La oración de Juan Pablo II a san Agustín

Al recibir en su capilla privada las reliquias del doctor de la Iglesia

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ROMA, lunes, 15 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Una exhortación a leer la historia a la luz de la Providencia, a buscar metas de paz y una invitación al hombre contemporáneo a tender sin descanso hacia Verdad lanzó Juan Pablo II en la oración que preparó al recibir en su capilla privada, al caer la tarde del jueves pasado, las reliquias de san Agustín.

Es la primera vez que las reliquias del santo de Tagaste están en Roma –hasta este lunes–, procedentes de Pavía (Italia). Se trata de una iniciativa de la provincia italiana de Agustinos en unión con la Curia General de la Orden.

Se marca así la celebración de los 1650 años del nacimiento del obispo de Hipona, filósofo y teólogo y uno de los Padres de la Iglesia más influyentes de occidente (Cf. Zenit, 29 de octubre de 2004).

El Santo Padre acogió las reliquias de san Agustín en su capilla privada el jueves. Quiso orar en silencio por largo tiempo ante la urna que contiene los restos del doctor de la Iglesia, que los padres agustinos dejaron en el Palacio apostólico por una noche.

Mientras el Papa se recogía en oración, una procesión de antorchas de cientos de jóvenes partió de la iglesia de Santa Inés, en la plaza Navona, hasta la Basílica romana de san Agustín –meta estos días de miles de personas–. Allí celebraron una vigilia unidos al Santo Padre, meditando sobre la Eucaristía siguiendo su orientación para este año y sobre los escritos de san Agustín.

En dicha Basílica, el secretario general del vicariato de Roma y responsable de la pastoral juvenil, monseñor Mauro Parmeggiani, presidió la Eucaristía para los jóvenes y trazó en su homilía la experiencia de vida del obispo de Hipona.

«Un santo lejano de nosotros en cuanto al tiempo, pero del que podemos decir, como escribió Juan Pablo II en 1986, que un poco todos nos sentimos discípulos e hijos –reconoció–. Esta tarde se han encontrado dos grandes corazones jóvenes: el de Agustín y el del Papa».

Fue poco antes de las siete de la tarde cuando el cortejo que acompañaba las reliquias en los apartamentos del pontífice entró en el Vaticano. Desde el patio de San Dámaso cuatro jóvenes religiosos trasportaron la urna de plata, mandada construir por el rey Liutprando, la misma que desde el siglo VIII conserva los restos de san Agustín.

El prior de la provincia agustiniana de Italia –el padre Pietro Bellini–, el custodio de las reliquias en Pavía –el padre Giustino Casciano– y el delegado del obispo de Pavía para la peregrinación de las reliquias –el padre Siro Cobianchi– fueron acogidos por el prefecto adjunto de la Casa Pontificia, el arzobispo Stanislaw Dziwisz, quien entregó al prior general de la Orden de San Agustín, el padre Robert Prevost, una oración escrita por el Papa.

Todos juntos, por expreso deseo de Juan Pablo II, recitaron la invocación.

«El Papa, recogido en oración en su capilla privada –en el centro un gran crucifijo y una imagen de la Virgen Negra de Czestochowa–, nos recibió con una sonrisa y pidió enseguida poder ver los restos de Agustín», relata a «Avvenire» el padre Casciano.

«Abrimos la urna, pusimos el palanquín con el relicario cerca de sus rodillas y él, conmovido, quiso tocarla», añadió. Alegrándose de la visita, el Papa quiso conocer uno a uno a los jóvenes agustinos.

A continuación presentamos la oración preparada por Juan Pablo II –en italiano– al recibir las reliquias de san Agustín:

«Gran Agustín, nuestro padre y maestro, conocedor de los luminosos senderos de Dios y también de los tortuosos caminos de los hombres; admiramos las maravillas que la Gracia divina ha obrado en ti, haciéndote apasionado testigo de la verdad y del bien, al servicio de los hermanos».

«Al inicio de un nuevo milenio marcado por la cruz de Cristo, enséñanos a leer la historia a la luz de la Providencia divina, que guía los acontecimientos hacia el encuentro definitivo con el Padre. Oriéntanos hacia metas de paz, alimentando en nuestro corazón tu mismo anhelo por aquellos valores sobre los cuales es posible construir, con la fuerza que proviene de Dios, la “ciudad” a medida del hombre».

«Que la profunda doctrina, que con amoroso y paciente estudio sacaste de las fuentes siempre vivas de la Escritura, ilumine a cuantos hoy son tentados por alienantes espejismos».

«Dales el valor de emprender el camino hacia aquel “hombre interior” donde está a la espera Aquel que, solo, puede dar paz a nuestro corazón inquieto».

«Muchos contemporáneos nuestros parecen haber perdido la esperanza de poder alcanzar, entre las numerosos ideologías contrastantes, la verdad, de la que todavía lo íntimo en ellos conserva la abrasadora nostalgia».

«Enséñales a no desistir jamás de la búsqueda, en la certeza de que, al final, su esfuerzo será premiado por el encuentro satisfactorio con la Verdad suprema que es fuente de toda verdad creada».

«Finalmente, san Agustín, transmítenos también a nosotros una chispa de ese ardiente amor por la Iglesia, la Católica madre de los santos, que sostuvo y animó las fatigas de tu largo ministerio».

«Haz que, caminando juntos bajo la guía de los legítimos Pastores, alcancemos la gloria de la Patria celeste, donde, con todos los santos, podremos unirnos al cántico nuevo del aleluya sin fin. Amen».

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ZENIT Staff

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