La peregrinación a Portugal abre una nueva etapa en este pontificado

Los expertos ven un antes y un después de su visita a Fátima

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 14 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- En el pontificado de Benedicto XVI habrá un antes y un después de su peregrinación apostólica a Portugal: a esta constatación se llega al conversar con los expertos de la información religiosa o leer sus crónicas e impresiones, ya sean favorables o contrarias al pensamiento de Joseph Ratzinger.

En las vísperas, todos ellos constataban que el Papa emprendía su decimoquinto viaje apostólico internacional (del 11 al 14 de mayo), en circunstancias particularmente desfavorables, a causa de la impresionante crisis que en estos meses ha vivido la Iglesia católica por las revelaciones de abusos sexuales de clérigos contra menores.

Fortaleza inesperada

Algunos de los medios que habían lanzado ataques sin precedentes contra un Papa, se dieron cuenta ya en el primer día del viaje, que algo estaba cambiando radicalmente. El «New York Times», el 11 de mayo publicaba en Internet una crónica de Rachel Donadio en la que considera que las palabras del obispo de Roma a los periodistas «han sido las más duras» que ha pronunciado sobre esta materia.

«Los ataques al Papa y a la Iglesia no sólo vienen de fuera, sino que los sufrimientos de la Iglesia proceden precisamente de dentro de la Iglesia, del pecado que hay en la Iglesia», constataba el pontífice en sus palabras a los informadores. La crónica repasaba las últimas acciones del Papa para purificar a la Iglesia.

«Este es un ejemplo claro del cambio que el Papa está imprimiendo al tono del Vaticano como podrás ver», comenta John L. Allen Jr., vaticanista del semanario estadounidenses National Catholic Reporter.

Miguel Mora, corresponsal en el Vaticano del periódico madrileño «El País», uno de los diarios europeos menos condescendientes con el el papado, escribía un análisis en el que definía en el título al Santo Padre como «El gladiador solitario».

«Cuando el escándalo de la ocultación de la pederastia clerical ha generado la peor crisis de la Iglesia católica en décadas, Ratzinger ha dado lo mejor de sí mismo», reconociendo en él «un coraje y una ferocidad de gladiador solitario, impropios en un hombre de 83 años», en «la purificación de una Iglesia ‘pecadora'», escribía el corresponsal.

Cariño transformado en números

El cambio de actitud de los periodistas quedó reforzado por los sorprendentes números. El pontífice congregó en la explanada del Santuario de Fátima, el 13 de mayo, a más de medio millón de personas, cien mil más que las congregadas en el año 2000, en ese mismo día, cuando Juan Pablo II beatificó a Jacinta y Francisco.

En Lisboa, el Papa congregó a unas 200 mil personas en la misa, y en Oporto a unas 120 mil. Si se cuentan a todas las personas que se han echado a las calles de las tres localidades visitadas, probablemente se llega al millón. En un país de 10 millones de habitantes, el 10% ha encontrado al pontífice.

Un Benedicto XVI desconocido

Esta vez, los medios de comunicación no han visto en la timidez del Papa a un huésped frío. Por el contrario, han sabido percibir su lado más íntimo, en particular cuando le vieron arrodillarse, el 12 de mayo, ante la Virgen en la Capilla de las Apariciones de Fátima.

El redactor de información religiosa de «Le Figaro", Jean-Marie Guénois, que se encontraba a pocos metros del Papa en ese momento, ha inmortalizado esos minutos en los que Benedicto XVI regaló a la Virgen una rosa de oro y plata.

«Quedó como transformado en el momento en el que su asistente le entregó el famoso presente para que lo colocara a los pies de la estatua. En ese momento, ya no era un Papa, sino un niño. Se acercó con la sonrisa de un niño en el día de la fiesta de las madres». Tras ofrecer su regalo a la Virgen: «largos minutos paradójicos en los que se unen la ausencia, una sorprendente presencia y el silencio».

«Alrededor unas 300 mil personas vibraban con él», recuerda el cronista, que se interrumpe cuando el maestro de ceremonias le tomó delicadamente del brazo: «El niño volvió a ser Papa».

Octávio Carmo, de la agencia católica de noticias portuguesa, «Ecclesia», en el vuelo papal de regreso a Roma en la tarde de este viernes también escoge ese momento como síntesis de esta peregrinación: «Este ha sido quizá el viaje que mejor define el pontificado de Benedicto XVI: un hombre que sorprende a las multitudes que lo desconocen, pero que se revela más intensamente en privado».

La profecía de Fátima no ha terminado

Andrea Tornielli, vaticanista del diario italiano «Il Giornale», ha subrayado las palabras de la homilía del 13 de mayo, cuando el Papa explicaba que «la profecía de Fátima no está cerrada», considerando que el mensaje de la Virgen no queda circunscrito al atentado de 1981 contra Juan Pablo II.

El mismo Benedicto XVI reconoció en su famosa rueda de prensa en el avión que en el  texto del tercer secreto de Fátima «se ve la necesidad de una pasión de la Iglesia, que naturalmente se refleja en la persona del Papa».

El jueves, en su encuentro con los obispos portugueses, Joseph Ratzinger presentó así su misión a la luz de Fátima: «el Papa necesita abrirse cada vez más al misterio de la Cruz, abrazándola como única esperanza y última vía para ganar y reunir en el Crucificado a todos sus hermanos y hermanas en humanidad».

Tras haber mostrado en directo emociones tan profundas, una nueva etapa del pontificado de Benedicto XVI comienza, al menos para los profesionales de la información religiosa.

Por Jesús Colina

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ZENIT Staff

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