que nuevos desafíos necesitan nuevas respuestas», concluyó el cardenal.

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ZENIT Staff

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