La primera entrevista del Papa Benedicto XVI

Concedida a «Radio Vaticano»

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CASTEL GANDOLFO, martes, 16 agosto 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la entrevista que Benedicto XVI ha concedido en exclusiva al padre Eberhard v. Gemmingen SJ, de «Radio Vaticano», en vísperas de su viaje a Colonia para participar en las Jornadas Mundiales de la Juventud.

* * *

–Santo Padre, el 25 de abril usted manifestó sentirse contento de poder ir a Colonia. ¿Puede explicarnos el porqué de esta alegría?

–Benedicto XVI: Si, por muchos motivos… Ante todo, he transcurrido años muy bonitos en Renania, y me complace poder experimentar nuevamente el carácter de esta región, de esta ciudad abierta al mundo, y de todo lo relacionado con ella. Además porque la Providencia ha querido que mi primer viaje al exterior sea justamente a Alemania. Yo mismo no habría podido jamás disponerlo de esta manera. Pero, si es justamente Dios a disponerlo así, tenemos con certeza el derecho de alegrarnos. Y también por el hecho de que este primer viaje al extranjero es un encuentro con los jóvenes de todo el mundo… Encontrar a los jóvenes es siempre bonito, porque quizá, a pesar de tantos problemas, traen seguramente consigo tanta esperanza, tanto entusiasmo, y tantas expectativas: en los jóvenes se encuentra la dinámica del futuro. Además, de un encuentro con los jóvenes se sale siempre con una fuerza nueva, más alegres, más abiertos. Estos son algunos de los motivos que luego, con el pasar del tiempo han reforzado ulteriormente, y seguramente, no han hecho disminuir mi alegría.

–Santidad, ¿Cuál es el mensaje específico que usted desea llevar a los jóvenes que, desde todas partes de mundo llegan a Colonia? ¿Qué mensaje les quiere transmitir?

–Benedicto XVI: Quisiera mostrarles lo bonito que es ser cristianos, ya que existe la idea difundida de que los cristianos deben observar un inmenso número de mandamientos, prohibiciones, principios, etc., y que por lo tanto el cristianismo es, según esta idea, algo que cansa y oprime la vida y que se es más libre sin todos estos lastres. Quisiera en cambio resaltar que ser sostenidos por un gran Amor y por una revelación no es una carga, sino que son alas, y que es hermoso ser cristianos. Esta experiencia nos da amplitud, pero sobre todo nos da comunidad, el saber que, como cristianos, no estamos jamás solos: en primer lugar encontramos a Dios, que está siempre con nosotros; y después nosotros, entre nosotros, formamos siempre una gran comunidad, una comunidad en camino, que tiene un proyecto de futuro: todo esto hace que vivamos una vida que vale la pena vivir. El gozo de ser cristianos, que es también bello y justo creer.

–Santo Padre, ser Papa significa ser «constructor de puentes» – «pontifex». La Iglesia se basa en una sabiduría antigua, y usted se encuentra hoy a punto de reunirse con la juventud que seguramente está muy entusiasmada, pero que en lo que se refiere a sabiduría tiene aún mucho camino que recorrer… ¿Cómo se puede construir un puente entre esta antigua sabiduría –incluida también aquella del Papa, que tiene una cierta edad– y la juventud? ¿Es posible?

–Benedicto XVI: [Risas] Si, veremos cuánto me ayudará el Señor en esta obra. De todos modos, la sabiduría no es algo con sabor rancio –en alemán, se asocia a esta palabra connotaciones de sabor–. Entiendo por sabiduría la comprensión de aquello que es importante, la mirada que recoge lo esencial. Es obvio que todavía los jóvenes deben aprender a vivir la vida, quieren descubrirla por sí solos, no quieren encontrarse con «la mesa servida»… Es aquí, que tal vez, se podría ver un poco la contradicción. Contemporáneamente, la sabiduría ayuda a interpretar el mundo, que es siempre nuevo porque, aún incluso en medio de nuevos contextos, regresa siempre y de todos modos a lo esencial y a como lo esencial puede ser puesto en práctica. En este sentido, creo que hablar, creer y vivir partiendo de algo que ha sido donado a la humanidad y la ha iluminado, no es algo «rancio», sino mas bien adecuado justamente al dinamismo de la juventud, que pide cosas grandes y totales. He aquí se deriva qué es la sabiduría de la fe: no es el hecho de reconocer gran cantidad de detalles –característica en cambio necesaria en una profesión– sino reconocer, más allá de todos los detalles, lo esencial de la vida, cómo ser persona, cómo construir el futuro.

–Santidad, usted también ha dicho que «la Iglesia es joven», no es algo viejo. ¿En qué sentido?

–Benedicto XVI: Sí, para comenzar, lo es en sentido estrictamente biológico, porque de ella forman parte tantos jóvenes; pero es también joven porque su fe brota de la fuente de Dios, por lo tanto de la fuente de la cual proviene todo aquello que es nuevo y renovador… No se trata de un alimento cocinado, calentado y recalentado, que se nos vuelve a proponer desde hace dos mil años. Porque es el mismo Dios el origen de la juventud y de la vida. Y si la fe es un don que nos viene de Él –el agua fresca que siempre se nos da, que nos permite vivir y de la que después nosotros podemos tomar como fuerza vivificadora por los caminos del mundo– entonces la Iglesia tiene la fuerza de rejuvenecer. Uno de los Padre de la Iglesia, al contemplarla, consideraba que, con el paso de los años, sorprendentemente la Iglesia no envejecía sino que cada vez se volvía mas joven, porque siempre sale al encuentro del Señor, cada vez sales más al encuentro de aquella fuente de la cual brota la juventud, la novedad, el descanso, la fuerza fresca de la vida.

–Usted conoce la Iglesia alemana mejor que yo. Una de las cuestiones fundamentales es el ecumenismo, la unidad de la Iglesia entre la Iglesia católica y las Iglesias evangélicas. ¿Existe quizás la esperanza utópica de que la Jornada Mundial de la Juventud pueda imprimir un cambio en la cuestión del ecumenismo? ¿Tiene el ecumenismo un papel en Colonia?

–Benedicto XVI: Sí, pues la tarea de la unidad penetra toda la vida de la Iglesia y no es una tarea cualquiera que queda al margen. Cuando la fe es vivida de forma «central», representa un impulso hacia la unidad. Obviamente, el diálogo ecuménico como tal no se encuentra en el orden del día en los próximos eventos de Colonia, porque Colonia es, en sustancia, un encuentro entre jóvenes católicos de todo el mundo, y también entre aquellos jóvenes que no son católicos, pero que quieren encontrar entre nosotros respuestas a sus preguntas. Por lo tanto, imagino que esta dimensión del ecumenismo pueda estar presente en los encuentros entre los jóvenes: los jóvenes no sólo hablan con el Papa sino principalmente celebran encuentros entre ellos. Tendré una reunión con nuestros amigos de la Iglesia evangélica: lamentablemente, no tendremos mucho tiempo porque la agenda del día es muy apretada; pero será el tiempo suficiente para reflexionar sobre cómo queremos ir adelante. Recuerdo muy bien y con gran gozo la primera visita de Juan Pablo II a Alemania: en Maguncia, se sentaban alrededor de la misma mesa, él y los representantes de las Comunidades evangélicas, a reflexionar sobre cómo proceder. Después de aquel encuentro fue instituida aquella Comisión de la cual surgió después la Declaración de Augusta sobre la Justificación. Creo que es importante que todos nosotros tengamos siempre presente la unidad, justamente en la centralidad de nuestro ser cristianos y no sólo en ocasión de determinados encuentros; por ello, cualquier cosa que podamos hacer a partir de nuestra fe, tendrá un significado ecuménico.

–Santidad, lamentablemente en nuestros ricos países del Norte, se manifiesta un alejamiento de la Iglesia y de la fe en general, sobre todo por parte de los jóvenes. ¿Cómo se puede contrarrestar esta tendencia? O mejor dicho, ¿cómo se puede dar una respuesta a la búsqueda del sentido de la vida por parte de los jóvenes, para hacer que éstos digan: «¡la Iglesia e
s la respuesta, nuestra respuesta!»?

–Benedicto XVI: [Sonríe]Sí, todos estamos obviamente tratando de presentar el Evangelio a los jóvenes de manera que éstos comprendan y digan: «Este es el mensaje que esperábamos». Es también verdad que en nuestra moderna sociedad occidental existen muchas falsas situaciones que nos alejan del cristianismo; la fe aparece como algo muy lejano, por lo que también Dios aparece muy lejano… En cambio la vida aparece llena de posibilidades y de objetivos … Y tendencialmente el deseo de los jóvenes es el de ser los arquitectos de la propia vida, de vivirla al máximo de sus posibilidades… Pienso en el Hijo Pródigo que consideraba su vida en la casa paterna aburrida: «Quiero vivir la vida totalmente, gozármela hasta el final». Y luego se da cuenta que su vida está vacía, y que en realidad era libre y grande cuando vivía en la casa de su padre. Creo que entre los jóvenes se está difundiendo la sensación de que todas las diversiones que se les ofrecen, todo el mercado construido sobre el tiempo libre, todo aquello que se hace, que se puede hacer, que se puede comprar y vender, al final no puede ser el todo… Por algún lado tiene que estar lo mejor. Aquí encontramos la gran pregunta: ¿Qué es por lo tanto lo esencial? No puede ser todo aquello que tenemos y que podemos comprar. He aquí el llamado mercado de las religiones que de alguna manera ofrece la religión como una mercancía y por lo tanto la degrada. Pero se nos plantea una pregunta, por lo que es necesario reconocer esta duda y no ignorarla, no considerar el cristianismo como algo concluido y experimentado suficientemente, sino contribuir para que pueda ser reconocido como aquella posibilidad siempre fresca, justamente porque se origina en Dios, que guarda y revela en sí dimensiones siempre nuevas… En realidad, el Señor nos dice: «El Espíritu Santo os introducirá en cosas que hoy no os puedo decir». El cristianismo está lleno de dimensiones aún no reveladas y se muestra siempre fresco y nuevo. Si la pregunta se plantea desde lo más profundo; en un cierto sentido, la pregunta que existe se encuentra con la respuesta que vivimos y que nosotros mismos, justamente, a través de aquella pregunta, recibimos siempre de nuevo. Éste debería ser el acontecimiento en el encuentro entre el anuncio del Evangelio y el ser jóvenes.

–Tengo la sensación de que Europa está renunciando a sí misma, a sus valores, a aquellos valores fundados sobre el cristianismo y también a los valores humanos, que cada vez cuentan menos. Nosotros, europeos, vivimos con un cierto cansancio, mientras por ejemplo chinos e indios muestran una gran vitalidad. Se ha hablado de las raíces cristianas, con motivo del Tratado constitucional de la Unión Europea. Europa se encuentra en crisis. Ahora, tendrá lugar un evento como la Jornada Mundial de la Juventud, en la que se espera la participación de casi un millón de personas. ¿Cree, Santidad, que puede dar un impulso a la búsqueda de las raíces cristianas, sobretodo por parte de los jóvenes, para que puedan continuar a vivir de manera «humana»?

–Benedicto XVI: Lo esperamos, porque justamente un encuentro de este tipo entre personas que vienen de todos los continentes, debería dar también un nuevo impulso al viejo continente que los recibe; debería ayudarnos no sólo a mirar aquello que tiene de negativo, de agotado, de dejado de lado en la historia europea –no olvidemos que nos encontramos en una fase de autocompasión y de auto-condena–. Pero en toda historia ha existido algo de enfermo. En la nuestra, que también ha desarrollado posibilidades técnicas tan grandes, esto asume un significado aún más dramático. Debemos también mirar a las cosas grandes que han surgido en Europa. De otro modo no sería posible hoy que todo el mundo experimente de alguna manera la civilización que en Europa se ha desarrollado, si esta civilización no tuviese raíces profundas. Hoy en día tenemos sólo tenemos esto que ofrecer. En cambio asumiendo esta civilización, pero buscando otras raíces, se cae al final en la contradicción… Creo que esta civilización, con todos sus peligros y sus esperanzas, pueda ser dominada y conducida a su grandeza sólo si aprende a reconocer las fuentes de su fuerza; si de nuevo logramos ver esta grandeza, de manera que restituya la orientación y la importancia a la posibilidad de ser hombre, tan amenazada; si lográramos de nuevo gozar del hecho de vivir en este continente que ha determinado la suerte del mundo –en el bien y en el mal–… Precisamente por esto tenemos el deber constante de redescubrir la verdad, la pureza, la grandeza y de construir el futuro, para colocarnos por tanto de una manera nueva y mejor al servicio de toda la humanidad.

–Una última pregunta: ¿cuál es el objetivo ideal a alcanzar con la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia?

–Benedicto XVI: Seguramente que sobre la juventud sople un viento de renovada fe, principalmente sobre la juventud de Alemania y Europa. En Alemania existen grandes instituciones cristianas, los cristianos llevan a cabo muchas obras de bien, pero existe también mucho cansancio. Estamos, de este modo, enfrascados en resolver cuestiones estructurales, por lo que luego falta el entusiasmo y el gozo que provienen de la fe. Si éste viento lograse hacer revivir en nosotros el gozo de conocer a Cristo, y lograse imprimir una nueva vitalidad a la Iglesia presente en Alemania y en toda Europa, pienso que podremos decir que la Jornada Mundial de la Juventud ha logrado su objetivo.

–Santidad, le agradecemos esta entrevista, le deseamos todo bien y la Bendición de Dios para estos, si bien fatigosos, preciosos días que le esperan en Colonia.

–Benedicto XVI: ¡Gracias!<br>
[Traducción del original alemán realizada por Radio Vaticano]

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ZENIT Staff

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