La Santa Sede exige una moratoria para la utilización de bombas de racimo

Petición del arzobispo Silvano Maria Tomasi en Ginebra

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GINEBRA, jueves, 7 septiembre 2006 (ZENIT.org).- No es posible seguir permitiendo la muerte de víctimas inocentes a causa de armas de efectos indiscriminados, como son las bombas de racimo, motivo por el cual la Santa Sede ha pedido una moratoria en su uso y tratados internacionales que las prohíban y las restrinjan.

La voz de la Iglesia católica resonó por boca del arzobispo Silvano Maria Tomasi, observador permanente ante la Oficina de las Naciones Unidas de Ginebra, durante la reunión del grupo de expertos gubernamentales sobre la Convención para la prohibición o restricción del uso de armas convencionales con efectos indiscriminados, celebrada en esa ciudad de suiza del 28 de agosto y el 6 de septiembre.

Las bombas de racimo o bombas de fragmentación son un tipo de arma que ha matado a gran cantidad de civiles, con efectos frecuentemente indiscriminados, y que se encuentra almacenada en grandes cantidades en más de 70 países.

Como constató el mismo prelado estas armas han sido utilizadas en la guerra del Líbano provocando un «drama humanitario». «Las imágenes y los testimonios que nos llegan son alarmantes».

Hasta el 30 de agosto de 2006, las Naciones Unidas ha registrado 13 muertos y 47 heridos por bombas de racimo desde que tuvo lugar el alto el fuego en el Líbano. La ONU y equipos de expertos han identificado 405 lugares en los que se han arrojado estas bombas y han desactivado 2.900 bombas en quince días de trabajo.

Las bombas de racimo contienen un dispositivo que, al abrirse, libera un gran número de pequeñas bombas. Estas «sub-municiones» causan diferentes daños, como la perforación de vehículos blindados con su carga explosiva, hieren o matan al mayor número de personas posible con sus fragmentos de metralla, o provocan incendios…

«Las víctimas de conflictos pasados y las víctimas potenciales de conflictos futuros no pueden esperar años de negociaciones y de discusiones» sobre el uso de estas armas, dijo monseñor Tomasi.

Por este motivo, añadió, «se impone una moratoria en la utilización de estas armas».

Al mismo tiempo, pidió la adopción de un tratado internacional para la prohibición o restricción del uso de estas armas convencionales con efectos indiscriminados en nombre de sus víctimas pasadas y futuras.

«Hasta ahora, no hemos visto pruebas convincentes de la parte de quienes consideran estas armas como legítimas. De todos modos, toda arma ha sido calificada de legítima antes de ser prohibida o reglamentada», constató.

«¿No es ése el caso de las armas químicas, biológicas, incendiarias o de láser?», siguió preguntando. «El hecho de declarar un arma legítima no hace que sea más aceptable ni menos inhumana».

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ZENIT Staff

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