La política no puede ir ni contra la vida ni contra la familia, asegura el Papa

En el congreso eclesial de la Iglesia en Italia celebrado en Verona

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VERONA, jueves, 19 octubre 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI se dirigió este jueves a los políticos, en particular a los católicos, para recordarles que sus opciones y programas no pueden ir en contra de la vida humana ni de la familia.

Su llamamiento resonó en la Feria de Verona, la ciudad de Italia en la que la Iglesia de este país está celebrando su congreso eclesial nacional sobre el tema «Testigos de Jesús resucitado, esperanza del mundo».

Ante más de 2.700 personas –obispos, conferenciantes y delegados de todas las diócesis italianas– el Papa dedicó una parte importante de su discurso al compromiso cristiano en política.

Según el obispo de Roma, es necesario afrontar con «determinación y claridad el riesgo de opciones políticas y legislativas que vayan en contra de valores fundamentales y principios antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano».

En particular, se refirió «a la defensa de la vida humana en todas sus fases, desde su concepción hasta la muerte natural, y a la promoción de la familia fundada en el matrimonio».

Esto implica, ilustró, evitar que se introduzcan «en el ordenamiento público otras formas de unión que contribuirían a desestabilizarla [a la familia, ndr.], obscureciendo su carácter peculiar y su insustituible papel social ».

El pontífice aclaró asimismo cómo debe ser la relación de la Iglesia con la política.

Cristo, recordó, «vino para salvar al hombre real y concreto, que vive en la historia y en la comunidad, y por tanto, el cristianismo y la Iglesia, desde el inicio, han tenido también una dimensión y una valencia pública».

Jesucristo, señaló, «trajo una novedad a las relaciones entre religión y política, que ha abierto el camino hacia un mundo más humano y más libre, a través de la distinción y la autonomía recíproca entre el Estado y la Iglesia, entre lo que es de César y lo que es de Dios».

La misma libertad religiosa, siguió diciendo, «que experimentamos como un valor universal, particularmente necesario en el mundo de hoy, tiene aquí su raíz histórica».

«La Iglesia, por tanto, no es y no pretende ser un agente político –aseguró–. Al mismo tiempo, tiene un interés profundo por el bien de la comunidad política, cuya alma es la justicia».

En este sentido, explicó, ofrece una contribución decisiva: «la fe cristiana purifica la razón y le ayuda a ser ella misma: con su doctrina social, argumentada a partir de lo que está en conformidad con la naturaleza del ser humano, la Iglesia contribuye a hacer que lo que es justo pueda ser eficazmente reconocido y después también realizado».

«Para este objetivo, son indispensables las energías espirituales y morales que permiten poner las exigencias de la justicia por encima de los intereses personales, o de una categoría social, o incluso de un Estado».

Ahora bien, concluyó, «la tarea inmediata de la actuación en el campo política para construir un orden justo en la sociedad no corresponde a la Iglesia como tal, sino a los fieles laicos, que actúan como ciudadanos bajo su propia responsabilidad».

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ZENIT Staff

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