La respuesta del cristiano a la llamada a la santidad, en la oración del Papa

Según sus intenciones para el mes de noviembre

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 2 noviembre 2004 (ZENIT.org).- En noviembre, las intenciones de la oración de Juan Pablo II se centran en la conciencia de la llamada a la santidad y la repuesta de los fieles a ésta.

Así se desprende de la intención general y misionera del Apostolado de la Oración que, todos los meses, el Santo Padre asume como propia para ofrecer sus oraciones y sacrificios junto a miles de laicos, religiosos, religiosas, sacerdotes y obispos del mundo entero.

«Que los cristianos y cristianas respondan con generosidad a la llamada divina y caminen hacia la santidad en sus ambientes» es la intención general por la que el Papa ofrece sus oraciones este mes.

Además, Juan Pablo II reza en noviembre para «que cuantos sirven en misiones recuerden que la eficacia de la Evangelización surge de la santidad y la unión con Cristo», según enuncia la intención misionera.

«El cristiano «encargado de la misión”» –«quien ha recibido expresamente el mandato de anunciar el Evangelio»– «no puede olvidar que su vida no podrá producir frutos si, como una rama pegada al árbol, no permanece estrechamente unido a Cristo», explica el cardenal Bernardin Gantin comentando en la agencia «Fides» –de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos– la intención misionera del Papa.

«La santidad personal –aclara– consiste en un esfuerzo interior, renovado cada día por la gracia de Dios, por mantenerse íntimamente unido a Cristo».

Y «el espíritu de Cristo es un espíritu de fidelidad y amor en la obediencia perfecta al Padre y por lo tanto, a los compromisos ligados al propio estado del bautizado, de consagrado, misionero al servicio del Evangelio», añade.

Pero «el espíritu de Cristo –prosigue– es también el de las bienaventuranzas: el que produce la alegría a los constructores de paz y defensores de la justicia, a los que practican la mansedumbre, el perdón y la misericordia».

«Éstos son ya frutos indiscutibles del Evangelio experimentado en profundidad –reconoce el decano emérito del Colegio cardenalicio–. Ellos hacen de la tierra morada de Dios, en la que son excluidos el odio, violencias, guerras…»

Y es que «Cristo, a través de su apóstol al servicio de la misión, transfigura el mundo», subraya.

Además, para estar en «íntima unión con Cristo», se debe dar «prioridad» a la adhesión a la Eucaristía, «fuente y cumbre de la evangelización». El hecho de que este año el Papa nos llame «a comprometernos en el Año de la Eucaristía» es, para el purpurado, «un motivo más para pedir en la oración a Dios un aumento de fidelidad de la Iglesia al más grande de todos los sacramentos».

«¿No somos todos nosotros, más o menos, fruto de lo que sembraron nuestros predecesores, nuestros padres y madres en la fe, con la santidad de su vida y su acción misionera?», pregunta el purpurado, originario de Benín.

Así, la intención misionera del Papa para este mes es ocasión, para el cardenal Gantin, de «recordar con gratitud la figura de nuestros misioneros que renunciaron a todo para seguir a Cristo: dejaron su patria y sus seres queridos».

También hoy la misión «es elegir deliberadamente una existencia dura y difícil –advierte–, expuesta a todos los riesgos y peligros, incluidos los del clima, las incertidumbres de los países y los tiempos y enfermedades de todo género».

«He dicho «renuncia»» –recalca–: es «la forma constante e inevitable de todos los sacrificios anunciados por el propio Cristo», quien «no tiene dónde reclinar la cabeza».

«Éste es el modo de ser misionero, completa e intensamente ligados a Cristo, condición necesaria para una fecundidad abundante y cierta», concluye.

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ZENIT Staff

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