La paz, don de Cristo a un mundo en conflicto; aclara el Papa

Recuerda el mensaje de la Divina Misericordia

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 18 abril 2004 (ZENIT.org).- En medio de los conflictos que caracterizan el escenario internacional, Juan Pablo II recordó que «la paz es el don por excelencia de Cristo» para un mundo que necesita descubrir la «misericordia de Dios».

«¡Cuánta necesidad tiene la humanidad de experimentar la eficacia de la misericordia de Dios en estos tiempos marcados por la incertidumbre creciente y por conflictos violentos!», afirmó al rezar la oración mariana del «Regina Caeli» en el domingo de la Divina Misericordia.

«La paz es el don por excelencia de Cristo crucificado y resucitado, fruto de la victoria de su amor sobre el pecado y la muerte», añadió el Santo Padre al dirigirse desde la ventana de su estudio a los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.

«Al ofrecerse a sí mismo, víctima inmaculada de expiación sobre el altar de la Cruz, difundió sobre la humanidad la ola benéfica de la Divina Misericordia», recordó.

«Jesús, por tanto, es nuestra paz, pues es la manifestación perfecta de la Divina Misericordia –aclaró a mediodía el obispo de Roma–. Infunde en el corazón humano, abismo siempre expuesto a la tentación del mal, el amor misericordioso de Dios».

«El Señor nos envía también a nosotros a llevar a todos su paz, fundada en el perdón y la remisión de los pecados. Se trata de un don extraordinario, que quiso ligar al sacramento de la penitencia y de la reconciliación», recalcó el pontífice.

La Iglesia universal celebraba en ese día por cuarta vez el domingo de la Divina Misericordia, según estableció Juan Pablo II en 2000.

La devoción a la Divina Misericordia constituye un auténtico movimiento espiritual dentro de la Iglesia católica promovido por Faustina Kowalska (1905-1938), a quien el Papa canonizó el 30 de abril de aquel año.

Antes de despedirse este domingo de los peregrinos, les invitó a seguir el ejemplo de santa Faustina para ser «testigos del amor misericordioso de Dios».

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ZENIT Staff

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