La Santa Sede pide apostar por un “refuerzo humano” de los pobres

Propuesta del representante vaticano en la ONU

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NUEVA YORK, miércoles 28 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- En el contexto de la crisis actual, los acuerdos comerciales internacionales y las declaraciones financieras deben garantizar a los Estados un espacio político y económico suficiente para cumplir con sus propias responsabilidades, sobre todo las relativas al desarrollo humano de los pobres.

Lo afirmó el 22 de octubre en Nueva York el arzobispo Celestino Migliore, nuncio apostólico y observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, interviniendo en la 64ª sesión de la Asamblea General del organismo sobre “Erradicación de la pobreza y otras cuestiones relativas al desarrollo”.

“La implantación de un sistema económico nacional e internacional que sirva realmente a los intereses de los pobres requiere que estos sean capaces de defender y promover sus derechos en el contexto del imperio de la ley en el ámbito nacional e internacional”, dijo el prelado.

Esto, sin embargo, “no es suficiente”, dijo, destacando la necesidad de “promover un verdadero refuerzo humano de los pobres y proporcionar, también en condiciones de crisis económica, un mayor acceso a la educación”.

El arzobispo pidió ir más allá de la educación básica o de la formación profesional -“ambas importantes causas de desarrollo”- para concentrarse en la “formación integral de la persona”.

La verdadera crisis: el aumento de la pobreza

La cuestión de la erradicación de la pobreza, afirmó monseñor Migliore, continuará estando presente en las deliberaciones de la Asamblea General “mientras las limitaciones humanas y las circunstancias históricas variables favorezcan deficiencias, desequilibrios sociales e injusticias”.

En el momento actual, “Gobiernos, agencias intergubernamentales, académicos y otros expertos están prediciendo el fin de la situación desfavorable provocada por la crisis financiera del 2008 y el inicio de la recuperación en las economías más importantes del mundo”.

De todos modos, reconoció, “también el enfoque más optimista admite que la recuperación será muy lenta y no hay garantías de que no habrá nuevas crisis y retrocesos, incluso provocados por el uso inadecuado de medidas adoptadas para frenar los efectos de la crisis actual”.

“La verdadera crisis no es la ruptura de las estructuras económicas internacionales en gran parte fundadas sobre bases débiles, si no ficticias, sino el brusco empeoramiento de la pobreza en un mundo ya angustiado por una miseria intolerable”, afirmó.

Los que reciben soportan el peso de la crisis, además, se mencionan “sólo marginalmente” en el discurso público, aunque “su número se haya disparado y las oportunidades de volverlos a integrar en el futuro crecimiento económico sean muy escasas, cuando no inexistentes”.I

En este contexto, según el arzobispo, no basta con relanzar la economía global y establecer reglas y controles nuevos “para asegurar un sector financiero menos incierto y traumático”, sino que es necesario en primer lugar “trabajar por un cambio cualitativo en la gestión de los asuntos internacionales”.

Disminución de las ayudas al desarrollo

El representante de la Santa Sede también recordó la disminución de las ayudas oficiales al desarrollo en los años que han precedido a la crisis económica, sobre todo el 2006 y el 2007.

Destacó que esta tendencia ha aumentado en 2008 y en la primera mitad de ese año, aparentemente por “el deseo de utilitzar todos los fondos disponibles para prevenir un futuro colapso financiero”.

Éste último, sin embargo, es un argumento “infundado” porque “la cifra necesaria para respetar los compromisos oficiales con la ayuda al desarrollo es drásticamente inferior a la destinada a restaurar el sistema financiero global”.

Aplazar la necesaria ayuda al desarrollo -denunció el prelado-, no hace más que reafirmar “las raíces morales de la crisis”, a través de la “falta de solidaridad y de responsabilidad por los efectos a largo plazo de las medidas económicas”.

Para monseñor Migliore, sólo “una inversión constante y sostenida por parte de todos los hombres y mujeres” logrará asegurar “la mínima estabilidad política y económica necesaria para el bien común universal”.

Por ello, concluyó, es necesario “cumplir los compromisos políticos internacionales sin demora y sin excusas” para que se pueda llegar a una solución que sea realmente “completa y duradera”.

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ZENIT Staff

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