La primera beatificación en la historia de Cuba

Elevado a la gloria de los altares en Camagüey el beato Olallo

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 CAMAGÜEY, domingo, 30 noviembre 2008 (ZENIT.org).- En un acto sin precedentes en la historia, el enviado especial de Benedicto XVI elevó en esta ciudad a la gloria de los altares al religioso cubano José Olallo, quien entregó su vida por los enfermos de la isla.

En el contexto de una celebración eucarística en la Plaza de la Libertad, ante la Iglesia de La Caridad, el cardenal José Saraiva Martins, prefecto emérito de la Congregación para las Causas de los Santos, leyó la carta apostólica que proclama beato al Hermano de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.

El «padre Olallo», como es conocido popularmente el nuevo beato, a pesar de no ser sacerdote dedicó su vida (1820-1889) a atender a los leprosos, esclavos y pobres de Puerto Príncipe (hoy Camagüey).

«Han transcurrido diez años desde la histórica visita de Juan Pablo II a Cuba. La diócesis de Camagüey y toda la Iglesia en Cuba viven hoy en Cuba una etapa memorable», afirmó el purpurado, escoltado por banderas de Cuba y el Vaticano, ante el presidente Raúl Castro, sentado en primera fila.

Uno de los momentos más emocionantes tuvo lugar cuando se develó la gran imagen del hermano Olallo y cuando sus restos fueron llevados en procesión hasta el altar.

En la celebración participaron todos los obispos de la Isla, así como el representante del Papa en Cuba, el arzobispo Luigi Bonazzi, nuncio apostólico y el hermano William Martin Forkan, superior general de la Orden Hospitalaria Hermanos San Juan de Dios.

El beato Olallo llegó a Camagüey, a unos 500 kilómetros al este de La Habana, en su juventud para cuidar y asistir en el hospital San Juan de Dios a los enfermos de la epidemia de cólera de 1835.

Su labor como religioso destacó en particular durante la Guerra de independencia de los diez años (1868-78).

Fray Olallo falleció el 7 de marzo de 1889, en su humilde celda del hospital, a los 63 años de edad, después de estar algún tiempo enfermo y casi sin fuerzas, a causa de un aneurisma de la aorta abdominal, pero sin haber abandonado sus labores, cuando la ciudad era azotada por una epidemia de viruela.

Su entierro en el Cementerio General fue una verdadera manifestación de duelo de todas las clases sociales de Camagüey.

En 1901, el Ayuntamiento de la ciudad dispuso que a la Calle de los Pobres y a la Plaza de San Juan de Dios se les cambiara sus respectivos nombres por el de padre Olallo, como homenaje de un pueblo que no lo olvida.

El 8 de marzo del año 2004 se trasladaron sus restos desde el Cementerio General de la provincia de Camagüey, hacia la iglesia de San Juan de Dios, donde laboró durante 53 años en el siglo XIX.

El 27 de noviembre del año 1999, luego de muchos años de ausencia, la Orden Hospitalaria de los Hermanos de San Juan de Dios logró fundar, en la ciudad de Camagüey, un Hogar para Ancianos, el cuál está dedicado a este insigne cubano.

El hermano Olallo ha sido beatificado después de que una comisión científica declarara como «científicamente inexplicable» un milagro atribuido a su intercesión y experimentado por la niña Daniela Cabrera Ramos, de 12 años, sanada de un linfoma incurable.

El primer cubano elevado a los altares ha sido José López Piteira, beatificado en la plaza de San Pedro del Vaticano, el 28 de octubre de 2007, junto a otros mártires de la persecución religiosa en España de los años treinta del siglo pasado (Cf. Zenit, 28 de octubre de 2007).

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ZENIT Staff

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