La Palabra de Dios: el umbral de la fe

Encontrar la luz para estos tiempos

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La fe y la Palabra de Dios son dos realidades que están íntimamente interrelacionadas. Así lo ha señalado el papa Benedicto XVI en la Carta apostólica Porta Fidei (PF) con la que ha convocado el Año de la fe, realidad que se ha hecho presente en el último Sínodo de los Obispos en octubre de este año, sobre «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana», haciéndolo coincidir con la celebración de los cincuenta años de la inauguración del Concilio Vaticano II.

«»La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida» (PF, 1).

La comunidad creyente es invitada a cruzar el umbral de la Palabra de Dios, a proclamarla, a compartirla… para entrar en la fe, en la vida de intimidad divina, en la comunidad eclesial que celebra esta fe, en dejarse transformar, en participar del auténtico camino de la felicidad. No podemos separar la fe de la Palabra de Dios que es su puerta de entrada, la que la alimenta, la que le da contenido. El año de la fe, el Sínodo, el aniversario del Concilio son tres efemérides, tres oportunidades que convergen y nos invitan a vivir con más intensidad nuestra fe, a aproximarnos con asiduidad a la Palabra de Dios, fundamento de esta fe.

Cada vez se hace más necesario, yo diría imprescindible, el que nuestra fe esté fundamentada en la Palabra de Dios. Esto solo es posible si frecuentamos, diariamente, la lectura de la Biblia, si la convertimos en nuestra oración cotidiana, si la meditamos, si la estudiamos, si la compartimos comunitariamente…, si dejamos que llene nuestra mente y nuestro corazón.

«Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin» (PF 15).

«Tu Palabra es luz para mi sendero» – Salmo 118, 105b

Nuestra mente y nuestro corazón han de estar iluminados por la Palabra de Dios, para que se abran a la voluntad salvífica de Dios, a la vida auténtica, sin fin. La Sagrada Escritura es la luz que no se apaga, la que alumbra en todos los momentos de la vida, sobre todo en los más «oscuros». Y esto tiene que ver mucho con la fe, con el itinerario de la fe en nuestras vidas.

Y, también, la fe es una realidad llamada a ser compartida. De hecho, la «nueva evangelización» es el telón de fondo que el papa actual ha querido situar en todas estas celebraciones. El Sínodo está convocado bajo el lema «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana». Y en la Exhortación apostólica Verbum Domini ya señaló la estrecha relación entre nueva evangelización y nueva escucha de la Palabra de Dios, unión indisoluble en la vivencia de la fe: «nuestro tiempo ha de ser cada día más el de una nueva escucha de la Palabra de Dios y de una nueva evangelización» (VD 122).

El Año de la fe, junto con el Sínodo y la celebración de los cincuenta años del Vaticano II son una nueva oportunidad para poner al día los fundamentos de lo que creemos, de lo que celebramos, de lo que vivimos, y la Palabra de Dios es la puerta de acceso a ello.

*Biblista. Profesor en el «Institut Superior de Ciències Religioses de Barcelona» y responsable del departamento de «Animación Bíblica de la Pastoral» del «Centre d’Estudis Pastorals de les Diòcesis Catalanes».

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Javier Velasco-Arias

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