La muerte materna, el «tsunami silencioso»

Entrevista con el director de MaterCare International

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NUEVA YORK, jueves, 22 septiembre 2005 (ZENIT.org).- Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de las Naciones Unidas, sobre todo los que se refieren a la pobreza, han centrado recientemente la atención de la opinión pública, aunque hay uno que parece ser ignorado adrede.

Esto es lo que afirma Robert Walley, director ejecutivo de MaterCare International, una organización de profesionales de la salud católicos, con sede en Newfoundland.

Denuncia a Zenit en esta entrevista que mejorar la salud materna no obtiene la misma atención que los demás objetivos de la ONU.

–¿Es verdad que uno de los objetivos del Milenio está pasando inadvertido?

–Walley: Sí, el quinto de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que tiene que ver con «mejorar la salud materna», esta siendo ignorado.

Esto se vio especialmente en la reunión del Departamento de Información Pública con las Organizaciones no Gubernamentales, la semana pasada. Allí se debatió sobre la implementación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, concibiéndolos sólo en su referencia a la paz, la seguridad, derechos humanos, así como el refuerzo de las Naciones Unidas.

La tragedia de las muertes de madres no fue mencionada en ninguna de las sesiones plenarias, ni siquiera por el director de la campaña para la implementación de los ODM. Este es el segundo año que sucede lo mismo.

–¿Qué es concretamente lo que no se menciona?

–Walley: Que a un gran número de mujeres embarazadas, definidas como madres, se les niega el derecho a recibir cuidados adecuados, durante el embarazo y el parto. La consecuencia es destrucción de comunidades y muertes que podrían ser evitadas con la adecuada atención.

–Pero quizás muchos verían los otros ODM como más prioritarios. ¿Qué es lo que hace que el quinto objetivo, que incluye la atención sanitaria a las madres del mundo, sea tan especial?

–Walley: En el mundo en desarrollo, la maternidad es una prioridad muy alta. En esos países, los habitantes valoran a los niños, la familia y la comunidad de la aldea.

Los países más ricos están muy preocupados por el sida, y es correcto, porque la gente en estos países está muriendo de esta enfermedad. Sin embargo, raramente una mujer muere al dar a luz en Toronto, Londres o Nueva York, ya que tienen acceso a los mejores cuidados y las mejores instalaciones para dar a luz.

En consecuencia, los políticos, los profesionales y los medios tienen muy poco interés o preocupación sobre las muertes maternas, o de proporcionar servicios esenciales a las madres pobres.

Las madres en el mundo en vías de desarrollo están experimentando una especie de «tsunami silencioso». Unas 600.000 madres mueren cada año, lo que equivale a dos veces el número de quienes perdieron la vida en la tragedia del sudeste asiático.

Estas muertes de madres no suceden a la luz de los focos de los medios de comunicación internacionales. Estas madres mueren solas, en medio del terror de una hemorragia, o agonizando a causa de un problema no detectado. Es una desgracia internacional.

–¿Quiere usted decir que la falta de voluntad política es la causa principal de esta parálisis?

–Walley: Exactamente. Habría que presionarles para que hagan algo extraordinario, y lo deberían hacer las ONG, las mujeres y grupos profesionales de salud, pero no es así.

El año pasado, MaterCare International fue invitada a un taller en las Naciones Unidas sobre este objetivo. Por supuesto, al ser un grupo internacional de obstetras y comadronas, estuvimos de acuerdo en colaborar en el taller que trataba del quinto objetivo sobre mejorar la salud materna.

Para nuestra sorpresa, sólo dos ONG de unas 575 registradas para la conferencia, y sólo 20 de las 2.750 en vías de registro pensaron que el tema era lo suficientemente importante como para ir.

–Pero, habrá habido algún progreso en este tema. ¿Podría decir cuáles han sido?

–Walley: Hay signos de cierto movimiento en la dirección correcta pero hace falta seguir presionando desde grupos como MaterCare.

El Fondo de Naciones Unidas para la Población (FNUP), a causa de las presiones de Estados Unidos que trata de controlar sus fondos, debido a su promoción de la salud reproductiva [con servicios que incluyen el aborto], sólo está cambiando ligeramente.

La política de salud reproductiva está ahora dejando paso a lo que se espera que sea una actitud más equilibrada para la solución del problema de la mortalidad materna.

Tienen una estrategia con tres aspectos: acceso universal a los servicios contraceptivos para reducir los llamados embarazos no deseados, asistencia especial en todos los nacimientos, y cuidados de emergencia obstétrica.

Queda la cuestión de la enorme cantidad de dinero dirigida a destruir u obstruir la maternidad, en lugar de ayudar a las madres a traer a sus niños al mundo en un ambiente sano y limpio.

Piensan que la mayoría de las madres no desean estar embarazadas. Lo que las madres necesitan es acceso a cuidados obstétricos elementales, algo que ya es posible para todas las madres del mundo rico.

–¿Qué se necesitaría hacer para responder a este objetivo?

–Walley: Hay que hacer un trabajo a todos los niveles. Pienso que lo más importante sería hacer un mayor esfuerzo a nivel profesional por parte de los obstetras que sirven al Evangelio de la vida.

Esto quiere decir desarrollar nuevas iniciativas de servicio, entrenamiento, investigación y defensa, encaminados a reducir la mortalidad materna, la tasa de morbilidad y el aborto.

–¿Qué entiende usted por trabajar en términos de Evangelio de vida?

–Walley: Como grupo internacional de profesionales y creyentes, procedentes de países pobres y ricos, estamos tratando de poner en la práctica aquello en lo que creemos.

De este modo, estamos desafiando a la cultura anti-vida, la mentalidad contraceptiva que domina actualmente la práctica de la obstetricia.

Debemos proporcionar oportunidades de capacitación alternativa para quienes desean especializarse en obstetricia pero no son habilitados porque rechazan cooperar en el control de natalidad o en programas de aborto.

–Está usted tocando un problema muy concreto. ¿Nos puede dar algunos ejemplos de cómo trabaja en esto MaterCare International?

— Walley: Hacemos lo que sabemos hacer. Somos especialistas clínicos, de manera que ofrecemos nuevas iniciativas de servicios obstétricos esenciales en el África rural.

En Ghana, estamos llevando a cabo un proyecto en la diócesis de Sunyani, y el próximo año abriremos un servicio especializado para el tratamiento de enfermedades ligadas al parto y un centro de enseñanza en la Arquidiócesis de Cape Coast.

En Kenia, estamos desarrollando un centro de maternidad en la diócesis de Isiolo, como un tributo al Papa Juan Pablo II y al desaparecido obispo Luigi Locati, que fue asesinado en junio.

En Ruanda, estamos trabajando en un centro de tratamiento para mujeres con enfermedades ligadas al parto, o con mutilaciones genitales por circuncisión o por daños sufridos en el genocidio de 1994.

También buscamos nuevas ideas para el tratamiento de complicaciones del embarazo y el parto peligrosas para la salud. Por ejemplo, MaterCare está desarrollando un nuevo y efectivo tratamiento para la hemorragia postparto, que es la causa de la mayoría de las muertes maternas.

Además, capacitamos a profesionales de la salud a todos los niveles, de manera que puedan dar una mejor asistencia. MaterCare ha dirigido tres talleres internacionales, en un centro de espiritualidad de Roma en 2001. Cada taller es a la vez un retiro espiritual y profesional. El próximo será en octubre d
e 2006.

Dos talleres especiales han sido programados en Zagreb y Varsovia para apoyar a obstetras de países postcomunistas.

Por último, somos defensores de la maternidad y trabajamos para que la maternidad se convierta en una preocupación política.

[Más información en http://www.matercare.org]

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ZENIT Staff

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