La Santa Sede pide algo más que ayuda material para las víctimas de las catástrofes

Intervención del arzobispo Tomasi, observador vaticano ante la ONU en Ginebra

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GINEBRA, 7 diciembre 2007 ( ZENIT.org).- Las víctimas de los desastres naturales necesitan algo más que ayuda material, precisan el apoyo moral, espiritual y psicológico de una sociedad que les considera parte de la familia humana, dijo el observador permanente de la Santa Sede ante la Oficina de la ONU y ante las instituciones especializadas en Ginebra, el arzobispo Silvano Tomasi.

Monseñor Tomasi afirmó lo anterior en la trigésima Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, con el lema «Juntos por la Humanidad», del 26 al 30 de noviembre en Ginebra.

Dirigiéndose a la organización humanitaria internacional, el arzobispo Tomasi dijo: «Más allá de las tragedias y la ayuda de emergencia en conflictos y tensiones fabricados por el hombre, y en desastres naturales, frente a la dignidad de cada persona, una solución realista y de largo alcance para impulsar la protección humanitaria sigue siendo hacer realidad que la familia humana es realmente una».

Entre las preocupaciones actuales, la Conferencia Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja puso sobre la mesa de debate cuatro desafíos: pandemias, migración internacional, violencia urbana y degradación medioambiental.

«La Misión de la Santa Sede reconoce en estos desafíos un recordatorio de que la convivencia entre comunidades sociales y políticas, y la construcción de un orden mundial pacífico, son sólo posibles sobre la base del valor fundamental de la dignidad de cada persona humana», dijo el observador vaticano.

«Las cuatro áreas –añadió el arzobispo–, que reclaman nuestra atención inmediata tienen serias consecuencias humanitarias para la sociedad contemporánea, así como para las futuras generaciones. La voluntad de trabajar juntos en hallar soluciones adecuadas para todos no puede ser ignorada, ya que de ellas depende la supervivencia material y ética de la humanidad».

El arzobispo Tomasi añadió: «Es también vital convencerse de que la solución de los complejos problemas y emergencias inherentes al conjunto de la humanidad no son sólo de naturaleza técnica y no pueden reducirse a la mera asistencia».

«Las víctimas -añadió– tanto las directas como las indirectas, necesitan atención y cuidado especial. De hecho, son los más vulnerables los que más sufren por los desastres naturales, conflictos y violencia, por las consecuencias del subdesarrollo, la pobreza y las pandemias».

«Estas personas, sus familias y comunidades, tienen derechos, y necesitamos hacer algo al respecto –subrayó el prelado de 67 años–. Además, necesitan nuestra cercanía humana, nuestro apoyo psicológico, moral y espiritual, no como condescendiente piedad, sino como expresión de nuestra solidaridad. Somos una sola familia humana».

«Se debería dar la ayuda como autoayuda –añadió– para que la población local pueda reforzar su propia capacidad, y de este modo sea capaz de ejercer su libertad y responsabilidad».

«Las diferentes religiones junto a otras instituciones pueden y deben desempeñar un papel positivo –explicó el arzobispo Tomasi–. Por su parte, la Santa Sede ha promovido iniciativas de diálogo interreligioso, que considera una componente fundamental en la construcción de la paz y la realización del bien común».

Recordó que, como se pidió en 2003, la Iglesia «ha organizado un encuentro interreligioso de estudiosos para promover la defensa de la dignidad humana y el respeto de las leyes humanitarias en caso de conflicto armado. Y piensa en ulteriores iniciativas con entidades no estatales, para promover los fundamentos éticos de la ley humanitaria y la defensa de la dignidad humana, también en caso de conflicto armado».

«El enfoque ejemplar de la Cruz Roja y la Media Luna Roja –concluyó el arzobispo–, reside en la habilidad para abatir  barreras y construir puentes entre las partes en conflicto, conscientes de la común humanidad que exige que caminemos juntos hacia el futuro».

Traducido del inglés por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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