La misión, «la mayor preocupación» de la Iglesia en el tercer milenio; reconoce el cardenal Sepe

En el Congreso Internacional de Misiología «Tertio Millennio», en Kinshasa

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KINSHASA, jueves, 15 julio 2004 (ZENIT.org).- La formación y la solidaridad pastoral se perfilan como las claves para dar a la Iglesia un nuevo impulso misionero, anunció el cardenal Crescenzio Sepe el domingo pasado en Kinshasa (República Democrática del Congo) al abrir el Congreso Internacional de Misiología «Tertio Millennio» –11 a 17 de julio–, promovido por la Conferencia Episcopal del país africano.

De hecho, al inicio del Tercer Milenio, la misión constituye «la mayor preocupación de la Iglesia universal», indicó el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, dicasterio patrocinador del encuentro.

El tema del Congreso –«El futuro de la actividad misionera “ad gentes” de la Iglesia. Perspectivas para el siglo XXI»– tiene una actualidad y una pertinencia que «muestran claramente su importancia y traducen netamente la responsabilidad de la Iglesia de vivir su vocación según su propia naturaleza», afirmó el purpurado.

Los trabajos del Congreso, convocado cuando se cumplen 40 años del Decreto Conciliar «Ad Gentes» y 10 del Sínodo de África, «además de reflexionar sobre las condiciones de la misión en la Iglesia de hoy, deben hacer brotar propuestas concretas con vistas a un reforzamiento de las fuerzas y de los esfuerzos de la actividad misionera», invitó el cardenal Sepe.

Pero no se trata de inventar un programa nuevo, porque ya existe y es el que procede del Evangelio y de la tradición de la Iglesia, sino de crear «de forma adecuada a los tiempos y a la cultura de hoy» «nuevos modos y nuevos modelos de misionariedad para la Iglesia».

El desafío es «dar a la Iglesia un nuevo impulso misionero», recalcó.

Con este fin la Congregación para la Evangelización de los Pueblos ya ha trazado algunas líneas maestras, según anunció el purpurado, quien afirmó que la Iglesia hallará nuevo impulso en la formación, «que constituye su plan de acción después del Gran Jubileo».

Y es que actualmente son necesarios «agentes de evangelización de calidad y testigos auténticos de la fe –advirtió–, verdaderas piedras vivas sobre las cuales se puede construir la Iglesia».

Estos testigos, ya sean obispos, sacerdotes, religiosos o laicos, deben formar y ser formados continuamente, o bien «revestirse de Cristo». Los cristianos «deben enraizarse en cristo», aclaró el purpurado.

Y es que la formación, apuntó el cardenal Sepe citando a Juan Pablo II, «se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste» (Cf. «Nuovo Millennio Ineunte» n. 29).

Además la misión evangelizadora de la Iglesia presupone y exige «una solidaridad pastoral, fruto de una comunión fraterna y eclesial» necesaria e indispensable entre sacerdotes y éstos y los laicos, prosiguió el cardenal Sepe.

Igualmente los desafíos de la evangelización hacen cada vez más necesaria la existencia de «estructuras de enlace y coordinación» para «observar, analizar y estudiar los distintos problemas y cuestiones que conciernen a la Iglesia a fin de proponer soluciones y ofrecer respuestas meditadas y apropiadas», añadió.

En este contexto, la solidaridad pastoral orgánica exige también la colaboración y la comunión entre las diferentes Iglesias locales. De aquí debe derivar el diálogo y la acción de compartir entre las Conferencias Episcopales nacionales, regionales y continentales, para que puedan armonizar opciones de estrategia.

De todas formas, de acuerdo con el purpurado, la aproximación eclesial global que testimonia la esencia católica de la Iglesia nunca debe hacer perder de vista las particularidades de cada Iglesia local.

La Iglesia en África «tiene problemas específicos que requieren soluciones adecuadas y apropiadas según el contexto africano», ejemplificó.

Además «debe vencer ciertos desafíos, como las sectas, el extremismo musulmán, al menos en ciertos países, y el subdesarrollo económico», sin descuidar que «para una misión evangelizadora profunda, es importante que la Iglesia en África resuelva el espinoso problema de los recursos financieros y aplique una pastoral incisiva», concluyó.

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ZENIT Staff

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