La protección del matrimonio es responsabilidad de todos, alerta el cardenal de Madrid

En su homilía por la festividad del patrono de la capital de España, San Isidro Labrador

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MADRID, lunes, 16 mayo 2005 (ZENIT.org).- Apelando a la responsabilidad de la Iglesia, de los poderes públicos y de la sociedad, el cardenal Antonio María Rouco Varela –arzobispo de Madrid (España)— alertó el domingo de que el futuro de las nuevas generaciones depende de la protección y promoción de la dignidad natural del matrimonio y de la familia.

Durante la Eucaristía que presidió en la Colegiata de San Isidro con ocasión de la Solemnidad de Pentecostés, que coincidió con la fiesta de San Isidro (fallecido en el año 1130), el purpurado reconoció la actualidad del testimonio del santo patrón –de Madrid, de los labradores de España y de muchos pueblos de Europa–.

La vida de San Isidro, «labrador», «sencillo y humilde padre de familia», «es inseparable de la de su esposa Santa María de la Cabeza y de la familia que ambos formaron a través de su matrimonio» –fruto del cual tuvieron un hijo–, que «vivieron santamente desde sus comienzos» manifestando «la santidad del vínculo» y «la fecunda belleza, humana y espiritual del matrimonio cristiano».

Su ejemplo –«y precisamente como ejemplo de familia cristiana»– «¡quizá nos resulte hoy más aleccionador que nunca!», admitió el purpurado.

Y es que «a nadie se le oculta que la familia atraviesa hoy por uno de los momentos más difíciles de su historia» –expresó en su homilía–, pues «muchas son, en la actualidad, las hondas discrepancias sobre la naturaleza del matrimonio y de la familia, al menos por lo que respecta a las teorías y formas de concebirla, propuestas en los más variados foros de la vida cultural, social y política».

«Muchos son también los problemas y las crisis con que se tienen que enfrentar hoy en España y en Madrid»; «se acrecientan las distancias, incomprensiones y rupturas matrimoniales»; «se impone, de un modo irracional, una nueva comprensión de las relaciones entre el varón y la mujer»; «se pretende incluso, usando el instrumento noble de la ley humana, desnaturalizar el matrimonio y la familia en lo más hondo y constitutivo de su ser», denunció.

[El Congreso ha aprobado recientemente –por 183 votos a favor, 136 en contra y 3 abstenciones–, el proyecto de Ley que modifica el Código Civil para extender el derecho a contraer «matrimonio» y a adoptar niños a las pajeras del mismo sexo. El texto será remitido al Senado y regresará al Congreso, previsiblemente el mes de junio, donde debería ser ratificado de manera definitiva. Ndr]

«Las víctimas primeras y principales… los hijos; y, luego, los actores mismos de las crisis y toda la sociedad», subrayó el cardenal Rouco,

Por todo ello –exhortó– «debemos sentir como una llamada urgente, en el interior de nuestras conciencias, que únicamente protegiendo y promoviendo la dignidad natural del matrimonio y de la familia encontrarán las nuevas generaciones el lugar insustituible ¡el hogar! donde se recibe, conoce y aprende la lección fundamental e imprescindible del amor gratuito, fuente de una vida digna del hombre y clave de su desarrollo como persona, llamada a ser y vivir como hijo de Dios y hermano de sus semejantes, responsable de su destino y del bien común».
«Ese deber nos incumbe a todos» –alertó–: «a la Iglesia y a sus pastores de un modo especialmente grave e ineludible», pues «no pueden ni deben callar la voz del Evangelio de la familia y de la vida»; igualmente «a los poderes e instituciones públicas con no menor gravedad y con una urgencia que no admite demoras».

De hecho –recordó– «el vigente marco jurídico y administrativo en el que se ven obligados a desarrollar hoy los jóvenes el proyecto y la realidad de su matrimonio, deseosos de fundar un hogar y una familia en el que puedan nacer y educarse sus niños como se merecen, está cuajado de impedimentos y dificultades cada vez más onerosas».

El citado deber además «incumbe, por supuesto, a toda la sociedad y a los ciudadanos sin excepción, pero principalmente a los propios padres y madres de familia que necesitan del apoyo afectivo y efectivo de todos, al menos de los cristianos, especialmente a la hora de tener que unirse y apoyarse mutuamente de cara al futuro».

«¡Que se facilite y no se entorpezca a los jóvenes esposos, marido y mujer, el que puedan vivir su matrimonio como una unión y comunión indisoluble de amor y de vida! –pidió–. ¡Que puedan educar ellos, en primera persona, a sus hijos (…) sin intromisiones impositivas de ningún género!».

«¡Que la labor de la madre, o, en su caso, del padre, al engendrar y al educar a sus hijos en el cuidado diario de su hogar se valore y retribuya justamente –añadió el cardenal Rouco– con no menor peso y significado económico y jurídico que el de los profesionales que se dedican a tareas similares en centros de acogida y de enseñanza!»

«¡Que todos los niños puedan nacer sin que nadie los destruya o manipule en los primeros instantes de su existencia! ¡Que no haya hogar sin niños; ni niños sin padre ni madre; ni hijos sin hermanos! ¡Que no nos sobren en casa nuestros padres y familiares mayores o enfermos!», recalcó.
La Conferencia Episcopal Española considera que el proyecto de ley de reconocimiento del «matrimonio» homosexual es inmoral y, por lo tanto, los católicos deben oponerse con la objeción de conciencia.

En sus primeros meses de poder, el gobierno socialista en España además anunció el proyecto de ley para instaurar el divorcio por la vía rápida (bastan 90 días de matrimonio).

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ZENIT Staff

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