La pastoral de migraciones debe incorporar la “perspectiva de familia”

Según el Consejo Pontificio para la Pastoral de Emigrantes e Itinerantes

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CIUDAD DEL VATICANO, martes 3 de junio de 2008 (ZENIT.org) La familia es el camino de la Iglesia, y la pastoral a favor de las familias de migrantes e itinerantes debe dirigirse particularmente a favorecer su integración y cohesión. Así resume el comunicado final, recién publicado, de la Plenaria del Consejo Pontificio para la Pastoral de Emigrantes e Itinerantes, que se celebró en Roma los pasados 13, 14 y 15 de mayo, con el tema «La familia migrante e itinerante».

Las sesiones de la Plenaria se dedicaron a exponer los elementos fundamentales para una pastoral familiar de inmigrantes, a la luz de la Erga migrantes caritas Christi (Juan Pablo II, 1 de mayo de 2004), última instrucción publicada hasta ahora por la Santa Sede sobre el tema.

El documento final hace una serie de propuestas sobre cómo enfocar la pastoral de migraciones desde esta perspectiva, e insiste en la importancia de llevar esta reflexión a las Conferencias Episcopales de los distintos países.

Asimismo, insiste en la importancia de crear una «cultura de acogida» teniendo como punto de referencia la parroquia, para favorecer el acompañamiento y la integración. El Consejo pide también que exista una mayor comunicación entre las Iglesias de los países de origen y los de acogida, para desarrollar estrategias pastorales comunes.

La Iglesia tiene, según concluye la Plenaria, «un importante papel que desempeñar en la defensa del ‘derecho a vivir en una familia unida’ (Centessimus Annus, 47), y en la promoción de los derechos sociales relativos a la familia de los emigrantes».

Reunificación familiar

Según el comunicado, el mayor problema que deben afrontar los emigrantes es la separación prolongada de sus familias, lo que a la larga puede producir tensiones e incluso rupturas. «Son sobre todo los emigrantes sin documentos, o irregulares, quienes tienen que abandonar su país sin el resto de la familia, con la intención de enviar a casa remesas de dinero».

Este tipo de inmigrante aporta riqueza a los países de acogida, y ello debería mover a éstos a favorecer la reunificación familiar. Sin embargo, constata el documento, «estos países están restringiendo cada vez más esta posibilidad». El Consejo pide a las Conferencias Episcopales que «apelen a sus gobiernos para que revisen sus políticas migratorias».

El documento insiste en que la condición de inmigrante irregular «no debe suponer un menoscabo a sus derechos como persona», especialmente en el caso de tratarse de víctimas del tráfico de personas, para quienes se proponen desarrollar programas de protección.

Otro de los puntos en los que insiste el documento es en la necesidad de examinar las causas que provocan la emigración, ya que las personas «tienen derecho a no tener que emigrar para poder llevar una vida digna».

Otros puntos del documento se refieren al acompañamiento de las familias, a los problemas de inculturación, al riesgo de pérdida de la fe que corren los inmigrantes católicos cuando llegan a países más secularizados, y a cuestiones relacionadas con el matrimonio, como es el caso de los matrimonios mixtos entre personas de distintas religiones.

«Entre los grandes cambios a los que los inmigrantes están sujetos (lengua, costumbres, …), sólo una cosa no cambia nunca, la Iglesia. Ella, además, puede ser un protector válido de los inmigrantes defendiendo su causa en la sociedad que les recibe. Es necesario subrayar que la acción pastoral no debe limitarse a las iniciativas sociales o al sostenimiento terapéutico, sino que debe tener una dimensión trascendente, católica», concluye.

Por Inmaculada Álvarez

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ZENIT Staff

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