La oración, el ayuno y la limosna en Cuaresma; según monseñor Forte

Predicará la próxima semana los Ejercicios Espirituales al Papa

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NÁPOLES, jueves, 26 febrero 2004 (ZENIT.org).- El camino de regreso a Dios que representa el tiempo de Cuaresma –iniciado por la Iglesia el pasado Miércoles de Ceniza– tiene en la oración, el ayuno y la limosna tres puntos de apoyo fundamentales, según explica monseñor Bruno Forte, miembro de la Comisión Teológica Internacional.

Para el teólogo italiano –que desde el próximo domingo predicará los ejercicios espirituales a la Curia Romana–, el contexto actual reclama más que nunca vivir la Cuaresma «como un camino de regreso profundo desde el corazón de la vida a Dios», según explicó a los micrófonos de Radio Vaticana.

Y es que «escenarios internacionales de conflicto y de violencia» imponen la necesidad de «redescubrir el camino de la paz como vía del diálogo y de la justicia», algo que «pasa a través de la conversión del corazón de cada uno de nosotros», reconoce.

También la sociedad secularizada de Occidente evidencia la necesidad de «redescubrir los horizontes de sentido, de esperanza» –añade–, algo que «sólo puede dar el Dios vivo con su promesa». Por esto «es importante volver a Dios» siguiendo a Jesús, «camino, verdad y vida».

Para ello la Cuaresma recuerda tres medios: la oración, el ayuno y la limosna. Para el cristiano –describe monseñor Forte– «orar significa dejarse amar por el Padre, ponerse en actitud de escucha, de docilidad interior» y presentarle «todo lo que somos, nuestras expectativas y esperanzas»; es vivir «la oración como un sacrificio de alabanza y de intercesión».

La oración también «significa unirnos a Jesús, en la Iglesia y su cuerpo en la historia» y abrirnos «al soplo del Espíritu Santo, que hace nuevas todas las cosas»; «en resumen, la oración en la Trinidad es la que debemos descubrir cada vez más», constata.

Por otro lado, el ayuno –prosigue el teólogo italiano– «en la gran tradición espiritual, tiene un sentido escatológico, como cuando se espera un momento importante»; es como «si pasara a un segundo plano la necesidad física de alimentarse» al estar «nutrido por este deseo y esta espera».

En la tradición cristiana, el ayuno «representa sobre todo la dimensión de la espera del Señor» –aclara– «y la apertura del corazón, despojándose de todo lo que es obstáculo al don de su venida» .

En el tiempo cuaresmal –continúa– «el ayuno representa ser peregrinos hacia el gran don de la Pascua y, por lo tanto, redescubrir la necesidad y el deseo de Dios como alma profunda de nuestra existencia, disponiéndonos a estar vacíos de nosotros mismos para estar llenos de Él».

Por su parte, lejos de ser sólo un gesto de dar, «la limosna es una actitud del corazón»: «es un corazón humilde, arrepentido, misericordioso, compasivo, que busca reproducir en las relaciones con los demás la experiencia de misericordia que cada uno de nosotros vive en la relación con Dios», recalca monseñor Bruno Forte.

Por ello la limosna «es atención, es concretar, es discernimiento, es don»: «todas ellas dimensiones que han sido experimentadas por el creyente cuando contempla el amor de Dios que le acoge y le perdona».

Monseñor Bruno Forte lanza finalmente una invitación para esta Cuaresma: redescubrir el valor del sacrificio: «un pequeño sacrificio, un gesto de amor, posiblemente humilde, escondido, pero auténtico, que cueste algo y que sea hecho por alabanza y amor a Dios y por alguno que sufra y tenga necesidad».

De hecho, «sin sacrificio no hay amor», así como «sin amor el sacrificio sería simplemente constricción exterior», advierte.

«El sacrificio es ofrecimiento de amor –concluye monseñor Forte– . Y no debemos olvidar el gran ejemplo que nos ha dado Jesús» y recordar «que tanto amó Dios al mundo que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros».

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ZENIT Staff

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