La Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL)

MADRID, sábado, 21 octubre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció Leticia Soberón, del Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales, coordinadora de la Red Informática de la Iglesia en América Latina.

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La Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL)

La RIIAL: una «mesa común»

La RIIAL es una realidad promovida y animada por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales y el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Se trata de un espacio cooperativo y de comunión; es un modo de uso de la informática como medio de comunicación, basado en un espíritu de colaboración y de comunión eclesial. Consiste simplemente en que las entidades de la Iglesia (conferencias episcopales, obispados, seminarios, nunciaturas, parroquias, institutos de estudio, congregaciones religiosas, agencias católicas de noticias) que lo deseen, desarrollen su proceso de informatización de manera compatible, armoniosa y en colaboración con otras realidades similares, creando servicios comunes que abaratan costos y facilitan el trabajo. Puede compararse con una «mesa común» en la que cada uno participa según su identidad eclesial, y ofrece sus hallazgos de forma gratuita para los demás miembros, beneficiándose a su vez con los de los otros. Esto genera una conciencia de Red.

La RIIAL nació hace más de veinte años como una intuición acertada para un Continente que es pobre pero tiene un gran dinamismo y profunda fe. Inició sus primeros pasos cuando todavía el uso de la informática para la comunicación era privilegio de especialistas, e Internet no existía como realidad social. En cierto modo la RIIAL empezó como humilde y pequeño «laboratorio de experiencias» en el cual unas pocas Diócesis, Conferencias Episcopales y otras realidades eclesiales experimentaron el uso de la computadora como medio de comunicación. Esto contribuyó también a armonizar un proceso espontáneo de informatización eclesial que se aceleró enormemente y que sin esta ayuda, hubiera resultado caótico. La RIIAL acertó a encontrar formas prácticas para que las Iglesias de América Latina estuvieran mejor preparadas para este cambio vertiginoso que hoy vemos mucho más desarrollado. Hoy la RIIAL está presente en casi todas las Conferencias Episcopales de América Latina, y ha pretendido siempre dar respuesta a los problemas de tipo práctico que plantea la acción pastoral de la Iglesia. Por citar tan sólo alguno a modo de ejemplo:

Un concepto central en el trabajo de la RIIAL es la «capilaridad», es decir, que la Red se esfuerza en ampliar el número de usuarios para ofrecer a todos, especialmente a los más pobres, la participación en la riqueza del mensaje evangélico y de la cultura católica. Esto significa un esfuerzo sistemático por llegar lo más lejos posible, alcanzando a las comunidades remotas y necesitadas y lograr la «integración digital». Pero también es un esfuerzo para llegar lejos en términos de mentalidad: personas que ya no acuden a la Iglesia, o que no han oído nunca hablar de Cristo. La ventaja de la informática, medio muy flexible y poliédrico, es que permite alcanzar a un amplio arco de destinatarios, sea con la tecnología adecuada a lugares pobres, sea con los lenguajes multimediáticos que comprenden los jóvenes de hoy. Desde el correo electrónico al disket, del CD-Rom al Portal lleno de servicios, el chat y el foro; hay mil formas de llegar a usuarios distintos y diversamente dotados. La RIIAL no se reduce a Internet sino que usa todos los medios a su alcance.

Características de la RIIAL como Red

Pudiera ser inspirador considerar algunas de las características de esta Red, pionera por sus características, que intento condensar en unos cuantos puntos:

1. La RIIAL se teje a través de la ecuación «necesidad-servicio», es decir, buscando realizar aquello que realmente hace falta, especialmente para los más desprovistos. La RIIAL ha creado programas informáticos, formación de agentes, archivos de documentos, agencias de noticias, servers gratuitos, selección tecnológica de acuerdo a las verdaderas necesidades de cada lugar, etc. Si desean ver nuestra página web descubrirán el Centro Nuestra Señora de Guadalupe, que realiza una excelente tarea en todo el Continente; verán Zenit, verán un Observatorio sobre Internet, el espacio web gratuito llamado Trimilenio, y un largo etcétera.

2. Cada miembro de la red conserva su identidad y carismas. Participa en la red según su identidad eclesial, y esa participación no le reduce ni le limita, más bien le hace crecer y desarrollarse. En la mesa común de la red, el «traje de fiesta» que se pide, es que sepa estar con los demás, generosamente, aportando lo suyo al conjunto y sin excluir a nadie. Hay una «presidencia del Ágape», que corresponde al Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales.

3. Una metodología de realización a través de experiencias piloto antes de la aplicación general de las iniciativas. Así se verifica y perfecciona la operatividad en pequeño, y se amplía según la adhesión a los proyectos.

4. Los recursos son escasos y fluyen del convencimiento de las entidades. No se ha construido con enormes cantidades de dinero iniciales.

5. Prioridad de la formación de agentes. Sin formación no se hubiera logrado ir tejiendo las redes locales y regionales que han sido fruto de ese esfuerzo, siempre continuo en la RIIAL.

6. Una profunda espiritualidad. En una red católica existen unas raíces muy hondas en la experiencia de fe compartida, en la pertenencia a la Iglesia en su maravillosa diversidad. El amor a Nuestra Señora de Guadalupe está en el corazón de todos.

Tejer redes

A pesar de las facilidades de la tecnología, las redes no se tejen solas. Son necesarias personas que dediquen su tiempo y esfuerzos a abrir espacios comunes de colaboración con otros individuos y entidades, de modo que los esfuerzos de cada uno se articulen entre sí, configurando áreas más amplias de comunión y de participación, incluso de una forma interdisciplinar que atraviese las fronteras de la propia área de acción.

Si contemplamos en su conjunto las personas que pueblan el planeta Tierra, veremos que cada ser humano es centro. Cada persona, con su dignidad intrínseca, es centro de una serie de relaciones con otras personas. Lo mismo sucede con los nodos de las redes de comunicación en las que participamos. Cada nodo puede ser considerado «centro» en su área de acción. Al mismo tiempo, de acuerdo con los recientes análisis de redes popularizados por Laszlo Varabais y otros autores, las redes están constituidas por nodos que pueden ser importantes por distintas razones, todos de algún modo aportando al conjunto de la red: – Centralidad por número de conexiones: Un nodo será en cierto modo «centro» si está conectado con todos los demás nodos de la red, de modo que se convierte en un «hub» o lugar necesario de paso para la comunicación del resto. De todos modos, aunque se suele pensar que cuantos más vínculos tenga un nodo, es mejor para él, no siempre sucede así. Depende a dónde le conduzcan y cómo sean esas conexiones.

– Centralidad por la intermediación. Un nodo puede no estar conectado con todos los demás, pero puede tener una situación de particular valor por ejercer de «puente» entre lugares inconexos de la red. El riesgo es que si un nodo de este tipo queda desactivado, toda la red se parte en dos.

– Centralidad por cercanía. Un nodo puede no tener excesivo número de conexiones, pero si las que tiene son de gran cercanía y velocidad, su valor crece en relación con la red por la eficacia de su flujo comunicativo.

Yo añado uno señalado por Alfredo Rubio de Castarlenas, médico, sacerdote y poeta:

– Centralidad por unidad. Rubio señalaba, mucho antes de la popularización de las redes, que cuando dos o más personas o instituciones -nodos- convergen en su voluntad, sintonizan, son amigos, en otras palabras «son uno», constituyen un centro más denso, más luminoso, y ejercen una gran fuerza de atracción a su alrededor. Es
ta forma de aunar voluntades conduce a la red a actuar, casi sin proponérselo, como «agencia de sentido» en medio de un panorama que de otro modo podría ser caótico.

En el campo de la radio y la televisión hay aquí muchas personas y entidades que han trabajado desde hace años para tejer estos vínculos: entidades regionales como el CELAM, como la CEEM, el FABC en Asia, las grandes entidades regionales africanas. También las asociaciones de laicos como el hoy Signis, OCLACC, TELCAT en América Latina, y tantas otras.

Recogiendo esfuerzos anteriores, y poniendo un nuevo impulso ahora, este Congreso puede ser el inicio de un nuevo tejido de redes, un espacio donde los nodos que hasta ahora han estado dispersos, tomen forma y hagan de «caja de resonancia» del mensaje de Cristo y a los valores del Evangelio. Así contribuirá a que la Sociedad de la Información no sea mera sociedad de datos, sino se convierta en Sociedad del Conocimiento, ese conocimiento que sustenta una vida más humana, solidaria y cristiana.

Más información en www.riial.org

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ZENIT Staff

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