La paz preventiva

Habla el filósofo Jesús Villagrasa

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CIUDAD DEL VATICANO, 27 febrero 2003 (ZENIT.org).- Ante el acalorado debate sobre la oportunidad de una intervención militar en Irak, Zenit ha entrevistado al filósofo Jesús Villagrasa, que acaba de pronunciar la conferencia «Pacem in terris, dramática actualidad y tarea permanente» en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, de Roma, sobre los principios que sostienen una paz duradera.

–La actual situación internacional parece muy diversa a la de inicios de los años sesenta, cuando Juan XXIII escribió la encíclica «Pacem in terris», cuando la crisis de los misiles de Cuba amenazaba con una guerra nuclear, a la que Juan Pablo II ha dedicado el Mensaje para la Jornada Mundial de la paz 2003.

–Jesús Villagrasa: Quizás no tanto. Pasó la euforia de 1989, cuando cayó el «muro de Berlín», símbolo de la separación de los dos bloques confrontados en los años de la «guerra fría» y se repetía la famosa frase de Chateaubriand tras las guerras napoleónicas: «Se diría que el mundo antiguo concluye y que el nuevo comienza». De hecho, los líderes de la superpotencia victoriosa anunciaban la aurora de un «nuevo orden mundial» en el que «el reino de la ley y no la ley de la jungla» iba a imperar. El grandioso proyecto del nuevo orden mundial, fundado en la democracia, el libre mercado y la seguridad global parecía viable sin la amenaza del terror nuclear y sin la opresión comunista. Francis Fukuyama, en su libro «Fin de la Historia» auguraba tiempos de paz y prosperidad con el triunfo de la democracia y el libre mercado. Esta visión idílica no se ha realizado. La libertad es más difícil de conseguir y la paz menos segura de lo que podría pensarse.

–¿Qué señales hay del desmoronamiento del Nuevo Orden Mundial?

–Jesús Villagrasa: La economía, la política, la defensa se desarrollan en un gran desorden. La economía mundial ha descolgado y empobrecido a quienes no han sabido o podido sumarse a los mercados globales. Las crisis financieras de México (1994), Asia (1997) y Argentina (2001) han mostrado las debilidades del sistema financiero global. Grandes grupos empresariales, en ocasiones creados por fusiones, han explotado como pompas de jabón: Enron, AOL Warner, WorldCom… En la crisis de Irak ha faltado una autoridad política capaz de garantizar el derecho internacional y la paz; y la ONU, la OTAN y la Unión Europea presentan profundas divisiones. Las relaciones entre las grandes civilizaciones están amenazadas por los fundamentalismos en Medio oriente y en el subcontinente indio. Brotes de intolerancia explotan en la multiculturales ciudades de occidente. La creciente interdependencia económica, tecnológica e informática del planeta han potenciado también las amenazas a la seguridad global. Los atentados a las Torres Gemelas mostraron en toda su crudeza la maldad de un terrorismo internacional que puede golpear sin escrúpulos y con una crueldad y facilidad espantosas. En un futuro próximo este terrorismo podría disponer, sin muchas dificultades, de armas biológicas, químicas o nucleares. Ante estas nuevas amenazas, se ha recurrido a la teoría de la «guerra preventiva», que suscita en amplios sectores serias reservas morales.

–¿Por qué el proyecto de un Nuevo Orden Mundial no ha podido cumplirse, y por qué el mundo se presenta en este estado de desorden?

–Jesús Villagrasa: La respuesta es simple pero cargada de consecuencias. Ha faltado un Orden Moral que anime y sostenga el orden económico, político, cultural y militar. Esta es la actualidad del contenido de la «Pacem in terris». Juan Pablo II en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, recordando la encíclica, ha formulado preguntas muy serias: «¿Qué tipo de orden puede reemplazar este desorden, para dar a los hombres y mujeres la posibilidad de vivir en libertad, justicia y seguridad? Y ya que el mundo, incluso en su desorden, se está “organizando” en varios campos (económico, cultural y hasta político), surge otra pregunta igualmente apremiante: ¿bajo qué principios se están desarrollando estas nuevas formas de orden mundial? Estas preguntas de vasta irradiación indican que el problema del orden en los asuntos mundiales, que es también el problema de la paz rectamente entendida, no puede prescindir de cuestiones relacionadas con los principios morales». Sin Orden Moral los grandes proyectos, como el comunismo o un capitalismo salvaje, son construcciones que parecen sólidas, pero que en realidad son muy débiles porque no tienen fundamentos; son como la enorme estatua de la visión del Rey Nabucodonosor: de extraordinario brillo y aspecto terrible; su cabeza era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y lomos de bronce, sus piernas de hierro, sus pies parte de hierro y parte de arcilla. Pero bastó el golpe de una piedra en sus pies, y quedó pulverizada como el tamo de la era en verano que el viento se lleva sin dejar rastro.

–¿Cuáles serían en concreto esos fundamentos morales la convivencia civil pacífica y para un nuevo orden mundial digno del hombre?

–Jesús Villagrasa: La Pacem in terris propone cuatro: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad. Con realismo constata que la guerra ha dejado de ser un medio apto para resarcir el derecho violado en el ámbito internacional, y que las diferencias, que eventualmente puedan surgir entre los pueblos y naciones, deben resolverse por medio de negociaciones y convenios. Con realismo postula que para la promoción del «bien común universal» es necesaria la constitución de una autoridad pública a nivel internacional, que no sea instituida mediante la coacción o la fuerza, sino a través del consentimiento de las naciones, que no sea un superestado, sino que respete el principio de subsidiariedad y la autoridades propia de cada Estado.

–En definitiva, ¿la Iglesia propone paz preventiva?

–Jesús Villagrasa: Los sueños de una paz universal, en 1989, quizás fueron sólo eso, sueños. La paz es un don del cielo que hay que pedir, pero también una «tarea permanente», una conquista. Algunos comparten el dicho: «si quieres la paz, prepara la guerra». Es más realista, humano y cristiano, pensar: «si no quieres la guerra, prepara la paz». La paz es mucho más grande que la no agresión armada. «La paz –dijo el último concilio– no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia» (GS, n. 78).

–¿La Iglesia puede hacer algo más que enseñar unos principios morales?

–Jesús Villagrasa: La misión principal de la Iglesia es la Evangelización e incluye la enseñanza de estos principios. Pero hace más. La Iglesia está movilizando todas sus energías espirituales, en particular la oración y la penitencia por la paz. La Santa Sede está desplegando infatigablemente las buenas artes de su diplomacia. La Iglesia no formula soluciones concretas ni suple en la toma de decisiones a los gobernantes. Se limita a instruir e iluminar la conciencia de los fieles, sobre todo las de quienes tienen el pesado e indelegable deber del gobierno de las cosas temporales. Como hizo la «Pacem in terris» exhorta a los católicos a participar activamente en la vida pública y a colaborar en el progreso del bien común de la humanidad. Un católico que se limitara a lamentar el actual desorden, a declararse pacifista a ultranza, si no hace nada por informar de Evangelio las realidades temporales, no presta un buen servicio a la causa de la paz, que es obra de la justicia.

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ZENIT Staff

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