La Primavera árabe, una revolución “secuestrada”

Para el patriarca Naguib los objetivos iniciales no están al alcance de la mano

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MÜNICH, martes 13 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- “Una generación joven, que había sido dejada de lado, a la que le resultan familiares los medios de comunicación modernos y que construye conexiones personales en la red sin pasar por la mediación de partidos políticos o religiosos. Son creyentes pero separan la política de la religión. Son ellos quienes han provocado la revolución y son la garantía de la consecución de los objetivos iniciales: justicia, dignidad y trabajo”.

De esta manera describió el cardenal Antonios Naguib, patriarca de Alejandría de los coptos católicos a los jóvenes de la plaza Tahir, los protagonistas de la revolución que en el pasado enero provocaron la caída del ex presidente Hosni Mubarak “poniendo fin, después de sólo 18 días, a 30 años de un régimen aparentemente democrático, pero dictatorial en la práctica”.

Se ha hablado mucho de la “primavera árabe” en el encuentro mundial “Bound to Live Together. Religiones y culturas en diálogo” que se está desarrollando en Munich por iniciativa de la Comunidad de San Egidio y de la archidiócesis de Munich y Frisinga. Es evidente el vínculo entre el desarrollo de estos cambios institucionales y políticos y la convivencia entre los pueblos y las religiones en las áreas ya de por sí “calientes” de la cuenca del Mediterráneo y de Oriente Medio.

Revolución secuestrada

La “caída del muro de miedo que retenía la libre expresión de las opiniones y de las críticas” así como el “despertar de la posibilidad de soñar con un mundo mejor, fundado en los principios de una sociedad democrática”: son, para Naguib, los efectos principales de la revolución egipcia; como también en el plano religioso: “la desaparición de las barreras confesionales psicológicas y sociales que separaban a los musulmanes de los cristianos y que causaban conflictos frecuentes, a menudo dramáticos”.

Todo esto fue muy evidente en los primeros momentos pero hoy, ¿a qué punto estamos? Los objetivos iniciales están “lejos del alcance de la mano”; la falta de seguridad y la elevación de los precios condicionan muchísimo esta fase y preocupan a los ciudadanos. “La aparición y el refuerzo de los movimientos islamistas como los Hermanos Musulmanes, salafitas y otros grupos -afirmó el patriarca copto- han cambiado la situación política hasta el punto de hablar de una revolución ‘secuestrada’ y han reaparecido los conflictos entre musulmanes y cristianos”.

El elemento tranquilizador es la “Declaración de Al-Azhar y de una élite intelectual sobre el futuro de Egipto” del 19 de julio de 2011, una “clara toma de posición dentro de la suprema autoridad religiosa sunnita que rechaza el estado teocrático y apoya la institución de un Estado nacional, constitucional, democrático, moderno”.

¿Primavera árabe?

Mientras que la ONU difunde las cifras de las víctimas de la represión en Siria -2.600 desde mitades de marzo-, rechaza la definición de “primavera árabe” Gregorios III Laham, patriarca de Antioquía de los melkitas: “no estamos ante una revolución -precisó a ZENIT- sino ante manifestaciones de plaza manipuladas por el exterior que tienen el objetivo de agredir y crear confusión: el gobierno reacciona para defenderse”. “Siria -prosiguió el patriarca de Antioquía- es una país desarrollado en libertad y democracia: no por nada en los últimos cinco años se han abierto diez universidades europeas”.

Sería necesario, por tanto, “conceder al presidente Assad una posibilidad ya que Siria podría ser un verdadero instrumento de paz para Oriente Medio”. “Más que una revolución -afirmó Laham- se debe hablar de una lucha entre grupos sunnitas y alauitas por el poder: se parece más a una guerra civil”.

“Los cristianos -afirmó el patriarca de Antioquía- no se sienten en peligro, no ha habido hostilidades hacia ellos, pero tememos el caos que pueda surgir del derrocamiento del gobierno faltando una verdadera alternativa”.

Hoja de ruta para la democracia

“Cuarenta años de abusos nos han dado una visión clara de nuestro futuro” afirmó Fathi Mohammed Baja, responsable de los Asuntos Políticos e Internacionales del CNT (Consejo de Transición Nacional de Libia). Al margen de la ponencia “¿Cuál es el futuro para el mundo árabe?”, Baja describió a algunos periodistas la situación de su país. “Ya que Ghadaffi ha rechazado cualquier otro tipo de solución pacífica, estamos obligados a perseguir la opción militar hasta que Libia sea liberada: después podremos volver a ser un movimiento pacífico y trabajar por la democracia”.

“Hoy -afirmó Baja- la capital Trípoli está controlada por nosotros al 70%, apenas sea liberada del todo trasladaremos allí las oficinas del gobierno de transición desde Bengasi”. “En el liderazgo de nuestro movimiento -quiso destacar Baja- hay jueces, profesores, expertos de derecho y el CNT tiene una ‘hoja de ruta’ para la democratización de Libia, ya sea en cuestiones militares, ya sea en el resto de temas: desde los aspectos jurídicos e institucionales, la justicia para evitar venganzas, la prensa, los tribunales civiles”. La actuación de todo esto “deberá tener en cuenta un plan a favor de las amplias franjas de nuestra población afectadas por la pobreza”.

“Desde 1995 -afirmó Baja- Libia ingresa por la venta de petróleo 80 mil millones de dólares al año: una buena parte de estos se empleará en la reconstrucción y en la lucha contra el paro y el analfabetismo”.

Por lo que respecta a la posibilidad de la afirmación de tendencias fundamentalistas islámicas “es más un temor occidental, porque en Libia no hay un movimiento fundamentalista, sino un movimiento por la liberación y la democracia”. “Tenemos en mente una alternativa muy clara -aseguró- que es rechazar a los movimientos violentos y unificar visiones políticas diferentes. Queremos elecciones libres. Creemos en el respeto a los derechos humanos y no queremos el fundamentalismo ni mucho menos el terrorismo”.

“Para la Libia moderna queremos la paz -añadió el representante del CNT-. Y la gente está de acuerdo con el ‘después de Ghadaffi’ porque quiere participar en una sociedad democrática”

A propósito de las relaciones de la “nueva Libia” con el ex rais, Baja precisó que “cuando capturemos a Ghadaffi, su procesamiento deberá desarrollarse en Libia por que el Tribunal penal Internacional de La Haya sólo lo procesaría por los crímenes cometidos desde febrero de este año, mientras que él mata a nuestra gente y roba desde 1969”. “Si después de la justicia libia -concluyó Baja- lo quiere procesar también el Tribunal de La Haya, no creo que haya un problema en procesarlo dos veces”.

Diálogo de las civilizaciones

“El mundo árabe aspira a la libertad como todos los demás pueblos. Lo que está sucediendo actualmente sólo es el eco de esta simple verdad”: es la afirmación de Basilios Georges Casmoussa, auxiliar patriarcal sirio católico de Beirut (Líbano). El problema es que “si las restricciones políticas y sociales pueden ser superadas más fácilmente, para el mundo musulmán es difícil eludir las restricciones religiosas”. “La religión -explicó Casmoussa- gestiona todo en el mundo árabe ya sea la sociedad que el individuo” y las restricciones “presentadas en nombre de Dios como absolutas, son impuestas ya sea por los políticos que se aprovechan de la simplicidad del pueblo para sus propios objetivos, ya sea de los productores de fatwa a menudo casuales, así como por predicadores de una religión pura y dura, rígida y petrificada”.

Una religión, añadió Casmoussa, “que tiene miedo de todo, que vive en el terror de transgredir la ley, la sharia de Dios, lo que conduciría al infierno y a la peor de las suertes”. El r
esultado es: “sociedades cerradas, aterrorizadas, reconcentradas en sí mismas, en el que el takfir es fácil de usar, es decir tachar a los demás de renegados, infieles, agresivos, subversivos, expansionistas a ultranza”.

La buena noticia es que, a pesar de que parece predominante la corriente fundamentalista islámica, no está generalizada. “Hoy existe Internet, medios de comunicación libres y en los ambientes intelectuales -explicó Casmoussa- una corriente moderada y pragmática que ve en el extremismo religioso una deformación, una traición y finalmente una destrucción del Islam”.

Es necesario, por tanto, “animar a la corriente laica que reconoce la personalidad del otro y su derecho a vivir y a expresarse, separando la religión del Estado”. “En vez del enfrentamiento de las religiones o de las civilizaciones -concluyó Casmoussa- es necesario animar el diálogo de las civilizaciones, el diálogo de la vida y poner el acento en lo que es común a los seguidores de las distintas religiones en materia de dogma, de reglas de conducta, de valores y de pertenencia a la misma patria”.

Por Chiara Santomiero. Traducción del italiano por Carmen Álvarez

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ZENIT Staff

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