La quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, según su anfitrión (I)

El arzobispo de Aparecida, monseñor Raymundo Damasceno, habla de los preparativos del evento

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APARECIDA, lunes, 10 abril 2006 (ZENIT.org).-La diócesis de Aparecida (a 170 kilómetros de São Paulo, sudeste del Brasil), una de las más pequeñas del país, en cuanto a territorio, pero donde se sitúa uno de los mayores santuarios marianos del mundo, consagrado a Nuestra Señora Aparecida, patrona de Brasil, acogerá a Benedicto XVI en mayo de 2007 para la apertura de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.

En esta entrevista concedida a Zenit el arzobispo anfitrión, monseñor Raymundo Damasceno Assis, habla de los preparativos y del contexto de la venida del Papa y del gran evento eclesial.

–¿Cómo se prepara una Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, dado que esta «nace» en las propias conferencias de los países representantes, en las Iglesias nacionales?

–Monseñor Damasceno: Normalmente, la sugerencia para la realización de estas conferencias generales del Episcopado Latinoamericano y del Caribe surge a partir de propuestas en las asambleas del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano). Estas asambleas están compuestas por la presidencia del CELAM, por la dirección de los diversos departamentos del CELAM, por los presidentes de las conferencias episcopales de cada país, más un delegado de cada conferencia. Una vez formada la asamblea, ante un marco nuevo, una realidad nueva, o acontecimientos nuevos, se propone al Santo Padre la oportunidad de realizar una Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.

Conviene dejar claro que es siempre el Papa quien convoca y aprueba la realización de una Conferencia. Es él quien convoca a los obispos para una Conferencia, quien determina el tema, aunque el CELAM pueda sugerirlo, pero es él quien posteriormente aprueba el tema definitivo. El también decide el lugar y la fecha de realización de la Conferencia.

Corresponde al CELAM, en cooperación con la Comisión Pontificia para América Latina, iniciar el proceso de preparación del evento, una vez aprobado y convocado por el Papa.

El proceso evidentemente implica a todas las conferencias episcopales de América Latina y del Caribe, primero en la propuesta del tema, que será elevado al Santo Padre, y él lo aprobará de una manera definitiva. Por ejemplo, en este caso, el tema que fue sugerido por las conferencias a través del CELAM, fue aprobado por el Papa con apenas una modificación. Añadió el término «en Él»: «Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida». Y luego agregó el versículo del Evangelio de Juan (14, 6): «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida». Por tanto, ese es el tema oficial de la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y del Caribe.

A partir de ese tema, se elabora también un documento, el llamado «Documento de participación», que es un texto que fue enviado a todas las conferencias episcopales de América Latina y del Caribe. Ese documento está siendo estudiado en este momento en todas las Iglesias particulares, en todas las diócesis y también por otras instituciones de Iglesia, universidades, comunidades religiosas, religiosos, etc.

Pero las grandes protagonistas en la fase de preparación de la V Conferencia son las diócesis. Las diócesis son las que están realmente estudiando el documento en las comunidades, en las parroquias, en las casas religiosas, en los institutos que haya en esas diócesis. Es el momento por tanto de la aportación, digamos, de las diócesis, de las Iglesias particulares a ese documento.

Cada diócesis elabora una síntesis de las aportaciones hechas en su Iglesia particular, envía estas colaboraciones de acuerdo con un esquema, un cuestionario establecido por el CELAM. En el caso de Brasil, corresponde al Secretariado nacional de la CNBB (Conferencia Nacional d los Obispos de Brasil) enviar la síntesis general al CELAM. El CELAM entonces elabora el documento síntesis, a partir de las contribuciones de las Iglesias particulares, que será el documento que se entregue a los delegados de la V Conferencia.

Por tanto, estamos en la fase de aportaciones al documento. Después, una vez redactado y aprobado el reglamento de la Asamblea, las conferencias episcopales deberán proceder a la elección de los delegados. Aparte de los delegados, sabemos que el Santo Padre invita a otras personas, representantes de otras Iglesias, representantes de los religiosos, teólogos, expertos en pastoral, para que den su contribución. Esperamos que participen en la V Conferencia en total unas trescientas personas, incluyendo delegados e invitados especiales.

–¿Cuál es la fuente de financiación de la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y del Caribe?

–Monseñor Damasceno: La fuente de financiación de la V Conferencia en parte es el propio CELAM, gracias también a aportaciones de la Comisión Pontificia para América Latina, de organismos de ayuda internacional, como «Adveniat», «Ayuda a la Iglesia Necesitada», «Misereor», el Secretariado de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos para América Latina. Además de esas aportaciones, hay contribuciones de las propias Conferencias episcopales, sobre todo en cuanto a viajes y hospedaje de los delegados. La financiación viene de esas diversas fuentes.

–¿Por qué es necesario convocar una nueva Conferencia? ¿Los desafíos de Santo Domingo [IV Conferencia General, realizada en 1992] ya han sido superados?

–Monseñor Damasceno: Cada Conferencia general, evidentemente, se realiza en un determinado contexto. Constatamos que hay situaciones nuevas para la realización de este evento. Estamos celebrando los 50 años de la creación del CELAM. Estamos en un contexto ciertamente nuevo, el inicio de un nuevo milenio, con una serie de factores también hoy nuevos en el mundo y en la sociedad, como por ejemplo los fenómenos de la globalización, el secularismo, el indiferentismo; sigue todavía produciéndose una proliferación de nuevos movimientos religiosos, sobre todo de cuño pentecostalista; el fenómeno de la pobreza en América Latina y la concentración todavía mayor de las riquezas. Estamos viviendo en un contexto nuevo, que justificó una propuesta del CELAM al Santo Padre de una nueva Conferencia. No hay períodos fijos para la realización de estas conferencias; normalmente se han tenido en periodos de 15 a 20 años, haciendo que los obispos de América Latina y del Caribe avalen de nuevo el caminar de la Iglesia del continente ante los nuevos desafíos que se presentan, y que busquen también de una manera colegiada respuestas para esos desafíos en el campo religioso, muchas veces sugestiones y propuestas también en el campo social.

En esta ocasión, el acento está en el discipulado y en la misión, como dice el título. Yo creo que se da una preocupación por la profundización en la fe de nuestros fieles, la opción por Jesucristo, y al mismo tiempo la cuestión de nuestra identidad, de cristianos, de católicos. Esta identidad se realiza a partir de su opción por Jesucristo y, por tanto, se trata de que nuestros fieles maduren, profundicen en la fe en Jesucristo. Además se necesita una profundización y una mayor conciencia de su pertenencia a la Iglesia, que tiene como consecuencia evidentemente una misión.

Ser discípulo de Cristo es imitarlo. Procurar reflejar en la propia vida la palabra del Evangelio, las actitudes de Cristo, y también testimoniarlo en la vida personal, familiar, laboral, social. La misión consiste en ese testimonio de Jesucristo por medio de la vida y la palabra. Juan Pablo II decía en su carta «Novo millennio ineunte» que Cristo es nuestro modelo, nuestro programa pastoral. Por tanto, tenemos que conocerlo, amarlo, imitarlo y testimoniarlo. Esta es nuestra gran misión. Nosotros percibimos esto: cierta fragilidad en la formación de nuestros fieles, de nuestros agentes de pastoral, y por ello mu
chas veces falta identidad, profundidad en la fe, y también conciencia misionera.

Pienso que esto es muy importante hoy en América Latina ante el crecimiento de los nuevos movimientos religiosos, y también ante la movilidad religiosa, el tránsito de una Iglesia a otra. Por tanto son temas que están ahí para todos nosotros, justificando una toma de conciencia ante ese fenómeno, y al mismo tiempo exigiendo una propuesta de acción pastoral.

La preocupación de la Iglesia en general, y particularmente en América Latina, en Brasil, es realmente la cuestión misionera. La Iglesia por naturaleza es misionera. No podemos instalarnos. Tenemos que, por así decir, acentuar el aspecto de misión. Hace falta subrayar la parte sacramental, pues a veces nos conformamos con una pastoral de manutención de la situación actual. Atender y acoger a los fieles en las comunidades implica que esa conciencia misionera hoy esté cada vez más clara en la mente de los obispos, de los sacerdotes, de los fieles. Es preciso revigorizar esa conciencia misionera, para que sin descuidar la pastoral sacramental, logremos una pastoral profundamente misionera, más evangelizadora, que salga al encuentro de los que no vienen, de los que están alejados de la Iglesia, de la comunidad, o también de aquellos a los que ni siquiera todavía ha llegado la Iglesia.

[Continuará en la edición de Zenit de este martes]

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ZENIT Staff

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