La Santa Sede coagula el consenso sobre la prohibición de toda clonación humana

En el debate que tiene lugar en las Naciones Unidas

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NUEVA YORK, 27 octubre 2003 (ZENIT.org).- La labor de la Santa Sede en el debate que tiene lugar en estos momentos en las Naciones Unidas está sirviendo para que avance el consenso a favor de la prohibición global de todo tipo de clonación humana.

Si bien delegaciones, representantes de la sociedad civil y científicos concuerdan casi unánimemente en la prohibición de la clonación humana con fines reproductivos, el tema suscita acaloradas discusiones cuando se trata de la clonación humana con fines de investigación, llamada de manera inadecuada «clonación terapéutica».

La dilema moral de esta segunda práctica, según ha explicado en las tres últimas semanas la Santa Sede en un documento que ha hecho circular entre los grupos de trabajo, radica en el hecho de que un embrión humano, clonado o no, goza de la misma dignidad propia de todo ser humano y, por tanto, no puede ser creado y destruido con el simple objetivo de extraer sus células y otros materiales.

En el debate, unos cuarenta países, liderados por Costa Rica, y con el apoyo de Estados Unidos y España, por ejemplo, han pedido que por estos motivos éticos es necesario aprobar una Convención que prohíba tanto la clonación humana reproductiva como la clonación con fines «terapéuticos».

Según informó Reuters el 8 de octubre, esta posición se encontró con un grupo rival de catorce gobiernos, la mayoría europeos, aunque entre ellos se encuentran también Japón, Brasil y Sudáfrica, quienes respondieron que la principal prioridad debería ser prohibir rápidamente la clonación humana, dejando a los gobiernos que decidan de forma individual sobre la regulación de la clonación terapéutica.

«¿Cuántas vidas humanas pensamos destruir en este proceso?», preguntó el observador permanente ante la Santa Sede ante la ONU el pasado 21 de octubre al tomar la palabra en respuesta a esta sugerencia.

«Dado que este proceso innecesario requeriría más de un embrión por paciente, cientos de millones de seres humanos clonados serían necesarios para afrontar una sola enfermedad, como el diabetes, en cualquier país desarrollado», informó el arzobispo Celestino Migliore.

«Una de las misiones fundamentales de las Naciones Unidas es defender los derechos de todos los seres humanos –constató en su intervención hecha pública este lunes por la Sala de Prensa de la Santa Sede–. Si las Naciones Unidas prohibiesen la clonación reproductiva sin prohibir la clonación con fines de investigación, este organismo estaría implicado por primera vez en la legitimación de algo increíble: la creación de seres humanos para el expreso propósito de destruirlos».

«Si los derechos humanos significan algo, en todo momento y en todo lugar del mundo, entonces nadie puede tener el derecho de hacer algo así. Los derechos humanos surgen del reconocimiento de que los seres humanos tienen una dignidad intrínseca, que se basa en el hecho de que son humanos», explicó.

«Los seres humanos son humanos, incluso cuando sean clonados –subrayó–. Si todos nosotros gozamos de derechos que surgen del reconocimiento de esta dignidad, entonces tenemos que actuar para prohibir la clonación humana en todas sus formas».

«Si bien una convención parcial podría afrontar temporalmente algunas de las cuestiones ligadas a la clonación humana, generaría mayores problemas, incluso más difíciles de resolver», concluyó en su intervención el representante papal.

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ZENIT Staff

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