La polémica sobre el uso del Ritalin

El debate sobre los beneficios e inconvenientes del uso de fármacos que modifican la conducta, duda continua. En esta época de soluciones instantáneas, las píldoras son un modo atrayente de resolver los problemas.

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21 abr 2001 (ZENIT.org).- ¿Se debería dar drogas a los escolares para reforzar su atención en clase? A un número creciente de niños, dos millones sólo en Estados Unidos según algunos, se les suministra Ritalin diariamente. El Ritalin es un fármaco para tratar el trastorno de falta de atención por hiperactividad (ADHD). Si embargo, no todos los expertos y padres están de acuerdo y afirman que esta medicina se está prescribiendo con demasiada facilidad.

La situación ha llegado a un punto en el que a menudo los padres se ven obligados a someter a su hijos al Ritalin. Según informaba el «Sydney Morning Herald», de 21 de febrero, el año pasado el Gobierno del estado de Nueva York amenazó con separar de Michael Carroll a su hijo de siete años Kyle. El delito de Carroll era haber retirado a Kyle el Ritalin porque este fármaco había transformado a su hijo -tiempo atrás activo y curioso- en un perezoso e insomne que daba vueltas, y resultaba poco o nada eficaz para el problema de lectura al que se supone estaba dirigido. El médico de la escuela del niño denunció a Carroll ante las autoridades y pidió que intervinieran los Servicios de Protección del Niño y que obligaran a Kyle a regresar a la medicación.

Los críticos denuncian que existe una conspiración entre el fabricante del fármaco, los psiquiatras y los grupos de apoyo en la terapia ADHD, la cual ha llevado a que el Ritalin sea prescrito de más de manera amplia y rutinaria en un modo que cambia el carácter de los chicos innecesariamente y les pone en peligro de efectos colaterales potencialmente dañinos.

Aunque el fabricante -Novartis- recomienda que la droga no se administre a menores de seis años, recientes reportajes de prensa en Estados Unidos denuncian que está siendo prescrita de manera rutinaria a pequeños incluso de dos años.

Sin embargo, expertos como el doctor Russell Barkley, director de Psicología del Centro Médico de la Universidad de Massachusetts y autor de 14 libros sobre desórdenes de conducta, cree que el ADHD se diagnostica menos de lo que se debería. «No hemos llegado a la mitad de la gente -dijo-. El hecho de que estemos viendo una escalada de casos no es una mala noticia, es una buena noticia. Hace veinte o treinta años no le prestábamos atención».

El origen del ADHD

Según el «Washington Post» del 18 de marzo, en 1972, Virginia Douglas, una investigadora canadiense, dio la definición de lo que se conoce como trastorno de falta de atención. Su diagnosis formó parte de un momento decisivo en la psiquiatría infantil hacia la definición de las enfermedades mentales más sobre la base de conductas observables y menos en el historial del paciente. El «Post» explica que esta aproximación situó el problema en el cerebro de los niños y lo separó del carácter del menor. Esto abrió el camino para el uso a gran escala de medicación con vistas a conseguir un cambio de conducta.

En 1980, el Manual Diagnóstico y Estadístico de Desórdenes Mentales de la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos dividió los desórdenes de deficiencia de atención en dos categorías principales: falta de atención con o sin hiperactividad. En la edición de 1994, el trastorno se llamó ADHD, trastorno de falta de atención por hiperactividad. Según algunas estimaciones, el 10% de los niños en edad escolar del país, y un porcentaje de niñas muy inferior, podrían incluirse en la definición empleada para describir el ADHD.

Uno de los problemas que subyace en el debate sobre el Ritalin es la cuestión de qué es lo que se puede llamar conducta «normal». El manual de diagnóstico de la asociación psiquiátrica dice que se puede diagnosticar ADHD si un chico muestra un patrón persistente de desatención o hiperactividad en dos ambientes -normalmente en la escuela y en casa- y si esta conducta interfiere con su actuación social y académica.

Los científicos que estudian el ADHD creen que estos chicos tienen una predisposición a causa de patrones especiales de la química del cerebro: en la mayoría de casos con algún tipo de base genética y otros en los que posiblemente es el resultado de factores ambientales durante el embarazo o después de nacer.

El diagnóstico del ADHD sigue siendo ampliamente controvertido en la sociedad, aunque el número de chicos que son tratados por esta causa se está disparando. El «Post» indica que se estima en tres millones el número de niños diagnosticados de ADHD en Estados Unidos, incluyendo quizá a unos 200.000 entre 2 y 4 años.

Los críticos consideran equivocado ver la conducta de estos chicos como patológica en primer lugar; el fallo reside en las escuelas superpobladas, padres estresados con poco tiempo para los hijos y una sociedad que desea pulirles y que es intolerante con todo lo que no sea el éxito.

Otro problema es que al menos la mitad de los chicos diagnosticados de ADHD también sufren complicadas combinaciones con otros problemas -dificultades de aprendizaje, ansiedad, depresión- que pueden requerir una mezcla compleja de otros fármacos. Teóricamente, se puede encontrar un fármaco para tratar cada síntoma. Pero la relación entre conducta y los hechos biológicos subyacentes no es coser y cantar, especialmente cuando se trata de niños.

El desacuerdo de los expertos

El pasado mes de septiembre, el «Cybercast News Service» dedicó una serie de tres capítulos al Ritalin y citaba a uno de los críticos más conocidos del Ritalin, el doctor Peter Breggin, autor de varios libros y publicaciones que subrayan el riesgo asociado al uso por parte de los adolescentes de drogas estimulantes y director del Centro Internacional para el Estudio de la Psiquiatría y la Psicología de Bethesda, Maryland. «El Ritalin es dañino para el cerebro y para el crecimiento en su conjunto», dijo el doctor Breggin. «La adicción al Ritalin se está haciendo cada vez más problemática… y el ADHD es un diagnóstico completamente fabricado sin base médica ni psicológica».

Pero el doctor Bruce Meyer, un pediatra con 30 años de experiencia que ahora trabaja con el Hospital de Niños Columbus de Ohio, no está de acuerdo. «Para el niño al que se ha diagnosticado un trastorno de falta de atención, tiene un gran y notable éxito, de manera que el chico es capaz de funcionar en la escuela y con sus iguales».

Pero Meyer también admite que entre uno y tres de cada diez niños que le han enviado para un análisis adicional y posible tratamiento han sido señalados inadecuadamente como posibles afectados de ADHD.

Es un trastorno difícil de identificar, según Meyer, de manera que algunos chicos son erróneamente remitidos a un tratamiento con Ritalin. Sin embargo, usando pruebas apropiadas, los niños pueden ser diagnosticados con precisión, dijo.

Meyer reconoció que algunas críticas al Ritalin tiene una base; el ADHD está «sobrediagnosticado», admitió, con una estimación del 5 al 10% de niños en cada escuela estigmatizados con el trastorno de atención.

La cocaína de los pequeños

Otro problema ligado al Ritalin es su abuso como estimulante a modo de alternativa a la cocaína. En Canadá, según el «Globe and Mail» del 7 de abril, los médicos prescriben casi 78 millones de dosis de Ritalin y su afín más potente, la Dexedrina, que en la gente no hiperactiva o sin trastorno de atención produce euforia inmediata y es altamente adictiva.

El «Globe and Mail» informaba que los comprimidos de Ritalin pueden comprarse en el patio del colegio o en las tiendas de la ciudad por pocos dólares la unidad; los precios de la Dexedrina rondan los 5 dólares o más. Mientras tanto, en un informe estadounidense de 1999 sobre seis mil chavales de Massachusetts, se descubrió que casi el 13% de los estudiantes de secundaria habían tomado Ritalin incluso sin que se les hubiera prescrito.

William Frankenberger, u
n profesor de Psicología en la Universidad de Wisconsin-Eau Claire que ha investigado el tema durante 14 años, en un estudio llevado a cabo sobre 651 estudiantes de entre 11 y 18 años, halló que a más de un tercio de los que habían recibido recetas se les había pedido vender o comerciar con su medicación. Como los índices de prescripción en los dos países son muy parecidos, dijo Frankenberger, no hay razón para pensar que la experiencia de los estudiantes canadienses sea muy diferente.

El debate sobre los beneficios e inconvenientes del uso de fármacos que modifican la conducta sin duda continuará. En esta época de soluciones instantáneas, las píldoras son un modo atrayente de resolver los problemas, pero quizá hay que poner más cuidado antes de introducir a los pequeños en el uso de drogas, que decididamente no son juego de niños.

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ZENIT Staff

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