La pobreza, condición necesaria de la vida del obispo; dice el Papa

Dedica un pasaje de la «Pastores gregis» al desprendimiento

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CIUDAD DEL VATICANO, 16 octubre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II afirma que una vida de pobreza es una de las condiciones necesarias para que el obispo pueda desempeñar con fecundidad su ministerio.

Así lo subraya la exhortación apostólica postsinodal «Pastores gregis» («Los pastores de la grey), en la que recoge las conclusiones del Sínodo de los obispos del mundo que se celebró en el Vaticano entre el 27 de septiembre y el 30 de octubre de 2001.

En esa asamblea, constata el Papa, los obispos pidieron que «la bienaventuranza evangélica de la pobreza fuese considerada como una de las condiciones necesarias, en la situación actual, para llevar a cabo un fecundo ministerio episcopal».

«El Obispo, que quiere ser auténtico testigo y ministro del evangelio de la esperanza, ha de ser «varór pobre». Lo exige el testimonio que debe dar de Cristo pobre; lo exige también la solicitud de la Iglesia para con los pobres, por los cuales se debe hacer una opción preferencial», afirma el Papa en el apartado número 20.

«La opción del Obispo de vivir el propio ministerio en la pobreza contribuye decididamente a hacer de la Iglesia la «casa de los pobres»», sigue subrayando la exhortación.

Por otra parte, escribe, «dicha opción da al obispo una gran libertad interior en el ejercicio del ministerio, favoreciendo una comunicación eficaz de los frutos de la salvación».

«La autoridad episcopal se ha de ejercer con una incansable generosidad y una inagotable gratuidad. Eso requiere por parte del Obispo una confianza plena en la providencia del Padre celestial, una comunión magnánima de bienes, un estilo de vida austero y una conversión personal permanente».

«Sólo de este modo podrá participar en las angustias y los sufrimientos del Pueblo de Dios, al que no sólo debe guiar y alentar, sino con el cual debe ser solidario, compartiendo sus problemas y alentando su esperanza», aclara.

«Llevará a cabo este servicio con eficacia si su vida es sencilla, sobria y, a la vez, activa y generosa, y si pone en el centro de la comunidad cristiana, y no al margen, a quienes son considerados como los últimos de nuestra sociedad» concluye el Papa pidiendo «favorecer casi de modo natural la «fantasía de la caridad», que pondrá de relieve, más que la eficacia de las ayudas prestadas, la capacidad de compartir de manera fraterna».

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ZENIT Staff

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