La paz internacional, según el Papa, necesita una «ley común»

En las relaciones entre Estados, «la fuerza ha de estar moderada por la ley»

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 11 diciembre 2007 (ZENIT.org).- La paz mundial exige el respeto de una ley común, afirma Benedicto XVI.

«Hay que reiterarlo –recalca–: la fuerza ha de estar moderada por la ley, y esto tiene que ocurrir también en las relaciones entre Estados soberanos.

El pontífice ha dedicado todo un apartado del mensaje que ha escrito con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, que se celebrará el 1 de enero de 2008, al argumento «Familia, comunidad humana y ley moral».

«Una familia vive en paz cuando todos sus miembros se ajustan a una norma común: esto es lo que impide el individualismo egoísta y lo que mantiene unidos a todos, favoreciendo su coexistencia armoniosa y la laboriosidad orgánica», indica en el mensaje publicado este martes por el Vaticano.

«Este criterio –reconoce el obispo de Roma–, de por sí obvio, vale también para las comunidades más amplias: desde las locales a las nacionales, e incluso a la comunidad internacional».

Según asegura Benedicto XVI, «para alcanzar la paz se necesita una ley común, que ayude a la libertad a ser realmente ella misma, en lugar de ciega arbitrariedad, y que proteja al débil del abuso del más fuerte».

«En la familia de los pueblos se dan muchos comportamientos arbitrarios, tanto dentro de cada Estado como en las relaciones de los Estados entre sí».

«Tampoco faltan tantas situaciones en las que el débil tiene que doblegarse, no a las exigencias de la justicia, sino a la fuerza bruta de quien tiene más recursos que él».

El pontífice recuerda que la Iglesia se ha pronunciado muchas veces sobre la naturaleza y la función de la las leyes internacionales.

«Pero para lograr que sean verdaderamente eficaces es preciso remontarse a la norma moral natural como base de la norma jurídica, de lo contrario ésta queda a merced de consensos frágiles y provisionales», advierte.

«Los valores contenidos en la ley natural están presentes, aunque de manera fragmentada y no siempre coherente, en los acuerdos internacionales, en las formas de autoridad reconocidas universalmente, en los principios del derecho humanitario recogido en las legislaciones de cada Estado o en los estatutos de los Organismos internacionales».

Por eso, reconoce, «la humanidad no está «sin ley». Sin embargo, es urgente continuar el diálogo sobre estos temas, favoreciendo también la convergencia de las legislaciones de cada Estado hacia el reconocimiento de los derechos humanos fundamentales».

«El crecimiento de la cultura jurídica en el mundo –concluye– depende además del esfuerzo por dar siempre consistencia a las normas internacionales con un contenido profundamente humano, evitando rebajarlas a meros procedimientos que se pueden eludir fácilmente por motivos egoístas o ideológicos».

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ZENIT Staff

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