La oración tiene que ser valiente, con la confianza de que el Señor nos escucha

El papa en Santa Marta este jueves. ‘Lo que pedimos es un poco como… el papel en que se envuelve la gracia, aunque la gracia es Él quien me la trae’

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En la oración hay que ser valientes y descubrir lo que es la verdadera gracia que se nos ha dado, que es Dios mismo: lo dijo el papa en la misa de la mañana del jueves en Santa Marta. Centró la homilía en el evangelio presentado por la liturgia del día, en el que Jesús hace hincapié en la necesidad de orar con una confiada insistencia.

La parábola del amigo inoportuno, que consigue lo que quiere gracias a su insistencia, ha dado lugar al papa Francisco para reflexionar sobre la calidad de nuestra oración:

«¿Cómo oramos, nosotros? Oramos así, por costumbre, con piedad pero tranquilos, ¿o nos introducimos con valentía, ante el Señor para pedir la gracia, para pedir aquello por lo cual oramos? El valor de la oración: una oración que no es valiente no es una verdadera oración. El coraje de confiar en que el Señor nos escucha, el coraje de llamar a la puerta… El Señor lo dice: ‘Porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra y al que llama, se le abrirá’. Pero se necesita, buscar y tocar a la puerta».

«Nosotros, ¿nos involucramos en la oración?» –pregunta el papa–, «¿Sabemos tocar el corazón de Dios?». En el evangelio Jesús dice: «Pues si ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan”! Esto, dijo, «es algo grande»:

«Cuando oramos valientemente, el Señor nos da la gracia, e incluso se da a sí mismo en la gracia: el Espíritu Santo, es decir, ¡a sí mismo! Nunca el Señor da o envía una gracia por correo: ¡nunca!

¡La lleva Él mismo! ¡Él es la gracia! Lo que pedimos es un poco como [risas]… el papel en que se envuelve la gracia. Pero la verdadera gracia es Él que viene a traérmela. Es Él. Nuestra oración, si es valiente, recibe lo que pedimos, pero también aquello que es lo más importante: al Señor».

En los evangelios –dijo el papa–, «algunos reciben la gracia y se van»: de los diez leprosos curados por Jesús, solo uno volvió a darle las gracias. Incluso el ciego de Jericó encuentra al Señor mediante la sanación y alaba a Dios. Pero debemos orar con el «valor de la fe», insiste, impulsándonos a pedir también aquello que la oración no se atreve a esperar: es decir, a Dios mismo:

«Pedimos una gracia, pero no nos atrevemos a decir: ‘Ven Tú a traerla’. Sabemos que una gracia siempre es traída por Él: es Él que viene y nos la da.  No demos la mala impresión de tomar la gracia y no reconocer a Aquel que nos la porta, Aquel que nos la da: el Señor. Que el Señor nos conceda la gracia de que Él se de a nosotros, siempre, en cada gracia. Y que nosotros lo reconozcamos, y que lo alabemos como aquellos enfermos sanados del evangelio. Debido a que, con aquella gracia, hemos encontrado al Señor».

Traducido y adaptado por José A. Varela del texto en italiano de Radio Vaticana.

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ZENIT Staff

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